DOCUMENTOS SOBRE EVA DUARTE DE PERON 


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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IGLESIA DE SAN IGNACIO

Imagen del interior de la iglesia de San Ignacio, luego de los sucesos del 16 de junio de 1955.

La " Neronada "

El día 16 de junio de 1955 ha sido una de las jornadas más tristes de la historia argentina. El bombardeo sobre la Casa de Gobierno, al mediodía, y el incendio de las iglesias, a la noche. Fue la ominosa y trágica expresión de violencia e intolerancia entre argentinos.

A las 17 horas el golpe para matar al Presidente había concluído, la base de Morón, de donde partieron los aviones, fue tomada, los ocupantes del Ministerio de Marina se rindieron, los aviones rebeldes huyeron a Montevideo y los responsables del bombardeo fueron detenidos.

Horas más tarde, se produjo el saqueo y la quema de las iglesias céntricas.

Al respecto, la profesora de Historiografía en la Universidad Católica Argentina, Licenciada María Isabel De Ruschi Crespo, destaca que:

En 1946, casi el 94 % de los argentinos declaraba ser católico.

La jeraquía eclesiástica, encabezada por el cardenal Santiago Luis Copello, había proclamado su neutralidad en el debate político preelectoral.

El presbítero Virgilio Filippo, párroco de la Inmaculada Concepción, de Belgrano, elogiaba al peronismo como el mejor antídoto contra el comunismo, mientras que el padre Hernán Benítez de Aldama S.J., confesor de Evita, asesoraba al candidato en materia de doctrina y redactó varios de sus discursos electorales católicos.

En el otro extremo, monseñor Miguel De Andrea, en franca disidencia con Perón. El párroco de Corpus Domini, de Liniers, presbítero José Dumphy, por su parte, decía sermones antiperonistas que atrajeron a los católicos simpatizantes de la Unión Democrática.

La clara impronta de la doctrina social de la Iglesia en su ideario, los emblemas " Dios, Patria y Justicia Social ", y una peregrinación a Luján como culminación de su campaña electoral inclinaron a la mayoría de los católicos a darle su voto a Perón en las elecciones del 24 de febrero de 1946.

La legalización de la enseñanza religiosa en 1947 fue fundamental para las buenas relaciones entre el Estado y la Iglesia. Entre la larga lista de medidas favorables a la Iglesia, como la construcción de casas parroquiales, la designación de la Virgen de Luján como patrona de la Policía y de los ferrocarriles, el Presidente intercalaba algunas a quejas contra el Episcopado.

Así, se sucedieron diversos altercados.

En 1950, sin embargo, se produjo la primera fractura grave cuando el Presidente envió su saludo a un acto espiritista de la Escuela Científica Basilio realizado en estadio Luna Park.

La ortodoxia de los textos escolares y la concepción peronista de la religión penetraron en los tres niveles de la enseñanza por medio de la obligatoriedad del texto de La razón de mi vida, de Eva Perón. Emergió un culto diferente y disociado de el de la Iglesia. Perón concluyó su primera presidencia sin haber podido conquistar a la Iglesia.

Durante 1953, las relaciones de Perón con la Iglesia mejoraron algo, y el Presidente fue el padrino de la coronación pontificia de la Virgen de Luján como Patrona de la República.

Pero en 1954, el nefasto ministro de Educación, Armando Méndez San Martín, le advirtió a Perón que la Acción Católica difundía falsas versiones sobre el comportamiento moral del primer mandatario.

Perón, muy molesto, retiró la personería jurídica a todas las asociaciones religiosas. Se declaró a la Acción Católica una " institución sospechosa de conspiración ". Además denunció como enemigos del gobierno a los obispos de Córdoba, La Rioja y Santa Fe.

Antes de fin de año, el gobierno suprimió la Dirección y la Inspección General de la Enseñanza Religiosa, prohibió las reuniones religiosas públicas, aprobando además la ley de divorcio y la apertura de prostíbulos.

