DOCUMENTOS SOBRE EVA DUARTE DE PERON 


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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HISTORIAS, ANECDOTAS y TESTIMONIOS 

Evita en el Hogar de Tránsito Nº 2, hoy Museo Evita, Lafinur 2988, Buenos Aires

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De Rosa Montero, periodista y escritora, autora del libro Pasiones, Amores y desamores que han cambiado la historia, editorial Aguilar, ilustrado, 230 páginas, México, una obra que incluye en sólo 10 páginas una severa y corrosiva crítica al binomio Evita y Perón, y que trae a la memoria los ofensivos textos de Mary Main:

Evita ha sido amada y odiada de manera frenética, y tanto sus partidarios como sus enemigos han llenado los anales de mentiras. También engañaba Perón, o el régimen peronista, abundante en patrañas demagógicas; y por añadidura mentía la propia Evita, que fue una gran mitómana.

A los quince años abandonó su casa y se fue a Buenos Aires. Dicen que se escapó con Magaldi, un cantante de tangos. Muchos aseguran que en esa época se dedicó a la prostitución. Extremadamente rencorosa, había aprendido a manejar a los hombres en su provecho. Con fino olfato se ligó a un poderoso militar espeso en carnes llamado Juan Perón.

Casi todo lo que rodea a Evita suena a grandilocuente y embustero: sus discursos, su autobiografía, su palabrería, sus gestos públicos.

Eva besaba a los leprosos y a los sifilíticos. Eran escenas valleinclanescas; rodeada de dolientes y de necesitados. Repartía billetes, regalaba camas y dentaduras postizas. La Fundación de Evita recibía enormes cantidades de dinero: de la Lotería, de los sindicatos y de las aportaciones de las empresas, una especie de extorsión. Y todo esto envuelta en visones y cubierta de diamantes. Todo ese delirio no podía durar. La riqueza se agotó rápidamente y ella acabó de cáncer el 26 de julio de 1952.

Esa vida tan extraña tuvo una estrambótica coda. Fue embalsamada, estuvo dando tumbos por el mundo y fue enterrada con nombre ficticio en Milán. La viuda de Perón, Isabelita, hizo traer el cadáver a la Argentina en 1974, por razones publicitarias. La pobre Evita está en el cementerio de la Recoleta, cerúlea e incorrupta, tan descabellada en su muerte como en su vida.

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De Arturo Mathov, abogado y político antiperonista:

Eva era una loba audaz, dura y llena de odios, algunos evidentes y otros ocultos, y Juan Domingo Perón es en el fondo un pusilánime, un tejedor de intrigas y un manipulador de hombres y masas; un individuo ambicioso y sin escrúpulos, un ser que hizo de la mentira y el engaño su herramienta política predilecta.

Su pasión la consumió y la redujo a cenizas, sin dejar otra cosa que esto: cenizas.

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De Benigno Acossano, escritor antiperonista, autor del libro Eva Perón - Su verdadera vida, editorial Lamas, ilustrado, 160 páginas, Buenos Aires, Argentina, año 1955:

Si Eva Duarte cometió pecados, la verdad indiscutible es que su vía crucis final fue un precio demasiado grande para cualquier pecado.

Perón, el demagogo, el medroso, la usó mientras pudo. ¿ Habrá extrañado a la figura nerviosa y delgada que lo había secundado, que lo había animado a combatir ?

Muerta Evita, la caída de Perón es un hecho histórico.

Eva Perón, la niña delgada y enfermiza, nacida en Los Toldos, provincia de Buenos Aires, alcanza, en el tercer decenio de su vida, un poder más grande que el conocido por ninguna de las mujeres de su época. Conservando las distancias, Eva Duarte fue más poderosa que las reinas de Inglaterra y de Rusia. No hay figura femenina en la historia del mundo, que haya alcanzado el poder en la forma en que ella lo alcanzó y lo mantuvo.

El historiador del futuro, el novelista, el investigador del alma humana, se encargará de dar a la comunidad un reflejo más cabal y más profundo de esta mujer que ha sido la más odiada y la más querida de la mujeres sudamericanas.

Como en el caso de los personajes más difíciles y complicados que han ido jalonando la historia de la humanidad, Eva Duarte constituye un tremendo complejo de virtudes, defectos, aptitudes y pasiones. Eva Perón era una mujer que debe ser considerada dejando de lado todo resentimiento. El que ella provocó y los que a ella la alimentaron.

Para comprenderla en su verdadera importancia, deben dejarse de lado todas las acusaciones fáciles, y escarbar debajo de la corteza de las apariencias para encontrar la verdadera médula, la causa fundamental y trascendente de sus acciones y reacciones, el motor que encaminó todos sus pasos.

Resulta muy fácil atacarla. Lo que es realmente difícil, lo que verdaderamente constituirá la tarea del biógrafo, del novelista, del psicólogo, será desentrañar de la maleza de calumnias y de verdades, esos rasgos escondidos que se mantienen puros y subsisten en las capas profundas del alma del hombre y de la mujer, y sólo en los casos excepcionales, como en el de Eva Duarte, presentan también características totalmente excepcionales.

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De Vicente Zito Lema, docente, poeta, dramaturgo, periodista y filósofo:

¿ Desde dónde hablar de Eva ?

¿ Desde un sueño en el principio de nuestra juventud, ella con su pelo en el aire sobre la cresta de las nubes, sosteniendo una espada gigantesca y sin dejar de sonreír, o sea con toda la gracia, embiste ella que no es más que una frágil muchacha de pechos diminutos, embiste y embiste contra ese buitre de penacho negro, hábil para el desguace, terco y paciente, que al fin hunde su pico de navaja entre sus ojos y ella cae, y todo se llena de sangre, y el aire bulle, el aire ya no es aire, pesa, y el buitre levanta vuelo y sube a la montaña y desde allí vigila a los que avanzan penosamente por el camino ?

¿ Desde sus sueños de infancia pobre, en Los Toldos, tapada su cabeza con una frazada para escapar de la mirada fija de ese padre que recién conocerá en un cajón de muerte; desde su cuerpo tapado con papeles que no engañan al frío mientras escucha el tropel de potros y tiembla ante los alaridos de la indiada que nacen desde abajo de la tierra como nacen una y otra vez los huesos de los vencidos ?

¿ Desde la mansa Junín, cuando ella se sentaba a contemplar las danzas del cielo y recitaba sonetos de amor y hacía con sus manos sombras chinas y todas las ceremonias del teatro, hasta el día que llegó un cantor de tangos que la sedujo con su voz de hombre triste, con la promesa de esa llave que le abrirá las puertas de la ciudad lejana, donde los folletines de radio se cumplen siempre con final feliz ?

¿ Desde su desamparo vulgar de muchacha provinciana en la Buenos Aires de las seis terminales de trenes a vapor y de las grandes marquesinas tan próximas y tan lejanas por donde bajan las estrellas de las broadcasting con sombreros de plumas y zorros plateados sobre los hombros ligeramente perfumados, rumbo a ese palacio de músicas y bailes donde ella no va, porque todavía la cenicienta del cuento no ha encontrado al hombre poderoso que la besa y redime de la bastardía y de cada hora de hambre y de cada caricia que no fue legítima, porque sólo los ángeles tienen el derecho de acostarse a nuestro lado desnudos y sin amor ?

