DOCUMENTOS SOBRE EVA DUARTE DE PERON 


Eva Ibarguren EVA IBARGUREN EVA DUARTE EVA PERON EVA PERON EVA PERON EVA PERON

María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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ROJAS Y ARAMBURU

LA " REVOLUCION LIBERTADORA "

Los máximos exponentes de la llamada " Revolución Libertadora ": El almirante Isaac Francisco Rojas, vicepresidente provisional, y el general Pedro Eugenio Aramburu, presidente provisional de la República Argentina, integrantes del gobierno de facto que duró desde el 13 de noviembre de 1955 al 1º de mayo de 1958.

Estampilla de Argentina, emitida por la Casa de Moneda de la Nación, conmemorativa de la Revolución Libertadora. Valor: 1.50 pesos. Año: 1955.

La hegemonía del gobierno del general Perón entre 1946 y 1955 tuvo saldos positivos, grandes aciertos y también errores.

Dejó algunas obras de infraestructuras, entre ellas el aeropuerto de Ezeiza, el gasoducto Comodoro Rivadavia - Buenos Aires, el dique de Nihuil en Mendoza y el dique Florentino Ameghino en Chubut, e hizo construir muchísimas escuelas, policlínicos o centros de salud, y centros de recreación como el de Chapadmalal, cerca de Mar del Plata, y el de Río Tercero, en Córdoba. En materia de obras públicas, la política peronista era coherente con el sentido social que inspiraba su filosofía general. En contrapartida, poco se hizo en materia de vialidad ( los caminos medían 61.050 kilómetros en 1943 y 60.185 en 1955 ). Hizo adquirir al Estado muchos servicios públicos ( ferrocarriles, teléfonos, gas, energía eléctrica, flota fluvial y de ultramar, etc. ) lo que aumentó el aparato estatal y el déficit. Dos hazañas fueron llevadas a cabo por el gobierno de Perón y, curiosamente, no fueron tema de la propaganda oficial: una fue la erradicación del paludismo que flagelaba al norte argentino, gigantesca victoria sanitarista debida al apto ministro de Salud Pública, Dr. Ramón Carrillo, que en esa batalla contó con la decidida ayuda de Evita; la otra, la extinción de las plagas de langostas que habían azotado al campo argentino durante siglos. El gobierno de Perón llevó adelante un proceso de distribución de riqueza en la que se adjudicó a los obreros gran parte del ingreso nacional. Promovió las obras sociales de los sindicatos y, mediante la acción de su esposa Evita, realizó una vasta política de ayuda social. Las grandes mayorías se sentían partícipes reales del proceso histórico a través de la acción de Evita y de Perón. Se veían compartiendo la elaboración de la grandeza de la Nación y artífices de su propio destino. Eran millones los trabajadores que palpaban la realidad de condiciones de vida más dignas que las que ellos mismos o sus padres habían conocido antes. El acceso a bienes materiales y espirituales que no habían conocido nunca, su espontánea y fervorosa integración al movimiento que lideraba Perón les hacía sentir visceralmente, vitalmente, en estrecha comunión con la marcha indetenible de la historia. Los sindicatos, ahora poderosos, daban al trabajador común un apoyo antes no soñado. Las vacaciones pagas, la seguridad de la plena ocupación, las indemnizaciones por despido, la asistencia de las obras sociales de los sindicatos y de la Fundación Eva Perón, el aguinaldo, la jubilación fácil, todos estos elementos significaban una seguridad, una tranquilidad que introducían formas de alegría en la ideosincracia del argentino común. Centenares de miles de mujeres arrancadas de su secular esclavitud doméstica sintieron que sus vidas adquirían una dimensión trascendente a través de Evita, amada como una santa, como una milagrosa dispensadora de bienes y de derechos. Los ancianos se sentían queridos, amparados, protegidos. Los niños, " los únicos privilegiados en la Argentina de Perón ", para quienes una bicicleta o la posibilidad de participar en un campeonato infantil daba felicidad y llenaba la fantasía de sus breves años. O los habitantes de los antiguos territorios nacionales ", eternos olvidados de los gobiernos, que ahora podían ejercer su condición de ciudadanos al ser proclamadas provincias las que antes habían sido virtuales colonias del poder central. No, no puede desestimarse la seguridad, el regocijo, la exaltación con que el alma nacional se vistió en aquellos años. Era una nueva dignidad la que sentían, y por eso mismo, siguieron agradeciendo y añorando durante muchos años este tiempo irrepetible. Para los trabajadores, los jubilados, los ancianos y los niños, el tiempo de Perón fue una experiencia de alegría y acceso a bienes antes inalcanzables. Pero lo cierto es que estas vivencias costaron mucho al país. Fue una justicia social para cuyo mantenimiento sostenido se carecía de instrumentos permanentes. Por primera vez desde 1890, la Argentina incurrió en una virtual cesación de pagos al exterior. El problema se solucionó con un empréstito del Eximbank que indicaba la clausura de la euforia y los grandes gastos. A principios de 1953 la cosas empezaron a empeorar de un modo indisimulable, el Estado no podía realizar grandes inversiones porque las reservas se habían agotado, las inversiones exteriores no llegaban, las subvenciones al consumo no podían durar indefinidamente, las secuelas de dos malas cosechas, los negociados y especulaciones de funcionarios públicos, las frivolidades, el opresivo sistema político, el descontento militar y el enfrentamiento con la Iglesia Católica darían lugar al golpe revolucionario que derrocaría a Perón en setiembre de 1955. En 1946 el peronismo había conseguido ser una suma de voluntades argentinas alineadas tras un caudillo de excepcionales condiciones, en la consecución de objetivos nacionales. En 1955 era una parcialidad que contrariaba sentimientos que pertenecían a toda la comunidad.