Hasta mediados de 1955 continuaron las medidas, además del amordazamiento de la prensa, la suspensión de subsidios, la derogación de la enseñanza religiosa y el intento de reformar la Constitución para legislar la separación de la Iglesia y el Estado.

El sábado 11 de junio de 1955 se celebró la solemnidad de Corpus Christi en la Catedral. Concluída la ceremonia una columnó izó frente al Congreso las banderas nacional y papal. Grupos no identificados quemaron una bandera nacional, atribuyéndose el agravio a los católicos e iniciándose una campaña oficial contra los presuntos autores.

El domingo 12, después de la misa vespertina, más de 60 personas vivando al Presidente atacaron la Catedral. Los católicos defendieron el templo, hubo heridos y detenidos. El Poder Ejecutivo expulsó del país a monseñor Manuel Tato, obispo auxiliar de Buenos Aires, y a Ramón Novoa, asesor de los universitarios de acción Católica.

Se clausuraron todos los locales de la Acción Católica y el ministro Méndez San Martín proyectó la expropiación de la Catedral y de la Curia para transformarlas en Panteón Nacional.

En la noche de 16 de junio, luego del horrible bombardeo al centro histórico de Buenos Aires, grupos de jóvenes vestidos de civil echaron abajo los portales de la Curia y la Catedral, penetraron en iglesias y saquearon sacristías. Munidos de recipientes con combustibles iniciarion la operación hoguera o " neronada ". Incendios, destrozos, robos y profanaciones. Algunos individuos se pusieron vestiduras sacerdotales y realizaron pantomimas sacrílegas en el exterior mientras las llamas devoraban todo.

Fueron presa del fuego la Curia Eclesiástica, con su irrecuperable archivo y tesoros artísticos, y los templos de Santo Domingo, San Francisco, San Nicolás, La Piedad, San Ignacio, San Juan Bautista, Nuestra Señora de la Merced, Nuestra Señora de las Victorias y San Miguel. El convento de San Francisco y la capilla de San Roque quedaron seriamente dañados. La ira de los incendiarios, que apilaron los bancos de madera para aumentar las fogatas, incluyó profanaciones de los sagrarios y de símbolos religiosos.

Los devotos de Don Orione verían cumplida su profecía: " Habrá persecución contra la Iglesia y los principales templos de Buenos Aires serán incendiados ".

Alberto Teisaire, vicepresidente de la Nación, y Armando Méndez San Martín, ministro de Educación, ambos miembros de la masonería anticlerical, serían sindicados como los ideológos de la barbarie.

Los bomberos se demoraron en extinguir los incendios y más de cien sacerdotes y religiosos fueron detenidos.

Como consecuencia de los hechos, la Santa Sede dispuso " la excomunión contra todos aquellos que han cometido tales delitos ".

Con respecto a la cuestión de la excomunión, el conocido periodista Sergio Rubín, en su minuciosa investigación para su excelente trabajo titulado " Eva Perón: Secreto de Confesión - Cómo y por qué la Iglesia Católica ocultó su cuerpo durante 14 años ", de Editorial Lohlé Lumen, deja bien claro que: El Código de Derecho Canónico vigente entonces establecía esa medida extrema por " poner manos violentas " sobre un obispo. Según la legislación eclesiástica, el único que podía excomulgar a un presidente de la Nación era el Papa. Pero el decreto en cuestión había sido emitido por una institución menor, una instancia menor, un organismo del Vaticano, la Sacra Congregación Consistorial. El decreto llevaba la firma del cardenal Piazza. En el año 1963, Perón, ya radicado en Madrid, pidió por carta a la Santa Sede una aclaración de su situación canónica. En rigor, el caudillo decía en la nota que formulaba el requerimiento para despejar toda duda ante la sociedad. En ese momento S.S. Juan XXIII, Angelo Giuseppe Roncalli, era el Papa. La Santa Sede le contestó que no tenía ninguna cuestión pendiente con la Iglesia. O sea: que no estaba excomulgado. Perón fue más allá en su requerimiento. " Temeroso de haber incurrido en la excomunión ", manifestaba su arrepentimiento por los eventuales atropellos cometidos y pedía, como acción cautelar, la absolución. La Santa Sede aceptó el pedido y comisionó para tal fin al arzobispo de Madrid, cardenal Leopoldo Eijo Garay. Roma puso como condición que el oficio se mantuviera en reserva para evitar lecturas políticas de un acto privado. El purpurado convino en darle la absolución en la residencia del líder del peronismo. Así fue. Perón la recibió de rodillas.