¿ Desde el amor, desde qué amor, el amor que gratifica y repara a la hora de los lobos cuando suena el teléfono y una voz extraña nos dice que nuestra madre ha muerto, el amor que se frustra y engendra el odio, ese pájaro perverso que se mete en el alma y la transforma en cueva, el amor que se sabe frágil y se pretende eterno, el amor en donde se confunden para la suprema edificación del hombre, las obsesivas ideas de salvación y perdición del espíritu, el amor que se evade de sí y busca su recinto allí donde están los otros hombres con sus historias pequeñas y diarias, únicas, el amor que destruye al mundo del no amor para crear en el amor el único cielo que está en la tierra, o acaso ella quiso ser algo más que la plena luz del amor ? ¿ Desde dónde hablar con Eva, o Eva Duarte, o Eva de Perón, su negrita - ¡ que se casen, que se casen ! les gritaron sin camisa, frente a la casa , o sea sus hermanos que pedían para ella un final con Libreta del Civil y fiesta -, o Evita la de todos, que es decir la que fue y puso el cuerpo para que muchos años después, años que acaso no alcancen a ver nuestros ojos, cuando tanta obstinación se cruce de una vez y para siempre con la historia, alguien con aire doctoral pueda decir: en los antecedentes de nuestra revolución hay una mujer, y muestre su retrato, y otra generación se enamore como nos enamoramos nosotros cuando éramos jóvenes y la muerte tocaba su tambor en la casa de enfrente ?

¿ Desde la actriz de giras dudosas por teatros dudosos y hoteles trambién dudosos, la de Betty, Peggy, Mary, July, dulces y adoradas rubias de New York, estrellita Eva sin mayor estrella ?

¿ Desde el terremoto de San Juan, cuando entre lutos y beneficios por los que lo perdieron todo se cruza con el coronel y comienza la leyenda de dos como un canto de muchos que se bifurca hacia el infinito ?

¿ Desde un Octubre 17, y ella que sale y ella que no sale, ella heroína o temerosa soñadora, ella que va en busca de los que hacen la historia o los que hacen la historia cruzan los ríos, cruzan los puentes, y la hacen a ella, quieren tener algo dulce y bello para luchar con más ganas, o para morir con menos miedo, igual que un corazón en el medio del tiempo ? ¿ Desde todo lo que quitó con odio cantando como una niña: el que le quita a un ladrón tiene cien años de perdón; desde lo que dio con amor, o sea desde ella y por ella, porque de ella eran el hambre de muchos que mitigó, las heridas que cerró, las humillaciones que lavó, las bocas enfermas que besó, esa boca crispada qu lanza las señales a la multitud , esa boca convertida en llamada que anuncia: vendrán por la revancha, vendrán otra vez para humillarnos, vendrán por la noche con los cuchillos de degüello, y quién será el vigía cuando no esté yo ?

¿ Desde su rostro de bella porcelana de Limoges, sus aires de señora, su peinado de rizos, sus vestidos largos de Jamandreu, y ese rubí y esa perla y todos los juegos de cortesanas, todas las máscaras del ceremonial que probó y dejó, porque no eran de ella sino que pasaban por ella purificados como en un capítulo más de la gran novela, porque quienes en verdad estaban allí eran miles de muchachas de barrios y provincias con sus boquitas rojas y felices, al menos por unas horas, y salvadas, al menos por unas horas, de la fealdad y la pena; porque donde ella estaba era en la fuente, lavándose los pies con un gran movimiento sensible por medio del cual los pies lastimados de los otros llegan a ser sus pies de bailarina que corre por las calles y danza entre nubes como si fuera la aurora ?

¿ Desde el poder que tuvo en sus manos y dejó escapar como lluvia entre los dedos y no como oro que no se repite, porque el poder que llevó al país por donde el país anda tiene dioses, a los que ella no adoró, y tiene reglas para subvertirlo de cuajo que ella no cumplió, son reglas duras las de la revolución, y no se olviden que ella era una muchacha romántica movida como todos saben por el amor, o por el odio, que también se sabe vive bajo el mismo techo y usa la misma sábana ?

¿ Desde dónde hablar de ella ahora que como nunca hace falta, ahora que el cansancio y la desesperanza nos invaden, ahora que otra cara de su belleza es la fealdad del hombrecito perverso que saltó del folletín para instalarse en la Casa Rosada con sus muecas y sus risas y sus manos que no olvidan de apretar la soga que nos anuda la garganta ?

¿ Desde la conciencia de clase que tuvo y de los enemigos de clase que se ganó, porque se cosecha lo que se siembra y ella vaya que sembró ?

¿ Desde las milicias obreras que deseó hasta poner el deseo en la punta de sus dedos, que nadie antes que ella tuvo tan claro en este siglo, en estas tierras perdidas de sur, de que manera se ganaba o se perdía la partida ?

¿ Desde la justicia como el esplendor de un delirio que la quemó en la hoguera ?

¿ Desde el hierro de su mano con que marcó la frente del traidor ?

¿ Desde la mujer que votó; desde la mujer que puso su pie en la política para poner sentimientos donde sólo había impiedad y negocios; desde la mujer que se quedó en la Plaza de las grandes fiestas y allí enterró a sus muertos y allí tuvo sus hijos que ahora busca los jueves en la misma Plaza, de espaldas al río, a despecho de olvidos y perdones ?

¿ Desde su enfermedad, pobrecito su cuerpo, ella sin otro hijo que el cáncer en las entrañas, ella de 33 y ya santa, ella orada, ella con flores, ella pedida como se pide que venga la luz después de la tormenta que parece eterna y aterra ?

¿ Desde su renunciamiento, o sea la caída de un proyecto, o sea la derrota de ese gran salto hacia adelante que pudo ser y no fue, porque sólo fue el comienzo de la gran marea que levantó los cuerpos por las alturas y los estrelló contra las piedras y los convirtió en nada de vida, apenas jirones de rostros y de nombres que el viento trae y lleva, ni siquiera hojas para la tierra, tumbas como cántaros para recoger las lágrimas ?

¿ O debemos hablar desde su muerte en días en que indulta a los dueños de la muerte ? ¿ O desde su vida, ella saqueada hasta en sus últimas palabras pero viva ?

Viva y erguida con su dedo acusador dividiendo las aguas. Anunciando en nuestro silencio herido sin ángeles ni profetas que la muchacha del gran amor volverá blandiendo su espada y será millones.

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De Carlos Alberto Floria, historiador, politólogo, docente y escritor:

Perón fue un líder carismático. Según el notable análisis del filósofo Max Weber el carisma - la " gracia " política que otorga al beneficiario un ascendiente directo y simbólico a la vez sobre sus seguidores - se manifiesta en períodos de grandes tensiones y de angustia colectiva. Por un lado los seguidores perciben en el líder una capacidad representativa y orientadora de sus incertidumbres. Por el otro, el líder carismático exhibe capacidad de respuesta satisfactoria a la crisis de identidad personal y colectiva que atraviesa la sociedad. El carisma en política no es una gracia en el sentido de una " dote ", pues, sino una cualidad relacional. Porque la política es relación, porque el carisma se explica en ciertos momentos históricos y porque surge a partir de una percepción particular de sectores significativos de una sociedad, el líder carismático se impone por representar una síntesis nacional en momentos de incertidumbre y de transiciones erráticas.

En la Argentina del 45 se dieron las condiciones objetivas para la aparición del carisma y para la ecuación política y social. La Argentina era una sociedad mal integrada, en movimiento y cambio, fatigada por frustraciones políticas reiteradas, dispuesta a una " fuga hacia adelante " o bien al sentimiento de la decadencia y la ruina que suele ser el prólogo de la entrega a personalidades extraordinarias. El surgimiento de un personaje que entraba en escena como una suerte de " outsider ", no vinculado al pasado político sino a una situación nueva aunque polémica, poseedor de una mística y de un mensaje, que había logrado marcar una línea entre aliados y adversarios, suficientemente nítida como para simplificarlo todo, incorporó a aquella ecuación en ciernes el elemento que faltaba para que la fragua fuera completa. La presencia militante y creciente de Eva Perón contribuyó a esa suerte de autocracia bicéfala articulada, de todos modos, en torno al prestigio de Perón.

Tanto el historiador como el analista político necesitan ubicar la personalidad del hombre de Estado dentro de una tipología que oriente sobre sus actitudes, sus disposiciones notorias, sus rasgos dominantes. Esto, que es claro cuando se estudia la política internacional no suele ser fácil de aprehender o de explicar cuando se describe la política interior. Sin embargo, es un dato importante, porque no todos los líderes se parecen ni todos los carismas se apoyan en cualidades semejantes. La observación equivocada de esos rasgos, o la prescindencia de un análisis condujo a muchos a una interpretación errónea de la realidad humana llamada Juan Domingo Perón, de la que se esperaron luego reacciones y respuestas diversas o se le atribuyeron creencias o ideas distintas de las previsibles en un realista y en un pragmático.