Sería un error si se catalogara al gobierno peronista ( 1946 - 1955 ) como un totalitarismo más. En realidad, el líder mantuvo las formalidades republicanas ( Congreso con representación opositora, partidos, elecciones periódicas, etc. ). Su poder surgía de elecciones en las que triunfaba masivamente, su legislación pasaba por todas las instancias legales. Además, su política contribuyó a democratizar la sociedad argentina, permitiendo a amplios sectores disfrutar de bienes tales como las vacaciones pagas, el turismo o la enseñanza universitaria gratuita. El régimen peronista fue una democracia de masas, es decir, un convenio tácito entre el pueblo y su líder.

Si la oposición al régimen peronista había iniciado una tregua a partir del fallecimiento de Evita, hacia fines de 1954 el enfrentamiento de Perón con la Iglesia Católica despertó nuevamente los rumores de conspiración. El bombardeo sobre la Casa Rosada, que provocó centenares de víctimas, y la quema de las iglesias, fueron episodios que reflejaron la honda división que separaba la sociedad.

En 1955, las Fuerzas armadas no estaban unánimemente decididas a derrocar al gobierno.

El Ejército respondía a Perón, la Aeronáutica vacilaba y la Marina, en cambio, se volcaba a la conspiración. Sin embargo, la decisión del general Eduardo Lonardi de iniciar la rebelión en Córdoba significó el acuerdo que de otro modo no había podido lograrse.

El general Pedro Eugenio Aramburu, en actividad pero relegado a un puesto sin mando de tropa, se había puesto en contacto con jefes de la Marina en el mes de agosto. Pero Aramburu no se decidía, hasta que Lonardi anunció que había resuelto comandar el operativo revolucionario.

Lonardi estaba convencido de que el poder de Perón se había vaciado de contenido y caería apenas se iniciara cualquier levantamiento.

El último discurso pronunciado en público por el Presidente tuvo lugar el 7 de setiembre, ante una delegación de varios sindicatos. Con un tono más apaciguado que el del 31 de agosto, reiteró que su oferta de conciliación no había sido aceptada y que la movilización popular había demostrado que el pueblo es invencible. Pero sus palabras no modificaron la decisión de los sublevados.

Un hecho inesperado precipitó aún más las cosas: en los primeros días de septiembre, el general Dalmiro Videla Balaguer, con asiento en Río Cuarto, sospechó que su participación en la conspiración había sido descubierta y abandonó su puesto para esconderse en Córdoba, a la espera de los acontecimientos. La desaparición de Videla Balaguer llamó la atención de los servicios de inteligencia del Ejército, y rápidamente quedó en evidencia que el militar prófugo era uno de los elementos de una conjura más vasta. A este hecho se añadió que los jefes navales estaban resueltos a sublevarse antes del 17 de setiembre, aunque preferían - y así lo transmitieron a Lonardi - que previamente se estableciese un foco rebelde en tierra.

Lonardi Revolución de setiembre de 1955

Fotografía que muestra al general Eduardo Lonardi junto a revolucionarios, setiembre de 1955.

Finalmente, el 11 de setiembre se aprobó el plan de operaciones revolucionario, y los jefes encargados de sublevar a las distintas unidades partieron hacia sus respectivos destinos.

El día 15, el general Eduardo Lonardi, militar retirado, enfermo de un mal terminal y hombre muy creyente, tomó un ómnibus a Córdoba, considerando que este medio era más seguro, dado los controles que existían en las rutas y en los aeropuertos, para pasar inadvertido.

El primer paso sería dado el 16 de setiembre a la hora cero. Ese día y en ese momento, Lonardi, el coronel Arturo Ossorio Arana y un pequeño grupo de oficiales, redujeron al jefe de la Escuela de Artillería, en las cercanías de Córdoba, y se dispusieron a tomar la Escuela de Infantería y la Escuela de Tropas Aerotransportadas. A esa misma hora, la base naval de Puerto Belgrano se colocaba en disposición de combate, y su potente radio empezaba a difundir proclamas. Hacia el mediodía, Lonardi ya controlaba la ciudad de Córdoba, la tercera de la Argentina, cuyos principales edificios y radios fueron tomados por grupos de comandos civiles, no sin alguna lucha. Lonardi había recomendado a sus colaboradores que " usaran la máxima brutalidad " y en efecto, la decisión con que actuaron los revolucionarios daba cuenta que tenían plena conciencia de jugarse el todo por el todo.

Al mismo tiempo, la Marina de Guerra partía de sus apostaderos para dirigirse a toda máquina hacia el Río de la Plata, unánimemente sublevada.

A media mañana del día 16 todo el país estaba ya enterado de la revolución. El Comando de Represión, integrado por los jefes leales al gobierno, minimizaba los hechos, ninguna otra guarnición se había pronunciado y las tentativas del general Pedro Eugenio Aramburu de sublevar unidades en el litoral habían fracasado. Siguió un día de movimientos por una y otra parte, ya que el Comando de Represión ordenó la concentración de efectivos sobre Córdoba.

Paralelamente con los acontecimientos que se desarrollaban en Córdoba, la revolución también se puso en marcha en el sur. Instrucciones precisas determinaban que el día sería el 16 de setiembre a la 0 hora.

En la noche del día 15, horas antes del momento señalado, un avión era esperado en la base Comandante Espora. En él debían llegar un grupo de jefes del movimiento.

Cuando detuvo su carreteo y los presentes se acercaron a la máquina cundió el desconcierto. Los dos pilotos informaron que los jefes esperados no se habían presentado en el Aeroparque de la ciudad de Buenos Aires. La intranquilidad, sin embargo, cede cuando, un rato más tarde, otro avión de transporte aterriza en la pista de Espora. En él, esta vez sí, llegan los revolucionarios esperados, e inmediatamente todos se dirigen a ocupar sus puestos en Puerto Belgrano.