16 de junio de 1955. A la barbarie del bombardeo del mediodía se sumó la locura incendiaria de la noche. Dos hechos, dos brutales acciones irracionales entre argentinos que habían perdido toda noción de convivencia y sensatez.

El 18 de junio, el Presidente propuso al país una tregua y pacificación, levantando la clausura de los locales de la Acción Católica. A fines de junio se produjeron las renuncias de los funcionarios más aborrecidos del gobierno, Méndez San Martín, ministro de Educación, y Raúl Alejandro Apold, secretario de Difusión.

El 5 de julio, Perón anunció el fin de la revolución peronista, se comprometió a asegurar la libertad de expresión y se proclamó presidente de todos los argentinos.

El Dr. Félix Luna, abogado, docente, periodista y escritor, destaca que a partir de aquí, la imagen presidencial perdió credibilidad. La gravedad del proceso político se hizo cada día mayor, y la propuesta de conciliación llegó tarde a una oposición que sólo recogió de ella, para aprovecharla, la oferta de libertades públicas. Tampoco la Iglesia perdonó. El 13 de julio publicó una carta pastoral que puntualizaba las agresiones sufridas y los incendios a los templos.

La solicitud de espacios radiales por parte de los partidos políticos fue aceptada.

El 27 de julio de 1955, por primera vez desde hacía años, se escuchó la voz de un político opositor, la del radical Arturo Frondizi. Frondizi no pronunció un discurso antiperonista, planteó las transformaciones necesarias para que la Argentina pudiera salir de la profunda crisis en que estaba sumida. Pero cuando Radio Belgrano pidió conocer los discursos de otros políticos opositores se terminó la apertura.

A principios de julio, la Policia de Rosario había detenido a dos dirigentes comunistas, los doctores Guillermo Kehoe y Juan Ingalinella. Kehoe fue puesto en libertad, Ingalinella murió como consecuencia de torturas y su cadáver jamás apareció. Este hecho contribuyó a poner más descrédito a las iniciativas conciliadoras del gobierno.

El día 15 de agosto empezó el último acto de la conciliación. Ese día la Policía anunció haber descubierto una conspiración para asesinar al Presidente. Docenas de personas fueron arrestadas. Además se produjeron varios asesinatos de vigilantes que estaban de facción en distintos puntos de Buenos Aires. La autoría de esos crímenes no pudo establecerse, pero probablemente podría haber pertenecido a grupos extremos antiperonistas.

El veranillo de la pacificación fue breve.

El 17 de agosto, el ministro del Interior, Oscar Albrieu, anunció en conferencia de prensa la terminación de la etapa de la conciliación y señaló que la oposición no había aceptado la tregua ofrecida por el Presidente.

El 30 de agosto, a la noche, la Secretaría de la Presidencia hizo saber a los diarios que debían prepararse para una edición extraordinaria.

El 31 de agosto, a primera hora, llegó a los matutinos un documento del presidente Perón, que también había sido enviado a las ramas femenina y masculina del Partido Peronista y a la CGT. Contenía su " renunciamiento ", no su renuncia que, por otra parte, hubiera correspondido elevar al Congreso de la Nación, fundado en que su presencia en el poder ya era innecesaria, señalando que las respuestas a su propuesta de conciliación ponían como condición su alejamiento del poder. De inmediato la CGT declaró un paro general e invitó a una concentración en Plaza de Mayo para pedirle a Perón que retirara su decisión.