Porque Juan Domingo Perón pertenecía a la familia de los realistas y de los empíricos. No era sólo eso, naturalmente, porque estamos ante una realidad compleja cotejada con tipos ideales, pero era por lo pronto eso. En política le parecía absurdo lo que no cambiaba y era mucho menos obstinado de lo que parecía. " Rompo, pero no cedo " era la divisa de un Lamennais, porfiado luchador, imitada por Alem e Yrigoyen, dos principistas: No era la divisa de Perón, en todo caso un oportunista más bien que un rígido, un flexible y no un duro intransigente. Sólo en el ocaso de un régimen abandonó el realismo, cedió a la soberbia del poder y claudicó en su capacidad negociadora. Ocurrió entonces el conflicto con la Iglesia Católica y el principio de su declive. Pero en su mejor momento como gobernante y en su gestión como líder exiliado, el realismo, el sentido de la oportunidad, la intuición y la viveza fueron características dominantes de su acción. Fue además un imaginativo, lo contrario del que le embaraza lo imprevisto. Confundía a quienes escribieron o describieron el peronismo desde esquemas ideológicos. Fue inaccesible para quienes quedaron atrapados en el arsenal mitológico de todo liderazgo popular que acontecimientos voluntarios o involuntarios alejan del escenario donde debió probarse con la realidad. Preciso es recordar que nos estamos refiriendo al " príncipe nuevo ", al líder recién llegado, al fenómeno aún inédito que era el peronismo histórico y no a la versión que el tiempo y las circunstancias condicionaron en la segunda experiencia peronista. En la naturaleza y en la explicación política del peronismo histórico el primer dato es Perón, su liderazgo carismático como expresión mayor de capacidad política y su aptitud para transmitir a las masas la sensación de la participación política, la dignificación social y la representación simbólica. La Argentina era una sociedad de masas, distinta de la sociedad de notables del siglo XIX, y en ella el " mito del jefe " sería un ingrediente fundamental. Ese mito no fue el resultado de una construcción cerebral. En la carrera política de Perón se conjugaron los factores anotados así como la presencia de dos elementos insoslayables: el ejército y Eva Perón. La carrera pública de Perón comenzó y terminó con signo militar. La presencia d Eva Perón fue, asimismo, un factor relevante. Mujer singular, fue una suerte de espontaneidad arbitraria y de pasión en movimiento que engendró adhesiones y resentimientos tanto racionales como irracionales. Es difícil y en todo caso polémico precisar en qué momento un gobierno o un régimen político se encuentran en el cénit de su estabilidad y vigencia o han comenzado a mostrar signos de fatiga y marchan hacia su crisis. La estabilidad de un gobierno debe satisfacer, teóricamente, ciertas condiciones políticas y algunas condiciones económicas y sociales. Desde el punto de vista político la estabilidad es el resultado de sumar legitimidad más eficacia decisional, ecuación que esconde en rigor una secuencia de otras condiciones sociales y políticas disimuladas por dos conceptos tan rotundos y, sin embargo, difíciles de traducir en una explicación política como legitimidad y eficacia. Cada sector social, político, económico y cultural de la Argentina de entonces tenía una especial manera de percibir el proceso y la realidad, y eso explica las descripciones contradictorias que una misma experiencia colectiva ha suscitado en los testigos, en los protagonistas, en los participantes y en los estudiosos. Selección perceptiva no siempre deliberada, a menudo espontánea e inevitable, es necesario tenerla presente en la explicación de la época.

El régimen peronista de los años 1946/1955 fue autoritario, pero ¿ hasta qué punto los sectores populares beneficiados por la política de esos gobiernos, a los que habían votado por haber apelado a sus sentimientos y responder a sus aspiraciones, percibían la experiencia como " autoritaria " ? Para los sectores populares eso no era autoritarismo, sino justicia social y bienestar. Para ciertos sectores medios y para la sociedad intelectual la experiencia peronista se caracterizó en cambio por su medianía, por sus usos sin creatividad y sus abusos sin autocrítica. Eso no era justicia, sino " dictadura ". Los miembros tradicionales del poder económico veían al régimen desde la óptica de la agresión discrecional a sus intereses, la firmación del estatismo desorbitado y una peligrosa proclividad al colectivismo. Sectores amplios de la sociedad compartieron la crítica al régimen por motivos no económicos, y por lo que significa el simbolismo político del carisma.

El peronismo fue una cuestión de razón y corazón al principio, mucho más de corazón que de razón al final. Así como hubo gentes conquistadas por el peronismo de una vez y para siempre, hubo otras que fueron antiperonistas desde el principio. Quienes vivieron el proceso saben que no todo se puede explicar en orden a " intereses " en el sentido económico del término, y que buena parte de la experiencia se pudo entender a partir de " sensaciones " personales y colectivas. La oposición entre peronistas y antiperonistas se hizo una cuestión de piel, un problema social y no sólo político. De ahí la antinomia, la polarización, los juicios y prejuicios, los procesos de intención, las ideas y creencias de ese tiempo. El líder de entonces no fue sino en parte el líder conocido por muchos luego de su retorno del exilio el 20 de junio de 1973. A la autoridad sobre una parte que era autoritaria para el resto, sucedió en la segunda experiencia un líder nacional que se comportó como autoridad para casi todos. Las condiciones sociales, económicas, políticas y sobre todo culturales de la Argentina del 73 eran muy distintas de las de la sociedad del 46 y del 50. Tal vez porque el tan realista que fue Perón percibió rápidamente el cambio de la realidad; quizás también porque entre el coronel con medio siglo de vida y el general exiliado mucho más viejo y experimentado, mediaron diferencias cualitativas imponderables. La comparación sólo es posible si se tienen en cuenta estas profundas y decisivas diferencias.

Por eso también las interpretaciones tan distintas, a veces diversas, del peronismo, de la naturaleza y significado del movimiento, del líder y de las experiencias gobernantes. Socialismo cristiano, social nacionalismo, presidencialismo plebiscitario, democracia obrera, socialismo del Estado, bonapartismo, populismo, neobismarckismo ... ¿ qué denominación es la más apropiada ? ¿ En qué medida las metáforas y las analogías son suficientes para aprehender una experiencia política nueva ?

El peronismo nació como un precipitado de creencias, ideas, ideologías, doctrinas, mentalidades, temperamentos, experiencias colectivas y circunstancias personales. Fraguó en torno de un líder con rango militar, intuición popular, sentido de la organización, tendencia al encuadramiento de las masas, proclividad a la jefatura y al respeto por el orden, permeabilidad hacia la idea de justicia social, realismo, y percepción del sentido de la historia cuya lectura era parte de su oficio. Temas como la " comunidad organizada " proceden tanto de ciertas vertientes del pensamiento católico como del nacionalismo maurrasiano, no son ajenos a la tradición corporativista y tienen cierta correspondencia con otros como la " nación en armas ", perteneciente a la moderna literatura militar vigente desde el comienzo de la carrera pública de Perón.

El justicialismo fue la doctrina oficial del movimiento, pero conviene aceptar que la doctrina es cronológica y lógicamente posterior y tributaria de los sucesos que fraguaron al líder y al movimiento. Mientras Perón condujo el movimiento, la doctrina fue un instrumento, un catecismo laico del cual el líder era el intérprete final. La expresión " la única verdad es la realidad ", que Perón reivindicara extrayéndola de la historia hasta los últimos momentos de su vida, es el lema de un realista, pero también de un empírico conciliador.