Su llegada se produce, finalmente a la 1.40 de la madrugada del día 16 , constituyéndose de inmediato el Estado Mayor revolucionario bajo la jefatura del capitán de navío Arturo Rial, como comandante de operaciones navales.

En Puerto Belgrano y su zona de influencia la revolución estaba en marcha.

Diría Perón, posteriormente: " El día 16 se produjeron los primeros movimientos sediciosos en Córdoba, en Río Santiago y enseguida en Bahía Blanca ..."

En Córdoba, la noticia del levantamiento de la base de Puerto Belgrano sería confirmada en la noche del 17 de setiembre.

En el lejano penal de Santa Rosa, en La Pampa, entretanto, los detenidos a raíz del bombardeo del 16 de junio a la Plaza de Mayo tuvieron la primeras noticias de la sublevación el mimo día 16 de setiembre.

En el comando rebelde del capitán Rial, entretanto se trazan los primeros planes para la acción, mientras las fuerzas de la Marina desplazan sus patrullas e inician la fortificación de carreteras, cruces de caminos y puntos estratégicamente importantes; baterías antiaéreas son emplazadas en posición de tiro y protegidas con bolsas de arena; municiones y abastecimientos son trasladados a los puntos avanzados.

Además, deberá ser ocupada la ciudad de Punta Alta, próxima a la base de Puerto Belgrano, así como Bahía Blanca.

Procediendo de acuerdo con las instrucciones recibidas, efectivos de la infantería de marina proceden a ocupar Punta Alta, protegidos en la operación por aviones de la Marina.

En Bahía Blanca, por su parte, no tardarán los pobladores en tener clara noción de la situación.

Mientras en Córdoba los efectivos de las Escuelas de Infantería resisten los ataques de los elementos sublevados de la Escuela de Artillería, sobre la ciudad de Bahía Blanca, que aún permanece silenciosa, vuelan varios aviones navales. Son las 8 de la mañana cuando una lluvia de pequeños rectángulos de papel comienza a caer lentamente sobre sus calles todavía semidesiertas. Es una proclama y su texto dice: " Se comunica a la población que la zona está controlada por el Ejército, la Marina y la Aeronáutica. Se exhorta a mantener el orden y respetar las autoridades de la ciudad. Cualquier alteración del orden será reprimida por las armas. Se aconseja permanecer en sus domicilios, abstenerse de cualquier tipo de manifestación, que los aviones pueden interpretar erróneamente. La policía se ha comprometido a colaborar con las tropas y mantener el orden ".

Radio del Estado emite un comunicado oficial, informando que se ha declarado el estado de sitio en todo el país.

En Córdoba, en el puesto de mando del general Lonardi, se recibió el día 17, en horas de la mañana, una alarmante información: fuerzas leales al gobierno de Perón avanzaban sobre el reducto revolucionario. Como consecuencia, el comandante supremo decidió trasladar y atrincherar a todas las fuerzas a sus órdenes en la Escuela de Aviación.

A las 11 de la mañana, los efectivos de la Escuela de Artillería comenzaron a trasladarse a la Escuela de Aviación.

La evacuación se completó hacia la noche del día 17, fortificándose los alrededores de la Escuela. Paralelamente, las informaciones que llegaban al mando revolucionario indicaban que los primeros efectivos leales que se aprestaban a iniciar la represión estaban integrados por el regimiento 14º de infantería, de Río IV, y una agrupación de 500 suboficiales, al mando del general Alberto Morello, que se alistaban en las proximidades de Alta Gracia.

A las unidades del general Morello se sumaban los regimientos 11º y 12º de infantería, que se acercaban a Córdoba desde Santa Fe, a las órdenes del general Miguel Iñíguez, y los efectivos de la 5ª división, que al mando del general Moschini avanzaban desde el norte; estos últimos estaban integrados por cuatro regimientos de infantería: 15º, 17º, 18º, y 19º; uno de artillería: A 5; y un batallón de comunicaciones.

Mientras tanto, en Bahía Blanca, tras ocupar los principales edificios de la ciudad y la planta transmisora de LU 7, las fuerzas revolucionarias esperan la decisión de los jefes del regimiento 5º de infantería, que han sido invitados a plegarse al movimiento.

Hacia la mitad de la tarde del día 16 de setiembre, ante el prolongado silencio de los mandos del mencionado regimiento, los aviones navales proceden a lanzar miles de volantes en los que mencionan las 18.30 como hora de vencimiento del plazo acordado para una definición favorable a la revolución; a partir de ese momento, las fuerzas sublevadas atacarían a la unidad.

Al caer la noche, sin embargo los efectivos del 5º de infantería no se han plegado a los revolucionarios ni se han rendido. Y los aviones navales se han limitado a cumplir un bombardeo de prevención en los alrededores de la unidad, sin buscar hacer blancos directos.

Al día siguiente, 17 de setiembre, la ciudad despertó con la angustiosa sensación de hallarse al borde de una tragedia. Si los efectivos del 5º de infantería decidían resistir, una sangrienta lucha se entablaría. Sin embargo, a las 8 de la mañana llegaría la definición. A la hora citada, tras un nuevo bombardeo intimidatorio, las banderas blancas izadas en los cuarteles del regimiento 5º indicaron el cese de la lucha.