A las 18 horas del día 31 de agosto, la Plaza de Mayo presentaba el aspecto habitual de las grandes jornadas peronistas, y cuando el presidente Perón apareció, las ovaciones sonaron como en los días de gloria. Pero todos, peronistas y opositores, quedaron estupefactos al escuchar el discurso que el Presidente pronunció: " A la violencia hemos de contestar con una violencia mayor ... cuando uno de los nuestros caiga, ¡ caerán cinco de ellos ! ".

Nadie supo qué pretendió Perón con estas palabras tan desatinadas y desafortunadas. Desconcertante alocución que, para empeorar la situación política, no fue seguida por ningún hecho concreto, se quedó en palabras. Pero palabras que unificaron a toda la oposición y marcaron el inicio del operativo que, veinte días después, derrocaría al Presidente de los argentinos.

El día 8 de setiembre, el secretario de la CGT, Hugo Di Pietro, se dirigió al ministro de guerra, general Franklin Lucero, pidiéndole armas para el pueblo peronista. Lucero contestó elusivamente atribuyendo el pedido a un rapto de " entusiasmo patriótico ", derivando al Poder Ejecutivo su consideración.

La imagen de milicias obreras y de una guerra civil golpeó la imaginación y en las Fuerzas Armadas despertó la certeza de que había que actuar y muy pronto.

IGLESIA DE SAN IGNACIO

Saqueadores e incendiarios de las iglesias céntricas de Buenos Aires, disfrazados con hábitos religiosos, 16 de junio de 1955

Nota:

En su libro "Del Poder al Exilio - Cómo y quiénes me derrocaron", Ediciones Argentinas, Buenos Aires, 84 páginas, año 1974, Perón condenó estos tristes hechos, dejando claro que:

" Fue un hecho execrable, un sacrilegio sin nombre que en ninguna oportunidad he dudado en condenar con las palabras más ásperas.

Aquella noche no la olvidaré jamás. En mi alma se abrieron profundas heridas que el tiempo y cuanto sucedió después no alcanzaron a cicatrizar.

Los incendios iluminaron aquella noche de tragedia. El rumor de la lluvia y el crepitar del fuego se unieron en una sinfonía infernal. Incendiaron la iglesia de San Francisco, San Ignacio, Santo Domingo, San Miguel y San Nicolás de Bari.

Mis adversarios no perdieron tiempo. Con el propósito de separarme del pueblo que se había negado a participar en la revuelta, me atribuyeron la responsabilidad del sacrilegio.

Soy católico, lo soy de nacimiento y por convicción; gracias a la fe católica por sobre todo, es que puedo reunir los medios morales y espirituales para afrontar y superar los momentos críticos de mi existencia.

Al dejar Buenos Aires, en los días de setiembre, me preocupé por meter en mi maleta dos cosas: una miniatura de la Virgen de Luján que, junto con el Cardenal Copello, coronamos durante una ceremonia, y un retrato de mi mujer. Son ellos los guías de mi existencia ".


Bibliografía consultada:

Perón y la Iglesia Católica, de Lila Caimari, Editorial Ariel, Buenos Aires, 390 páginas, año 1994.

Nuestro Siglo - Historia Gráfica de la Argentina Contemporánea, de Félix Luna, Editorial Hyspamérica, Buenos Aires, Tomo VII, 223 páginas, ilustrado, año 1984.

Eva Perón: Secreto de Confesión, de Sergio Rubín, Editorial Lohlé Lumen, Buenos Aires, 206 páginas, ilustrado, año 2002.

Los golpes militares ( 1930 - 1983 ), de Félix Luna, Editorial Planeta S.A., Buenos Aires, ilustrado, 159 páginas, año 2003.

Perón y la Iglesia, de María José Lubertino Beltrán, Editorial Centro Editor de América Latina, Colección Biblioteca Política, Tomo 2, año 1987.

Argentina, de Perón a Lanusse ( 1943 - 1973 ), Félix Luna, de la Colección Biblioteca Universal Planeta, Tomo 39, Editorial Planeta, Buenos Aires, 232 páginas, año 1973.

Imágenes y texto cortesía de mi amigo Carlos Vitola Palermo de Rosario, Santa Fe, República Argentina.


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