Peronismo y antiperonismo eran dos polos, no dos partidos. La tensión ideológica creció y la polarización centrífuga llevó a uno y otros a desinteresarse por la suerte del sistema que abrigaba a unos y dejaba a la intemperie a los otros. Desde ese momento estuvo en cuestión una de las condiciones de estabilidad política: la legitimidad. Esta evoca la creencia compartida por la sociedad de que el sistema que gobierna sus conflictos merece ser sostenido. Esa creencia, al promediar la década del 50, estaba partida, no compartida. La otra condición - la eficacia - claudicaba frente al burocratismo del régimen, a la rigidez excesiva de las correas de mediación entre el pueblo y el líder y a la fatiga de éste. En 1952, con la muerte de Eva Perón, la crisis económica y la rutinización del carisma, el régimen peronista entró en un declive que explica, al cabo, la escasa reacción demostrada frente a la conspiración que terminó en la revolución de 1955.

El conflicto con la Iglesia fue el principio del ocaso. Aglutinó a la oposición, los templos se convirtieron en tribunas de crítica moral y política que congregaron, incluso, anticlericales que no los habían visitado antes. El antiperonismo desafió al régimen desfilando por las calles de Buenos Aires a propósito de la celebración de Corpus. El gobierno envió al exilio al obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Tato y a un canónigo de la Catedral, Ramón Novoa. Acusó a los católicos de haber quemado la bandera argentina y estos acusaron a la policía. El 16 de junio de 1955 una escuadrilla aeronaval atacó la Casa Rosada. La primera bomba cayó a las 12.45 de ese día triste, en el que muchos inocentes murieron y la rebelión fracasó. La noche llegó en medio de la luz de los incendios de templos católicos. El odio cundió entre los argentinos.

El presidente advirtió que todo había llegado demasiado lejos e intentó una política de pacificación. Apeló a la oposición, pero las cartas estaban echadas. No era ya una oposición institucional, sino una oposición antisistema, porque el sistema no había guardado ningún lugar para ella. El régimen había perdido el apoyo del poder moral, tanto religioso como ideológico. Muchos nacionalistas se alejaron, pasando a la conspiración. El poder militar estaba dividido, asediado por la presión de la opinión pública antiperonista, exasperada e impaciente. La Argentina peronista era fiel, pero estaba desconcertada. Perón renuncia ante su partido, no ante el Congreso, y la C.G.T moviliza a sus organizaciones para reclamar que modifique su actitud. El 31 de agosto, día de la renuncia, el presidente arenga a una multitud reunida en la plaza de Mayo con un discurso violento. La noche cae y reina la calma tensa, en una ciudad patrullada por fuerzas militares. La Marina de Guerra, epicentro de la conspiración militar, espera la decisión del levantamiento. Esta llega desde Córdoba encabezada por un militar de origen nacionalista y católico, Eduardo Lonardi. La situación militar era angustiosa para los sublevados cuando llegó la noticia de un pedido de tregua y de un documento del presidente que una junta militar ad hoc interpretó como su renuncia. Perón buscó refugio en la embajada del Paraguay. Y el 23 de setiembre de 1955 la plaza de Mayo se llenó otra vez con una multitud tan compacta e impresionante como aquella del 17 de octubre de 1945. Diez años después, era la Argentina antiperonista. El poder había vuelto a las fuerzas armadas, como doce años atrás ...

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De Héctor Roberto Paruzzo, poeta, escritor, cinéfilo y periodista:

El día 13 de mayo de 1936 el diario La Capital de Rosario anunciaba para el día 20 la presencia en el Teatro Odeón, Mitre 754, Empresa Franco - Lento, de la Compañía Argentina de Comedias Cómicas, en lugar de una Compañía Española de Zarzuelas, que por inconvenientes de último momento no podía cumplir con sus compromisos.

En aquella época, las compañías actuaban todos los días con tres y hasta cuatro funciones con obras distintas, de allí la necesidad de un apuntador. De tal modo, no tenía nada de sorprendente que la compañía en la que trabajaba Eva Duarte hubiese estrenado en menos de diez días varias obras.

En el diario, se daba la trayectoria de las tres cabezas de la Compañía: Pepita Muñoz, José Franco y Eloy Alvarez. De Pepita Muñoz, " una de las comediantes argentinas más importantes ", se destacaba que perteneció a la Compañía de Paulina Singerman, con la que había estado en Rosario el año anterior. De José Franco, que era un veterano sobradamente conocido de nuestro público, y de Eloy Alvarez, se afirmaba su excelencia como actor cómico.

En la página de espectáculos, en cartelera, estaban el horario y el precio: 21.45 hs. y $ 1.50. Y, además, los nombres de la primera actriz, Teresa Senén, y del primer actor, Jacinto Aicardi.

El domingo 7 se anuncia el estreno de " El beso mortal ", una obra de mucho compromiso y que el año anterior tuviera un gran suceso en el Teatro Apolo de Buenos Aires. El jueves 11 se produce el gran evento de la gira con " El beso mortal ".

Al día siguiente La Capital, en su sección Vida Artística, comenta bajo el título " Un problema social se debate en la obra estrenada en el Odeón " que todo el drama gira en torno a " las enfermedades venéreas y la deficiente educación sexual de la juventud " debido al falso pudor " que vela, especialmente a la juventud, muchas realidades de la vida ". Por lo tanto, la pieza adoctrina saludablemente y, en tono polémico, lo que hace en tren de combatir " prejucios retardatarios ".

Sin embargo, el anónimo comentarista considera a la obra" fuera de actualidad ", ya que en materia de profilaxis se había evolucionado muchísimo, y llega a poner en cuestión la validez de usar el teatro como tribuna. Pero reconoce que el autor, Louis Le Gouradiec, ha sabido graduar " el interés y la intensidad de las situaciones " mechando notas festivas en momentos de gran dramatismo. Destaca que la traducción de Federico Basso ha sabido mantener la " fluidez y la galanura del diálogo ".

Elogia especialmente la labor desempeñada por Pepita Muñoz, José Franco y Eloy Alvarez, y menciona a Fina Bustamante, Eva Guerrero, Oscar Soldatti y Jacinto Aicardi. También señala que la concurrencia colmó la sala y aplaudió calurosamente.

A Eva Duarte no la incluye. ¿ O es que hay una confusión con el apellido de la otra Eva ? El hecho es que durante toda la estadía a veces aparece el nombre de Eva Duarte y otras el de Eva Guerrero, pero nunca juntos.

El éxito de la obra se mantuvo en forma permanente, y eso que en algunos momentos tuvo que competir con " Mateo " de Armando Discépolo, que la Compañía Rinaldi - Charmiello venía ofreciendo en el Teatro La Comedia, los Niños Cantores de Viena en el Teatro La Opera, y otros espectáculos y estrenos cinematográficos convocantes.

Tal es así que el miércoles 17 en Vida Artística se augura la permanencia de la obra a la que empezó a auspiciar La Liga de Profilaxis Social, y debido a este firme éxito los empresarios disponen, respondiendo a pedidos, precios populares para su mayor difusión.

Sin dejar de intercalar las otras obras que la Compañía tenía en cartel, " El beso mortal " se ofreció en distintos horarios, con funciones especiales para el Magisterio, Bancarios y Empleados.

Luego se anuncia otro estreno " Llovido del cielo ", que irá los primeros días de julio, en donde Eva Duarte hará el papel de Estela, y por el que será calificada de " eficaz como siempre " por el anónimo comentarista.

Otros detalles que se van desprendiendo de las notas: los muebles de la obra han sido facilitado por Scarabino Hnos., así como también el instrumental para el 2º y 4 º acto de " El beso mortal " que fueron cedidos por Lutz Ferrando, mientras que la propaganda callejera la hacían en un auto de la Agencia Ford Stábile.

Ciertos domingos hay reparto de juguetes en la función de las 15 hs., y cerca ya de la despedida se rifa gratuitamente una muñeca " Shirley Temple " en la vespertina de las 18.15 hs. En varias funciones se regalan medallitas de plata de la Virgen Milagrosa de Pompeya a la concurrencia femenina. El viernes 24, Día de los Novios, se sortean gratis objetos de valor que algunas casas comerciales han donado gentilmente para la ocasión.