El 17 de setiembre, por otra parte, el Comando de las Fuerzas de Represión, emitía el siguiente comunicado: " Habiendo establecido este Comando en Jefe de Represión el toque de queda, se advierte a la población que durante su vigencia no podrá realizarse ninguna clase de reuniones públicas, ni funcionar confiterías, bares, restaurantes, cines, teatros ni ningún otro centro de reunión que no sea con fines exclusivamente de trabajo. En tal sentido, la población, al abandonar sus actividades, con el fin de evitarse inconvenientes de cualquier naturaleza, deberá dirigirse a sus domicilios respectivos. El toque de queda regirá entre las 20 y las 6. Asimismo, se advierte que se han adoptado las providencias necesarias para reprimir rápida y enérgicamente cualquier alteración del orden o violencia contra personas, bienes públicos o privados, servicios públicos, templos y establecimientos religiosos, sabotajes, depredaciones, etc. ".

El 18 de setiembre, en Córdoba, las operaciones llevadas a cabo por los revolucionarios se limitaron a la vigilancia y cañoneo de las zonas de acceso a la Escuela de Aviación desde Alta Gracia, sector por el que avanzaban las tropas leales del general Morello. A la sazón los efectivos revolucionarios, integrados por las Escuelas de Artillería, las Tropas Aerotransportadas, de Suboficiales de Aeronáutica, y de Aviación, se habían fortificado en la Escuela de Aviación y sus alrededores, reforzando sus unidades de infantería con gran cantidad de civiles que se habían presentado espontáneamente.

En el sur, entretanto, la emisora revolucionaria resume la situación del arma naval en el siguiente comunicado: " Junto al Ejército y la Aeronáutica, se han sublevado todas las unidades que componen la Marina de Guerra: Base Naval de Puerto Belgrano; Flota de Mar, que en este momento navega rumbo a la Capital Federal, en formación de combate; Base Naval de Río Santiago; Escuela Naval Militar, embarcada en buques de guerra, Fuerza naval del Plata, que domina el Río de la Plata; Base de Submarinos de Mar del Plata; Fuerzas navales de la misma controlan el tráfico marítimo de la provincia de Buenos Aires; Aviación Naval íntegra y todas las fuerzas navales del sur de Puerto Belgrano ".

El mismo día 18 de setiembre, a las 11.45, un mensaje comunicará a la Base de Puerto Belgrano: " Se ha efectuado la reunión de las Flotas de Mar y Ríos. Asumo el Comando en Jefe. Almirante Rojas ".

Al estallar la revolución la Flota de Mar se encontraba en Golfo Nuevo, anclada frente a Puerto Madryn. El 16 de setiembre, estaban en dicha base cuatro destructores, tres fragatas, un buque taller y un remolcador, además de las dos grandes unidades de la flota: los cruceros " La Argentina " y " 17 de octubre ". Dos días más tarde, el 18, aquellos barcos se habían unido a la Flota de Ríos, en su misión de bloquear el puerto de Buenos Aires.

Desde Puerto Belgrano, además había partido el poderoso crucero " 9 de Julio ", al mando del capitán Alberto de Marotte.

Entretanto, la afluencia de efectivos leales al gobierno sobre la zona de Puerto Belgrano se acentuaba hora a hora. Tropas que respondían a las autoridades de Buenos Aires avanzaban convergiendo sobre Puerto Belgrano desde Tandil, Azul, Olavarría, Santa Rosa, General Pico, Ciudadela, Campo de Mayo y Neuquén.

19 de setiembre de 1955. Ese día, al llegar las primeras luces de la mañana, frente al puerto de Mar del Plata se producirá la acción naval de combate. El crucero " 9 de julio " bombardeó los depósitos de petróleo del lugar. Desde quince kilómetros de distancia, después de una primera salva corta, regló el tiro y enseguida una segunda salva hizo impacto en los depósitos, incendiándolos.

El 19 de setiembre, las fuerzas leales tomaron el aeropuerto de Córdoba y avanzaron sobre el centro de la ciudad. Desde el punto de vista militar el movimiento rebelde de Córdoba se encontraba derrotado, pero las radios de la base naval de Puerto Belgrano y de Córdoba transmitían a todo el país en un tono triunfal. En cambio, en el campo oficialista el silencio fue total, el aparato de difusión que durante años había funcionado a la perfección, quedó inactivo en esos momentos decisivos.

Otro aspecto llamativo fue la gradual transferencia de elementos indecisos al campo revolucionario. Esto se vio, especialmente, en la Aeronáutica. El mote de " panqueques " ( porque se dan vuelta en el aire ) definió a los pilotos que salían a cumplir las órdenes que les impartían sus mandos y aterrizaban en Córdoba para plegarse a la insurrección.

También hay que destacar el contenido religioso que, en general, animó a los sublevados. La insigna " Cristo vence " lucía en aviones y vehículos rebeldes; las invocaciones a Dios y a la Virgen de las Mercedes, patrona del Ejército, eran habituales en sus transmisiones radiales. Ahora saltaba a la vista, con toda evidencia, el error cometido por el gobierno peronista al haber lastimado sentimientos muy arraigados en el espíritu de la comunidad.

Los leales al gobierno, que llevaban todas las de ganar en el teatro de operaciones terrestres, se manejaban con irresolución y vacilaciones de todo tipo. En la Marina el panorama era distinto, el arma entera se había sublevado. El Ejército y la Aeronáutica, divididos en posiciones antagónicas, fueron deslizándose rápidamente hacia una situación de apoyo a la revolución o de virtual neutralidad, que en este caso también era muy útil.

Tres días después de iniciada la revolución, la Flota de Mar llegaba a Buenos Aires bloqueando las costas argentinas en una actitud belicosa irreductible.

El 19 de setiembre, por otra parte, marca el comienzo del fin de la lucha.

Hacia las 8 de la mañana de ese día las autoridades gubernamentales recibieron una intimación a la rendición, bajo la amenaza de proceder al bombardeo de las destilerías de La Plata y de objetivos de la ciudad de Buenos Aires. El plazo para responder al últimatum vencería al mediodía del 19 de setiembre.