A partir de cierto momento se empieza a llevar en cada anuncio el cómputo de representaciones de " El beso mortal " que llegará al record no alcanzado frecuentemente de las 89 el 26 de julio en que se despide la Compañía para seguir su gira por Mendoza y Córdoba.

Pero antes, el jueves 23, hay una función de " despedida y beneficio " para los cabezas de compañía Pepita Muñoz, José Franco y Eloy Alvarez en la que se ofrece al final un " acto de variedades " a cargo de la cancionista Dora Verdi, del conjunto radiotetral Renacimiento, del cantante José Alberto Giménez, del conjunto de Atilio Cavestri y la orquesta típica de Chera con el dueto Elida - Oscar.

Y el domingo 26 de julio aparece la primera foto de Evita en la prensa, con sus 17 años y sus cabellos negros cortos, y a cuyo pie se lee: " Eva Duarte, joven actriz que ha logrado destacarse en el transcurso de la temporada que hoy termina en el Odeón ".

Y así lograba su consagración en la misma fecha en que 16 años después entraría en la inmortalidad.

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De Edmundo Guibourg, crítico de teatro, escritor y periodista:

Evita era una muchacha muy linda, simpática, enfermiza, de piel muy blanca. Teníamos una inmensa amistad porque ella se sentía protegida en un ambiente que no solamente la rehuía, sino que también la ofendía porque había tenido una vida bastante complicada y no se lo perdonaban.

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De Alvaro Abós, abogado y escritor, Premio Konex 2004 de biografías:

Cuando la mañana del 9 de abril de 1953 el mayordomo Inajuro Tashiro entró en la habitación de su amo, en el quinto piso de la Avda. Callao 1944, llevando la bandeja del desayuno, el espectáculo le erizó los pelos: Juan Duarte, secretario privado del presidente de la República, yacía en un charco de sangre, vestido con calzoncillos, camiseta, medias y ligas. Una flor negra ornaba su sien derecha.

No era una rosa sino un orificio de bala. Duarte estaba arrodillado ante la cama como si huebiera muerto mientras rezaba. En el suelo se veía un revólver Smith & Wesson calibre 38 y sobre la mesa de luz una carta manuscrita en la que se despedía de su cuñado y jefe, Juan Domingo Perón.

En cuanto se conoció la noticia, una ola de rumores se extendió por Buenos Aires. En 1952 había muerto Evita y el gobierno peronista enfrentaba muchos problemas, aunque aún faltaban dos años para que lo derrocaran los militares. El suicidio fue considerado un crimen de Estado, un ajuste de cuentas entre jerarcas, cómplices de turbias maniobras de corrupción, sobre todo vinculadas con el monopolio oficial de la exportación de la carne. La víctima, Juan Ramón Duarte, " Pebete ", era un antiguo vendedor de jabones que, a la sombra de su hermana menor, se había convertido en uno de los hombres más poderosos y ricos del país.

En 1935, María Eva Duarte marchó a Buenos Aires al amparo del cantante de tangos Agustín Magaldi y Juancito, que estaba allí haciendo la conscripción, fue su escudero y compinche. De entonces le venía a Juan Duarte la fascinación por las mujeres de la farándula. Le parecía mentira que María Eva se codeara con aquellas luminarias de la radio: Anita Jordán, Ada Pampín o Rosita del Río.

Cuando su hermana comenzó a codearse con empresarios y luego militares de cierto fuste, Juancito estaba atento para recoger las migas: en 1944, María Eva lo hizo nombrar inspector del Casino de Mar del Plata ( aunque conservó un tiempo el puesto de corredor de Jabones Radical ) y los hermanos se mudaron de un pequeño departamento de Carlos Pellegrini al 1300 a uno mayor en Posadas y Ayacucho. El 21 de octubre de 1945, luego de los acontecimientos que conmovieron al país, María Eva Duarte y el coronel Juan Domingo Perón se casaron por civil en Junín; fueron testigos Juancito y el coronel Domingo Mercante.

Después, todo fue una vorágine. En 1946, Perón fue elegido presidente y Juan Duarte pasó a ser el secretario privado. Su cara aparecía con frecuencia en las fotos de Perón, siempre en segundo plano. Eva, a medida que adquiría importancia en la vida del país, protegía a su hermano y, al mismo tiempo, en privado le reprochaba sus locuras, sobre todo los líos de faldas. " Portate bien, Juancito ", era la invocación repetida de la Dama de la Esperanza a su hermano que, a las seis, tras una noche de farra, solía regresar a la residencia presidencial de la calle Austria y se encontraba con el general recién levantado, que lo invitaba a matear. Ocultando sus ojeras y su fatiga, Juancito acompañaba al madrugón del presidente fingiendo que también él salía de la cama.

Juan Duarte acompañó a Evita en el viaje a Europa ( 1947 ), se compró el departamento de Callao, una estancia, acomodó a sus amigos, acumuló bienes y mujeres sin siquiera detenerse a contar lo que tenía. Además del campo de Santa Marta ( 2000 hectáreas y un muelle de 200 metros sobre la laguna de Monte ), departamentos, acciones, studs, autos, aviones y los célebres permisos de importación de coches extranjeros. Mediante el apoyo a empresas productoras como Epa, Emelco o Argentina Sono Film, Duarte y su íntimo amigo Raúl Apold, secretario de Prensa y Difusión, impulsaron el cine nacional, especialmente a aquellos productores, directores y artistas adictos al gobierno. Aquí, Juancito se movía en terreno peligroso: Evita conocía el medio artístico a la perfección, y tenía algunas cuentas para cobrarse.

La historia de Juan Duarte dio un vuelco el 26 de julio de 1952, cuando el cáncer se llevó a Eva. El hada protectora de los pobres era también quien velaba por el Pebete, ese tarambana que nunca sentó cabeza. Perón, al margen del reconocimiento hacia un servidor que le fue leal hasta el fin, miraba con desconfianza a su cuñado, él que, a pesar de las habladurías, era un militar austero al cual terminaron por cansar las trapisondas de Juancito con las féminas.

Las actrices a las que Juan galanteó fueron muchas, con suerte varia. Les enviaba flores y bombones, las invitaba a su palco privado en el Tabarís, al paddock de Palermo o a bailar en el roof garden del Alvear. Si la cosa iba bien, las llevaba a alguna joyería como Ricciardi, Settecasi o Jean Pierre y les mostraba las colecciones para luego regalarles un solitario de diamantes. Durante años, vivió un triángulo amoroso con Elina Colomer y Fanny Navarro, dos divas muy populares.

Según la formidable biografía Fanny Navarro, un melodrama argentino ( 1997 ), de César Maranghello y Andrés Insaurralde, editorial El Jilguero, la primera asumió el papel de amante y la segunda, el de novia; a los padres de Fanny Navarro solía invitarlos Duarte a su estancia de Monte. Toda esta historia puede seguirse por medio de los comentarios que, a la manera de un coro griego, publicaban en Radiolandia o Antena las columnistas de chismes del ambiente artístico como Valentina o Mendy ( que era la hermana de Elina Colomer ).

La carrera de Fanny Navarro - una morocha que en su mejor papel protagónico, el que desempeñó en Deshonra, de Daniel Tinayre, mostró cierta veta de ensimismado delirio - se frustró al caer el gobierno. La militancia peronista y la relación con Duarte la condenaron al ostracismo: perdió sus bienes y hasta llegó a pasar hambre, debió trabajar en pequeños papeles humillantes para una ex primera actriz que terminó hundida en la locura. Murió a los 51 años, en 1971.

Las denuncias de corrupción salpicaron al gobierno de Perón desde el comienzo. El 3 de diciembre de 1949, en un intento por detenerlas, el presidente - que a su caída, en 1955, sería llamado por sus opositores el gran corruptor - había presentado su declaración jurada de bienes, aduciendo que sólo poseía la quinta de San Vicente, adquirida antes de llegar al poder, y sobre la que pesaba una hipoteca. Luego, las acusaciones arreciaron. Se decía que ciertos funcionarios del gobierno - y siempre estaba Juan Duarte en boca de todos - usaban los permisos de importación de automóviles ( entonces no se fabricaban en el país ) para llenarse de oro. La exportación de carne, que era un monopolio del gobierno, estaba sospechada de ser otra fuente de enriquecimiento ilícito.