Recibido el últimatum, el general Franklin Lucero, ministro de Guerra, dispuso la inmediata reunión del Comando de Represión. En el curso de la misma se admitió que resultaría prácticamente imposible evitar el bombardeo de la ciudad de Buenos Aires.

Al terminar la reunión, el general Lucero se trasladó a la Casa de Gobierno con el objeto de considerar la situación con el presidente Perón. Poco después se difundiría por radio el siguiente comunicado del Comando en Jefe de Represión: " El general Franklin Lucero, comandante en jefe de las Fuerzas de Represión, en nombre del Presidente de la Nación y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, ante el ultimátum de bombardeo de la ciudad de Buenos Aires y de la destilería de petróleo de Eva Perón ( La Plata ) y para evitar mayor derramamiento de sangre, invita a los comandos revolucionarios actuantes a concurrir a la sede del Comando en el Ministerio del Ejército, a iniciar de inmediato tratativas tendientes a solucionar el conflicto, e invita, asimismo, a los mismos comandos a que cesen de inmediato las hostilidades en la situación alcanzada. Esta misma invitación será formulada desde el Ministerio del Ejército por el general Lucero personalmente, para evitar confusiones, en cuanto estén instaladas las líneas ".

Escribiría Perón en " La fuerza es el derecho de las bestias ": " El día 18 de setiembre a la noche la escuadra sublevada amenaza con el bombardeo de la ciudad de Buenos Aires y las destilerías. Lo primero es una monstruosidad sin precedente, y lo segundo, la destrucción de 10 años de trabajo y la pérdida de 400.000.000 de dólares ... Influenciaba también mi espíritu la idea de una posible guerra civil de amplia destrucción y recordaba el panorama de una España devastaba que presencié en 1939. Muchos me aconsejaron abrir los arsenales y entregar las armas y municiones a los obreros ... pero eso hubiera resultado una masacre ..."

Como respuesta inmediata, desde Córdoba, el general Lonardi envió el siguiente mensaje: " En nombre de los jefes de las Fuerzas Armadas de la revolución triunfante comunico al Señor Ministro que es condición previa para aceptar tregua, la inmediata renuncia de su cargo por el Señor Presidente de la Nación. ( fdo.) General Lonardi. Jefe de la Revolución Libertadora ".

Ese mismo 19, la Radio de Estado dio a conocer un comunicado del Presidente. En el documento, Perón reseñaba los antecedentes de la hora; marcaba la inicial actitud del combate; y dejaba en manos del Ejército, la salida de una negociación pacífica y honrosa. Muchos han querido ver en esta declaración una actitud de renuncia, y otros, un traspaso temporal del poder en los militares; con todo, el documento indicaba claramente la intención del presidente Perón por alejarse del gobierno.

El mensaje, transmitido por el ministro del Ejército, estaba concebido en los siguientes términos: " Ante el abnegado gesto del Excelentísimo Señor Presidente de la Nación y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, que ha asignado al Ejército la inmensa responsabilidad de la solución del doloroso conflicto, interpretando que es una Institución que ha sido, es y será una garantía de honradez y patriotismo, informo al país que acaba de entregar a una Junta de generales de la más alta graduación, la misión de hacerse cargo de las tratativas de entendimiento y pacificación, con el fin de lograr, cuanto antes, poner término a la lucha fraticida y al inútil derramamiento de sangre entre hermanos ".

Los generales que integraban la Junta eran los siguientes: José Domingo Molina, Angel Manni, Emilio Forcher, Audelino Bergallo, Juan Polero, Carlos Wirth, H.Torres, Guillermo Streich, José Sánchez Toranzo, Raúl Tanco, José León Solís, Juan José Valle, Adolfo Botti y Carlos Alberto Levene. Representante de la Marina fue designado el almirante Rivero Olazábal y de la Aeronáutica el brigadier general Juan Fabri.

A las 13.00 horas la Flota radió un mensaje a la Capital conminando al Presidente a abordar el crucero insigna del almirante Isaac Rojas, para parlamentar. La Junta Grande que se había conformado en reemplazo de Perón, y constituída por generales, almirantes y brigadieres, bajo la presidencia de José Domingo Molina Gómez, luego de varias cavilaciones, decidió aceptar una tregua y un cese de operaciones.

Apenas comenzado el día 20, tuvo lugar una reunión en la residencia presidencial. Allí el presidente Perón explicó a los militares que no había presentado una renuncia formal al Congreso de la Nación, como correspondía, y que solamente les dejaba la conducción militar. No pudiéndose llegar a nada, se retiraron los militares y horas más tarde se reunieron en el Ministerio de Guerra para concluir una definición. Algunos oficiales irrumpieron el cónclave - el general Franklin Lucero había renunciado a su cargo el día 19 - y obligaron, armas en la mano, a aceptar una renuncia de Perón y parlamentar con los rebeldes. Enterados los comandantes leales en las operaciones , desistieron de la lucha y depusieron las armas a Lonardi.

Por la tarde del día 20 tuvo lugar la reunión entre enviados de la Junta Grande y los revolucionarios, el almirante Isaac Rojas y el general Juan José Uranga. Allí, a bordo del navío 17 de Octubre, se firmó un acta quedando el país a cargo del general Eduardo Lonardi.

Ante la rebelión armada y, sobretodo, la defección de la Junta, Perón no tuvo otra salida que dejar el territorio. Al mayor Alfredo Máximo Renner, secretario privado de Perón, le había dicho el general Angel Manni, de la Junta, horas antes, que Perón debía abandonar el país.

Como escribiera el mismo Perón: " Había una sola salida y resolví tomarla ...". Planeó junto a sus colaboradores, Alfredo Renner e Ignacio Cialceta, un vuelo desde el Aeroparque metropolitano, mas la terrible lluvia que había caído esa madrugada del día 20 de setiembre de 1955, se lo impidió.

El embajador del Paraguay, Dr. Juan Ramón Chávez, había ofrecido sus servicios por carta, unas semanas antes; de tal modo Perón no dudó en reclamar su ayuda.

El presidente Perón armó un par de valijas de mano con lo necesario; recogió papeles y se despidió de su personal en la residencia. El entonces cadete del Liceo Militar San Martín, Antonio Perón - sobrino de Perón - había estado compartiendo la residencia en los últimos tiempos y vió como su tío se despedía de la guardia formada en el jardín delantero, por Libertador. Subió a un coche junto a Renner, Cialceta y un custodio policial y le dijo a su chofer, Isaac Gilaberte: " A la embajada del Paraguay ".

Cuando llegaron hasta la legación, en Callao y Tucumán, solamente el agregado paraguayo, general Cardozo, los pudo recibir. El embajador Chávez llegó inmediatamente y enterado de la situación propuso dirigirse con Perón directamente hasta su residencia particular, en el barrio de Belgrano. Una vez allí, se habló del derecho de asilo y de un salvoconducto. Perón dijo resignado: " Estoy muy escaldado de jacobinos. Ahora vendrá el escándalo, la venganza y la sangre ...".

Chávez propuso entonces el traslado de Perón a un cañonero paraguayo que estaba en el Puerto de Buenos Aires desde hacía algunos meses, para reparaciones. " Es una nave de guerra y, por lo tanto, reúne todas las garantías de seguridad ", le dijo Chávez a Perón. El presidente saliente respondió: " Está bien, no es a mí a quien toca decidir. Estoy en sus manos ...".

En un coche oficial de la embajada, Perón y su protector, pusieron rumbo al puerto. Detrás venía el auto con Renner y Cialceta. Bajaron por la Avda. Santa Fe y siguieron derecho al Puerto Nuevo. Eran las 9 de la mañana y no había gente en las calles; llovía. Al pasar la estación Retiro, el coche se detuvo por un desperfecto en el motor a consecuencia del agua caída en un cruce de charco. El chofer no pudo hacer nada. Muy cerca del sitio, un colectivo vacío se encontraba estacionado y su conductor, un muchacho, dormía sobre el volante. Bajaron todos a la calle y Perón se acercó al vehículo. Despertó al joven y le solicitó ayuda, al tiempo que lo reconocía a Perón y le alzaba los brazos. El automóvil con Perón y Chávez adentro fue remolcado por una correa, atada al paragolpes trasero del colectivo y el vehículo volvió a andar una vez entrados en la zona portuaria. La niebla lo cubría todo. Bajaron de los coches y se acercaron hasta la orilla del Dique A, donde estaba amarrado el cañonero.

Ante una guardia de los marineros extranjeros, Juan Perón abordó seguido del embajador, de Cialceta y de Renner. El asilado estaba cubierto por un impermeable color crema claro y tocaba su cabeza una gorra del tipo golfista. Luego de las presentaciones de rigor, fue conducido hasta el camarote del comandante de la nave. Lo primero que hizo Perón fue sacarse el piloto mientras observaba por el ojo de buey; sólo divisaba algunos picos de edificios y la gran torre grúa que él mismo había mandado instalar en los Docks.

Lonardi con el escribano Garrido

Ante el escribano mayor de gobierno, Dr. Jorge Garrido, jura el general Eduardo Lonardi Doucet como presidente de la República Argentina.
Detrás de Lonardi, el vicepresidente, el almirante Isaac Francisco Rojas Madariaga. 23 de setiembre de 1955.

Al mediodía, el mayor Renner bajó de la embarcación, luego de despedirse sentidamente de su general. Ante la invitación que le hizo Perón en el sentido de acompañarlo al exilio, Renner respondió: " Mi vida es clara y limpia. Pueden arrestarme e incluso matarme por haberle sido fiel. No, me quedo con mi familia ..."

El 21 a la mañana todavía no se pudo arreglar el tema del salvoconducto pues la Argentina no tenía gobierno.

El 23 de setiembre había llegado a Buenos Aires el nuevo presidente de los argentinos. Ante una ciudad efervescente, poco después del mediodía descendía de la escalerilla del avión de la Aeronáutica, el general de división Eduardo Lonardi. Procedente de Córdoba llegaba a la Capital para hacerse cargo del gobierno. En el Aeroparque lo esperaron todos los militares de alta graduación de las tres fuerzas armadas, incluídos quienes habían sido simpatizantes del ya anterior gobierno peronista. Una salva de 21 cañonazos rompió la atmósfera y el general se dirigió, acompañado por otros revolucionarios a un coche, previa entonación del Himno Nacional.

Las calles del centro, desde Retiro hasta la Plaza de Mayo, comenzaron a llenarse desde temprano. Ante el arribo de Lonardi a la Casa de Gobierno, cientos de miles de personas lo aclamaron.

A las 2 de la tarde prestó juramento el nuevo mandatario y aunque no lo era constitucionalmente, la multitud afuera, parecía avalarlo por el propio derecho de las armas.

LONARDI

Lonardi juró y quedó ungido como Presidente de la República Argentina. Tiempo después apareció, luciendo la banda presidencial que le habían colocado tres cadetes de cada fuerza militar, en el mismo balcón de Perón. Alzó los brazos también - quizás en un acto reflejo - y la multitud rugió. A un kilómetro de allí, en el Puerto Nuevo, el otrora verdadero líder de los trabajadores pudo escuchar las aclamaciones de la Plaza de Mayo.