Las críticas se multiplicaron tras la muerte de Evita. A la salida de un acto en el Teatro Colón, la actriz peronista Malisa Zini se acercó al presidente y, a los gritos, antes de que los guardaespaldas la alejaran, le recordó que lo rodeaban muchos corruptos. Perón la citó a la residencia de calle Austria y allí la Zini de dio un detallado informe.

El presidente encargó al general León Bengoa que investigara. El 8 de abril, Perón habló por radio: " Irá a la cárcel hasta mi propio padre si es ladrón ", clamó. Todo el mundo entendió que se refería a su cuñado. Ese mismo día, Bengoa allanó la caja fuerte de Juancito en la Casa Rosada y se llevó todos los documentos, mientras la ciudad hervía de rumores.

Duarte escuchó el discurso en su coche, mientras volvía a su departamento de Callao, y supo que todo había terminado.

¿ Qué sucedió en el quinto piso de Callao 1944 la noche del 8 al 9 de abril de 1953 ? Hubo un desfile de jerarcas: estuvieron Apold; Héctor Cámpora, presidente de la Cámara de Diputados; Osvaldo Bertolini, casado con otra Duarte, que también trabajaba en la Presidencia; Ramón Subiza, Raúl Margeirat, jefe de Ceremonial; el canciller Jerónimo Remorino. En suma, los amigos de Juancito, que trataron de mediar en la crisis.

" Bebimos unos tragos de whisky - narró luego Bertolini - y cuando nos despedimos, a eso de las dos y media de la mañana, Juan Duarte me tomó de los hombros y me clavó la mirada: Andate derecho a casa, me dijo. Yo no entendí muy bien el sentido de esas palabras. Pero al día siguiente comprendí todo ... Juancito se había pegado un tiro en la sien. "

El juez Raúl Pizarro Miguens dctaminó que era suicidio. Para la opinión pública, se trataba de un asesinato, y cuando el golpe de Estado derrocó al gobierno, en 1955, una comisión investigadora presidida por el capitán de fragata Aldo Luis Molinari reabrió la causa. Entre los muchos elementos dudosos, sobresalían dos: la madre y una de las hermanas del muerto se presentaron en Callao 1944, horas después del hecho, y mientras intentaban ver el cadáver, pronunciaron estas palabras que muchos oídos escucharon: " ¡ Lo asesinaron ! ¡ Lo mató Apold ! " Una vecina que vivía en la vereda de enfrente de la avenida Callao, vio en la madrugada que un auto estacionaba frente al Nº 1944 y que varios hombres sacaban un cuerpo inerte y lo introducían en la casa.

En la mesa de luz del muerto se halló la siguiente carta manuscrita: " Mi querido general Perón: la maldad de algunos traidores al general Perón y al pueblo trabajador, que es el que lo ama a usted con sinceridad, y los enemigos de la Patria, me han querido separar de usted, enconados por saber lo mucho que me quiere y lo leal que soy ... He sido honesto y nadie podrá provar (sic) lo contrario. Lo quiero con el alma y digo una vez más que el hombre más grande que conocí es Perón ... Me alejo de este mundo azqueado (sic) por la canalla, pero feliz y seguro de que su pueblo nunca dejará de quererlo. Cumplí como Eva Perón, hasta donde me dieron las fuerzas. Le pido cuide de mi amada madre y de los míos, que me disculpe con ellos que bien lo quieren. Vine con Eva, me boy (sic) con ella, gritando Viva Perón, viva la Patria, y que Dios y su pueblo lo acompañen siempre. Mi último abrazo para mi madre y para usted. Juan Ramón Duarte. P.D. Perdón por la letra, perdón por todo ".

Cuando Pizarro Miguens le llevó la carta a Perón, el comentario de éste fue: " A ese muchacho lo perdieron el dinero fácil y las mujeres. Tenía sífilis ".

Para Molinari y para quienes sostenían que Duarte había sido asesinado, la carta a Perón fue falsificada. Se basaban en que una fotocopia fue retocada por la SIDE ( Secretaría de Inteligencia del Estado ) para disimular los errores de ortografía y ese original manipulado se publicó en todos los diarios.

Alicia Dujovne Ortiz, en Eva Perón - La biografía, publicada en 1995, recoge esa hipótesis y desecha la tesis del suicidio, admitida en cambio por Félix Luna. Un juez nombrado por la Revolución Libertadora, Jorge Franklin Kent, revisó en 1958 la causa y convalidó lo actuado por Pizarro Miguens. Félix Luna incluso culmina la narración del suicidio con estas palabras: " ... en un gesto que salvaba su vida de chorrito fácil, tomó el revólver ... "

La muerte de Duarte sacudió al país. Nadie creyó en la versión oficial. Se decía que a Juancito lo habían matado por la espalda cuando trataba de huir del país junto a Elina Colomer, que le habían pegado cinco tiros en la espalda, que el cadáver no era de Duarte, que se hallaba sano y salvo en Suiza ...

Bajo el influjo de esa muerte, el 15 de abril de 1953 la C.G.T. convocó a un acto en la Plaza de Mayo. Estallaron bombas que mataron a varios manifestantes. Esa noche, las turbas incendiaron el Jockey Club y la Casa del Pueblo.

Una de las obsesiones de la Revolución Libertadora fue demostrar que Juan Duarte había sido asesinado. La Comisión Investigadora Nº 58 fue presidida por Molinari, pero en realidad estaba dirigida por Próspero Germán Fernández Alvariño, conocido como " el capitán Gandhi ", que ordenó cortarle la cabeza al cadáver, con la excusa de analizar el orificio de la bala.

La necrofilia antiperonista de este personaje autocalificado " leoncito de Dios ", se cebó en los restos del secretario privado de Perón, repitiendo la suerte que corrieron los despojos de Evita. Durante uno de esos interrogatorios a que fue sometida Fanny Navarro, el capitán Gandhi mandó traer la cabeza tapada, que descubrió súbitamente ante la actriz. Esta se desvaneció. Jamás pudo recuperarse de ésta y otras sevicias.

La sucesión de Juan Duarte, tramitada ante el Juzgado Nacional en lo Civil Nº 16, indagó los bienes que estaban a nombre del finado y sólo encontró 80.000 pesos, una suma insignificante para la época, dos autos y un avión. Nadie en su sano juicio ha pensado en erigir un monumento a Juan Duarte, una antihéroe que más bien llama al olvido. Tampoco su vida ha merecido que se ocuparan de él grandes músicos o escritores, salvo el modesto folletinista Eloy Rébora, que le dedicó un libro de quiosco titulado Prontuario de un perdedor.

A Juan Ramón Duarte lo atrapó la sífilis - hoy sería el SIDA -, ese castigo para el pecador. Fue un módico galán de pueblo, un pebete argentino que confundió su billetera con la del país: historias que terminan mal, como un monólogo de Catita, la creación cómica de Niní Marshall, en el que se filtraran algunas frases de Macbeth.

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De Dora Luque Legrand, articulista de la revista sobre el mundo del cine y la radio " Sintonía ", en una nota del mes de setiembre de 1938:

Ella no tiene el sello inconfundible e inevitable que cataloga inmediatamente a la artista. Muy por el contrario, tiene el airoso y sano físico de una maestrita buena, la fresca cordialidad de nuestra vecinita de cualquier barrio. Evita Duarte es un descanso, un respiro, un rostro aparte en el grupo maquillado y artificial de la farándula.