Sin embargo, el destino tendría reservado para el país, otras sacudidas y nuevos acomodamientos ... Cuando Lonardi puso su mano derecha en la Biblia que le tendía el escribano mayor de gobierno, Jorge Garrido; no podía imaginar el oscuro fin que iba a tener, apenas dos meses para adelante ... Un complot organizado por el ala más liberal y antiperonista del Ejército, la Marina y la Aeronáutica; entremezclado con algunos dirigentes de diversos partidos políticos, destruiría las intenciones de Lonardi por encabezar un nuevo gobierno de pacificación.

Desde el balcón de la Casa Rosada, Lonardi, el jefe revolucionario y nuevo presidente, anunció que no habría vencedores ni vencidos, y aseguró que la normalización del país duraría el tiempo mínimo indispensable.

En los hechos, había vencedores y había vencidos. Si sectores vivían horas de euforia con el derrocamiento de Perón, una gran parte del pueblo lloraba la caída de un hombre en quien veía la garantía de sus conquistas sociales y de la dignidad de vida conocida durante su gobierno. Había triunfadores y derrotados.

El gobierno de Lonardi, pese a la buena voluntad de éste, no parecía capaz de encuadrar un equipo que había sido apresuradamente recolectado en el espectro antiperonista, cuyos integrantes estaban presionados por un sentimiento de revancha y de odio visceral contra todo el peronismo.

Sólo 50 días duró el gobierno de Lonardi.

Disolvió el Congreso Nacional e intervino todas las provincias, dejó cesantes a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, intervino las Universidades y detuvo a los jerarcas peronistas.

Pero estas medidas resultaban tímidas para el antiperonismo.

Con todo sus errores, el régimen de Perón dejaba un Estado mucho más importante y activo que el de 1946, y había promovido una conciencia que los trabajadores no estaban dispuestos a abdicar. El movimiento obrero pronto recuperaría su antigua combatividad, habiendo ganado valores incorporados definitivamente: las mejoras sociales y su conciencia de dignidad serían el punto de partida de cualquier lucha posterior. La figura de Perón seguiría proyectando su sombra en la vida política.

Mientras los antiperonistas se solazaban con las increíbles declaraciones del vicepresidente de Perón, contralmirante Alberto Teisaire, y con las revelaciones del presidente depuesto, los revolucionarios se aprestaron a cubrir los puestos vacantes por renuncia, prisión o exilio.

Una resistencia contra Lonardi se organizaba dentro de las Fuerzas Armadas y especialmente en la Marina, cuyo líder revolucionario, el almirante Isaac Francisco Rojas, era vicepresidente del gobierno provisional.

Los mandos decidieron el relevo de Lonardi.

El 13 de noviembre de 1955, en horas de la tarde, sin que Lonardi hubiera presentado formalmente su renuncia, asumió la presidencia provisional de la Nación el general Pedro Eugenio Aramburu. Lonardi falleció cuatro meses más tarde.

Comenzaba con Aramburu una etapa caracterizada por una enérgica y severa actitud contra el peronismo, y la preparación del país para futuras elecciones.

La CGT fue ocupada por fuerzas de Infantería de Marina. Se disolvió el Partido Peronista y la Fundación Eva Perón, sus bienes fueron liquidados. La residencia presidencial fue demolida. Se confinó en cárceles de la Patagonia a gremialistas y políticos peronistas. Se clausuraron las editoras que pretendían defender al régimen derrocado. Militares retirados considerados " peligrosos " por ser peronistas fueron alojados en un viejo buque, el mismo que había usado Perón para su campaña electoral. Se arrasaron todos los monumentos en honor de Evita y Perón, y se prohibió por decreto mencionarlos.

El cadáver de Eva Perón fue sustraído de la CGT por una comisión militar, sufrió vejaciones y fue ubicado en un lugar que permaneció oculto durante 16 años. Recién, en setiembre de 1971, durante el gobierno de facto del teniente general Alejandro Agustín Lanusse, sería devuelto a Perón en su residencia de Madrid.

Centenares de ciudadanos fueron detenidos, interdictos y encarcelados.

Las invocaciones del gobierno revolucionario a la libertad y a la democracia eran palabras huecas que ocultaban un despotismo.

Por sugerencia de un economista argentino, Raúl Prebisch, se devaluó la moneda y se desnacionalizaron los depósitos bancarios. Se estableció un régimen de privilegio en la zona sur de la Patagonia, con exenciones impositivas y aduaneras, que sólo sirvió para fomentar el contrabando, las evasiones fiscales y una suerte de extraterritorialidad en la zona privilegiada.

La persecución que sufrían las jerarquías peronistas y las prohibiciones que pesaban sobre su actividad política provocaban resentimiento.

Un núcleo de militares de filiación peronista alimentaba el propósito de un levantamiento para derrocar al gobierno de Aramburu. Pero los militares antiperonistas manejaban los puestos claves y el complot contra Aramburu adolecía de fallas operativas, los organismos de seguridad ya habían detectado la conspiración. En la medianoche del 7 al 8 de junio de 1956 los sublevados tomaron un regimiento en La Plata y ocuparon la ciudad de Santa Rosa, en La Pampa, cuya poderosa radioemisora les sirvió para difundir la proclama contra-revolucionaria. También intentaron, sin éxito, sublevar unidades de Campo de Mayo y tomar comisarías de la ciudad de Rosario. El fracaso fue rápido y la represión desproporcionada. El jefe del movimiento, general Juan José Valle, fue fusilado, pese a las desesperadas gestiones que se realizaron desde distintos sectores. 31 personas fueron ejecutadas. Hacía un siglo que no se fusilaba en Argentina por causas políticas. Las ejecuciones se llevaron a cabo en un marco de estupor y total consternación. Aramburu puso el " Cúmplase " a las órdenes de fusilamiento.

En el gobierno peronista se había detenido y vulnerado la libertad de expresión en nombre de la Justicia Social, pero ahora se fusilaba en nombre de la Libertad ...

LA LIBERTADORA

El general Aramburu y el almirante Rojas con otros miembros de la " Libertadora " en las escalinatas del Monumento Nacional a la Bandera, Rosario, año 1957.

La interrupción del proceso democrático en la Argentina por las Fuerzas Armadas ( los golpes de Estado desde 1930 a 1983 ) ha sido analizada por los historiadores como una catástrofe institucional. La instalación en el país del mesianismo militar configuraron sucesivas dictaduras represivas que, al igual que los grupos extremistas, provocaron terroríficas y sangrientas series de excesos e injusticias.

24 de setiembre de 1955. Una compañía de infantes de marina se posicionó en el muelle, apuntando al cañonero paraguayo. Si el buque era atacado los paraguayos se defenderían. Un día después un piquete de la marina argentina intentó subir a bordo y el oficial a cargo, insolentemente casi provocó un incidente diplomático grave.

El día 25 el cañonero " Paraguay " salió del puerto, hacia la rada de Buenos Aires, a diez kilómetros de la costa. Se encontró allí con su gemelo, el cañonero " Humaitá ", alrededor de los cuales navegaban algunas embarcaciones argentinas.

En un momento dado de aquellos días, una lancha argentina se acercó proveniente de las naves, para ofrecer agua y víveres. El comandante paraguayo lo rechazó de plano. Pasaron siete días cuando recién se tramitó el salvoconducto de Perón y el pedido de asilo al Paraguay. Mediante un plan que preveía el trasbordo del ex presidente Perón al " Humaitá ", y luego la navegación fluvial por el río Paraná; los funcionarios paraguayos preveían llegar a su país sin problemas.

Sin embargo llegó un urgente pedido argentino: " Imposible Navegación Fluvial ". El nuevo gobierno temía que hubieran demostraciones a lo largo de la costa y, esencialmente no quería que se levantasen los trabajadores de la ciudad de Rosario.

Finalmente, como una espada de Damocles en el territorio argentino, el hombre que había cambiado la historia del país, amado por millones y combatido por otros tantos, despegó de las aguas del Río de la Plata, por la mañana de 2 de octubre de 1955. Lo hizo a bordo de una aeronave Catalina, con el salvoconducto que le trajo a último momento el mismo ministro de Relaciones Exteriores, Mario Amadeo.

Escribió Perón sobre su partida: " Tomé ubicación en el hidroavión que bailaba, impaciente, sobre el lomo de las olas. El agua entraba en la cabina y embestía con violencia el puesto de los pilotos. Esperamos que el viento calmase algo. De repente sentí los motores bramar con furia sobre mi cabeza. El piloto enfiló hacia el mar abierto, pero el avión luchaba con la corriente sin poder despegar. Parecía que estuviese pegado al agua. Seguimos flotando por dos kilómetros, después de los cuales se levantó unos metros, pero volvió a caer súbitamente y, con violencia, sobre el río encrespado. El piloto no se desanimó, volvió a intentar el despegue y a poco rozamos los mástiles de una nave y finalmente pudimos emprender viaje. Buenos Aires surgía de entre una cortina de humo. Con los ojos comenzé a recorrer la ciudad y sin quererlo, me encontré señalando algunos edificios que reconocí de entre tantos que como una selva cubrían el centro de la ciudad. Dije hasta luego a la Argentina, no adiós ".

TEISAIRE

Foto del contralmirante Alberto Teisaire, presidente del Partido Peronista, vicepresidente de la República Argentina
durante la 2da. presidencia del Gral. Juan Domingo Perón, y " colaborador " de la Revolución Libertadora.


ESTAMPILLA

BIBLIOGRAFIA para el trabajo presente:

La fuerza es el derecho de las bestias, de Juan Domingo Perón, Ediciones Cicerón, Montevideo, Uruguay, 158 páginas, año 1958.

La revolución del 55, de Isidoro Jorge Ruiz Moreno, tomo I y tomo II, Editorial Emecé, Buenos Aires, Argentina, ilustrado, año 1994.

Nueva Historia Argentina, de Gustavo Gabriel Levene, dos tomos, Editorial Sánchez Teruelo, Buenos Aires, Argentina, ilustrado, año 1977.

Poder militar y sociedad política en la Argentina, de Alain Rouquié, tomo II, Editorial Emecé, Buenos Aires, Argentina, 459 páginas, año 1982.

Argentina, de Perón a Lanusse ( 1943 - 1973 ), de Félix Luna, Biblioteca Universal Planeta, Tomo 39, Editorial Planeta S.A., Buenos Aires, Argentina, 232 páginas, año 1973.

El ejército y la política en la Argentina, de Robert Potash, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, Argentina, 553 páginas, año 1980.

De Lonardi a Aramburu, fascículo de la colección Historia Visual de la Argentina Contemporánea, Editado por Diario Clarin, Buenos Aires, Argentina, ilustrado, año 2000.

La caída de Perón, fascículo de la colección Las luchas de posguerra, Editorial Codex, Buenos Aires, Argentina, año 1968.

Buenos Aires, 1955, fascículo Nº 1 de la colección Ayer y Hoy - La memoria argentina, de Jorge González Crespo y Lucas Iribarren, Ediciones González Crespo - Iribarren, Buenos Aires, Argentina, ilustrado, año 1995.

Nuestro Siglo - Historia Gráfica de la Argentina Contemporánea, Tomo VII, Editorial Hyspamérica, 223 páginas, Buenos Aires, año 1984.

Los golpes militares ( 1930 - 1983 ), de Félix Luna, edición especial para Diario La Nación S.A., Editorial Planeta S.A., Buenos Aires, Argentina, ilustrado, 159 páginas, año 2003.

Imágenes y texto cortesía de mi amigo Carlos Vitola Palermo de Rosario, Santa Fe, República Argentina.


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