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De Felipe Isidro Pigna, profesor de Historia, investigador, escritor, autor del libro Evita, editorial Planeta, 2007, Buenos Aires, Argentina:

En marzo de 1999, Nilda Quartucci - hija del actor Pedro Quartucci - presentó una demanda de filiación ante el Juazgado 38 de la jueza Mirta Ilundai. En ella dice haberse enterado a los veintiocho años de que Eva Duarte era su verdadera madre. Nilda, nacida en 1940, solicitaba un estudio de ADN que permitiera confirmar el vínculo y acceder entonces a sus posibles derechos hereditarios. La versión de Nilda Quartucci fue puesta en duda por el historiador peronista Fermín Chávez, en un reportaje concedido a Carlos Ares: " Esta señora dice que nació en octubre de 1940, yo seguí semana a semana la actividad de Evita ese año y es imposible que haya tenido un embarazo y un parto. Es un disparate. A fines de agosto, cuando supuestamente ya estaba embarazada de ocho meses, Evita trabajaba en una obra de teatro. Terminó esa obra y comenzó con otra. No hay ninguna mención en ningún lado sobre su embarazo. En 1940, Evita ya tenía el problema de útero que desencadenaría en el cáncer que le provoca la muerte en 1952, a los 33 años. Ella no podía tener hijos. Perdió un embarazo de Perón en 1945 ".

El asunto terminó el 15 de febrero de 2006, con la resolución de los jueces de cámara Galmarini, Posse, Saguier y Zannoni, que dictaminaron: " Descartado cualquier vínculo biológico entre el Sr. Quartucci y la peticionante, se desvirtúa la verosimilitud de la demanda incoada, fundada en la aparente relación sentimental del primero con la Sra. Duarte. ( ... ) Tras reconocer eficacia probatoria a los resultados de la prueba genética y en virtud de los fundamentos doctrinarios y jurisprudenciales que invoca, la sentenciante concluyó en la inexistencia del vínculo biológico alegado entre la actora y la Sra. María Eva Duarte ".

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De Alfredo Ricardo Lanusse, director de la Fundación Argentina de Sordos, escritor, autor del libro Ave María Eva, editorial Dunken, Buenos Aires, Argentina:

La Recoleta es considerada una de las necrópolis más destacadas del mundo por las obras escultóricas que ornamentan sus bóvedas. También es la más aristocrática de la ciudad de Buenos Aires. El acceso consta de un portón central de dos hojas de hierro forjado de líneas neoclásicas, flanqueado por altas y majestuosas columnas griegas. Allí se encuentra el peristilo, con una tribuna desde la que se dan discursos sobre la vida del fallecido; a la derecha se alza la capilla, cuyo Cristo, en mármol de Carrara, es obra del escultor italiano Giulio Monteverde. En las calles y avenidas, los mausoleos rivalizan entre sí por el lujo, el tamaño y la grandiosidad, en muchos casos obra de reconocidos artistas y arquitectos; y, en sus fachadas, aparecen labrados en la piedra, los ilustres apellidos de las familias propietarias, la oligarquía que Evita despreciaba.

La Recoleta guarda los restos de personalidades fundamentales de la historia nacional, entre ellas, varios presidentes. Entre las magníficas estatuas y los árboles centenarios, descansan los recuerdos de varias generaciones de la élite argentina.

Mientras Evita aún vivía, sus hermanas compraron una bóveda en el cementerio de la Recoleta. Por voluntad de ellas, que la sobrevivieron, la "Jefa Espiritual de la Nación" está enterrada allí, rodeada de la más tradicional oligarquía argentina.

Eva fue vencida por el cáncer en plena juventud. Seguramente, la historia argentina hubiese sido otra con Evita viva. Jamás, ni en su más terrible pesadilla, debe haber imaginado Eva el largo peregrinaje de sus restos.

Casi todo lo que quería desapareció con ella: el monumento más grande del mundo; la Fundación; los trajes y alhajas que lucía con orgullo para sus " grasitas ", su voz encendida arengando a la multitud; las fotos que la mostraban grandiosa, joven, bella, y sobre todo poderosa.

Quedan apenas una bóveda familiar en la Recoleta y una estatua, rodeada de rejas, en la Avenida del Libertador General San Martín, parada obligada del turismo internacional, una curiosidad que recuerda a esa mujer que sólo quería que la llamaran Evita.

Hoy Evita comparte la eternidad con próceres y también con nuevos ricos que pasaron buena parte de sus vidas despotricando contra la oligarquía para terminar pagando una fortuna por un pedazo de tierra allí, donde todos son iguales pero algunos son más iguales que otros.

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De Ana María Giacosa, escritora, fundadora del Sindicato de Amas de Casa de la República Argentina, política, periodista, autora del libro Viaje alrededor de mí misma, Ediciones del Mar Dulce, 1982, Buenos Aires, Argentina:

No pudieron contigo, Evita. Tu nombre breve y tu breve vida serían de larga memoria. Quemaron tus retratos pero no lograron extinguir tu fuego. El cordón que te ataba a tu pueblo fue más fuerte que las sogas que arrastraron tu efigie. Por decreto te borraron de los libros, aunque no hacía falta letra ni voz para nombrarte. Una vez habías estado y seguías estando aquí.

El amor y el odio impregnan la política tanto como los intereses. En el caso de Eva Perón, más que de partidarios y detractores podemos hablar - sin miedo a caer en la teoría del carisma - de los que la amaron y de los que la odiaron. Contribuyó a ello su personalidad apasionada y rebelde, la circunstancia de haber vivido y actuado en un país donde las contradicciones no pueden dirimirse con los buenos modales de la Cámara de los Lores o la Cámara de los Comunes. En el seno de un movimiento que reivindicaba los derechos de los trabajadores y los humildes, enfrentando a los antiguos amos, Eva Perón habló con su propia voz. Ejercitó su enfrentamiento con los poderosos tanto como llevó a la práctica su adhesión a la causa de los desposeídos. Su presencia actuó como un catalizador y quedaron sólo los sentimientos primarios. Por eso el pueblo la amó tanto como la odió la oligarquía. Para unos fue la conciencia de que por primera vez no estaban solos; para los otros la certidumbre de un enemigo inédito e impecable, imposible de rodear.

La descarnada hostilidad al peronismo de ciertos sectores se expresaba a través de las torpes agresiones contra la persona de Evita. Chistes equívocos, alusiones despectivas a su pasado de actriz; todo era lícito para combatir y descalificar a esta joven mujer que parecía invulnerable. Pero no dudamos que su actuación política le hubiera convertido en blanco de los ataques de esos mismos sectores así hubiera provenido de un convento.

De haber sido sólo una discreta " Primera Dama " las resultantes hubieran sido otras. Eva Perón no pertenecía a ese género neutro. Era una mujer y una mujer de lucha. Contenía una sobredosis de amor, de furia y altanería, coraje y decisión. Esto la alejaba de las grandes señoras del viejo patriciado, sumidas en el artificio mundano de una vida estéril.

No fue extraño que la costumbre de designar presidenta de la Sociedad de Beneficencia a la esposa del Presidente fuera alterada en el caso de Evita aludiendo como excusa la " juventud de la señora de Perón ". Estas damas dueñas de los pobres - que deberían estar siempre aquí para certificarles su acceso al cielo - celebraban cada 2 de octubre el " Día del centavo ", donde huérfanos rapados y de uniforme gris extendían la alcancía de barro llamando a la generosidad de los transeúntes bajo la atenta vigilancia de aquellos ángeles custodios de la infancia. ¿ Quién que haya vivido hace décadas podrá olvidar a estos huérfanos de mirada meláncolica extendiendo sus alcancías en la Diagonal Norte y Florida ? Se trataba de las mismas damas que en la tradicional velada de gala en el Teatro Colón entregaban a un obrero elegido entre las Asociaciones Católicas el " premio a la virtud ". No hace falta ser muy agudo para darse cuenta de la clase de virtud aplaudida por las esposas de los patrones. No sería la misma que premiaría Eva Perón al convocar a los obreros para " que no se desunan frente a la Antipatria ".

La Fundación Eva Perón fue para la oligarquía y sus vasallos - tan inclinados a la admiración de fundaciones de todo tipo, desde la Rockefeller hasta la más excéntrica - una espina clavada en el costado. Los pobres, niños y ancianos ya no tenían dueño. La beneficencia había perdido sus destinatarios de mirada húmeda. El orden social establecido había sido alterado en aquellos Hogares Escuela y Colonias de Vacaciones con sus dormitorios de cortinas floreadas, paredes adornadas con personajes infantiles, atención médica, profesores de natación y pollo los domingos. Miles de niños conocerían el mar y la montaña, practicarían deportes y comerían cuatro veces al día. Estas instituciones presentaban a los ojos de los sectores desplazados por la avalancha peronista un alto grado de peligrosidad. Constituían la prueba viviente de que la infancia o la ancianidad tenían derechos, de que el Estado era responsable al margen de la buena voluntad de la gente rica y buena que los obsequiaba con las sobras en humillantes ceremonias. Generaciones de niños crecerían despreocupados sin aprender a bajar la mirada con sus padres. Considerarían natural cursar el secundario y hasta la Universidad. Olvidarían rápidamente la alpargata y el hambre, la limosna y la mano compasiva del amo.

Mientras quemaban sus retratos y borraban por decreto su memoria y la memoria de su tiempo; mientras las comadres de ambos sexos, admiradoras de boatos foráneos, exhibían como un oprobio las joyas, condecoraciones y el armiño de las veladas oficiales, las humildes mujeres argentinas a las que había puesto de pie, ocultaban su ajado retrato. Guardaban su imagen sonriente y agotada, el recuerdo de su voz vibrante y retadora, y la mantendrían viva para los hijos y los nietos que no la conocieron.

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De Eduardo Mignona, premiado cineasta, novelista, dramaturgo, guionista, director del film Evita, quien quiera oír, que oiga:

Con respecto al film, que comencé a imaginarme a comienzos del año 1982, y que se demoró por falta de presupuesto y vientos civiles, representa para mí, en sí mismo y sin la necesidad de acápites intelectuales o ideológicos, nada más que eso: un film. Nada que no esté en la película he querido suscribir, y aunque no he filmado todo cuanto soñé, por inconvenientes ajenos a la producción, nada incide para señalarlo como pretexto. No soy un hombre neutral. Sólo intenté hacer una obra objetiva que, si no lo es, es porque la objetividad, al fin y al cabo, es una falacia, una vaga pirueta.

Doy gracias a las personas que entrevisté y cuyos testimonios no fueron incluidos en la sucesión de opiniones, y a los treinta y pico de hombres y mujeres que se negaron a declarar y cuyos nombres omitiré siempre porque la película, rodada entre mayo y noviembre de 1983, inspiraba por entonces no pocas dudas y enfrentamientos partidistas, además de temores y desconfianza.

Sensiblerías y discursos políticos aparte, Evita, la real, la humana, por lo que fue y aún representa en nuestra historia, es imposible de comprender en el marco de un film. Nunca me planteé lo contrario, ni siquiera tuve en cuenta la remota complicidad de espectador. No obstante, lejos de las pontificaciones y las diatribas, creo que caben las dos reflexiones que me hice al aceptar la propuesta del productor. Una es que, para mí, la verdad está siempre repartida en muchas opiniones. La otra, prefigura una responsabilidad común frente a la historia que hemos vivido: ni el espectador ni yo somos inocentes, y de esto estoy seguro.

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Del Dr. Nelson Castro, médico, premiado periodista y escritor, autor del libro Los últimos días de Eva, editorial Vergara, Buenos Aires, 2007:

El cuello uterino o cérvix es la parte del útero que comunica al cuerpo del órgano con la vagina. Si bien se desconocen las causas precisas del cáncer de cuello uterino, se han identificado una serie de factores de riesgo que aumentan las posibilidades de aparición de la enfermedad. De entre ellos, el más común es la presencia del virus del papiloma humano ( VPH o HPV, de acuerdo con su sigla en inglés ). Se trata de una infección muy común que se adquiere por contacto sexual. Algunos tipos de virus de papiloma pueden producir cambios en las células del cuello uterino de tal naturaleza que, esas células normales, pueden volverse cancerosas.

Junto a la infección por HPV, también constituyen factores de riesgo un sistema inmune debilitado, una historia sexual con parejas diferentes, el fumar cigarrillos, el uso de pastillas anticonceptivas, el haber tenido muchos hijos, la edad por sobre los 40 años y el consumo de dietilestilbestrol.

Desde el punto de vista clínico, el cáncer de cuello de útero se manifiesta por hemorragias vaginales a repetición, dolores, que pueden aparecer durante las relaciones sexuales o sin ninguna relación con ellas, anemia y pérdida de peso.

Un avance fundamental para el diagnóstico de la enfermedad se produjo en 1928, cuando el médico de origen griego radicado en los Estados Unidos, George Papanicolau, describió la presencia, en extendidos de una muestra de tejido de la mucosa cervical obtenida por hisopado vaginal, de células con aspecto canceroso. En 1942, Papanicolau comunicó que estas muestras de tejido podían identificar el cáncer cervical preinvasivo en un estado llamado " in situ ", el que implica la posibilidad de realizar el tratamiento con grandes posibilidades de curación. Por lo tanto, hacia fines de la década de 1940, la Sociedad Americana del Cáncer comenzó una campaña muy intensa y sostenida para promover que las mujeres se realizaran el test de Papanicolau de manera rutinaria.

En la Argentina, los programas de detección y tratamiento del cáncer se iniciaron en 1914. La primera presentación del Papanicolau se realizó en 1946 y ya, en 1947, el médico argentino Guillermo Terzano publicó artículos sobre el uso de la prueba. No existen datos claros que indiquen si Evita estaba al tanto de estos desarrollos. La investigación obtenida de los documentos existentes y de los testimonios médicos en Buenos Aires no proporciona ninguna evidencia de que Evita, ya fuera por iniciativa propia o por la de sus médicos, se hubiera practicado un Papanicolau antes de que se le diagnosticara su cáncer de cuello uterino.

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Del P. Meinrado Hux, sacerdote benedictino de la Abadía Santa María, Los Toldos, estudioso indigenista y escritor:

Juan Duarte era un político conservador que tenía mucha importancia en Los Toldos. Era una especie de encargado de la estancia La Unión. En el patio de la misma los conservadores hacían mitines. En una de esas ocasiones, Duarte conoció a Juana Ibarguren, hija de un puestero. Duarte ya estaba casado, pero se enamoró de Juana y ... hay quien dice que la compró a su padre. Ella tendría unos quince años, él unos treinta. Eran tiempos en que esas cosas sucedían.

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De Estela dos Santos, historiadora, investigadora y escritora, autora del libro Las mujeres peronistas, editorial Centro Editor de América Latina, 1983, Buenos Aires, Argentina:

Eva Perón se movilizó especialmente en tres espacios hasta entonces alejados de la política tradicional: el gremial, el femenino y el asistencial. Este último es el más permisivo, el más adecuadamente femenino desde el punto de vista de los usos y costumbres argentinos. Muchas mujeres antes de Eva actuaron en él. Pero ella puso en espacio un espíritu tan diferente y lo imbricó de tal manera con los otros dos, que fue precisamente allí donde más resentimiento despertó. Sobre ese resentimiento belicoso de la oposición, Ana María Giacosa, quien fue candidata a gobernadora de Jujuy por el Frente de Izquierda Nacional en las elecciones de 1973 dice: " La descarnada hostilidad al peronismo de ciertos sectores se expresaba a través de las incalificables y torpes agresiones contra la persona de Evita. Chistes equívocos, alusiones despectivas a su pasado de actriz, todo era lícito para descalificar y combatir a esta joven mujer que parecía imbatible. Pero no dudamos de que su actuación política la hubiera convertido en blanco de los ataques de esos mismos sectores así hubiera provenido de un convento." La acción social de Evita se desarrolló fundamentalmente con dinero obrero. Y dentro del campo obrero impulsó la misma acción social, materializada en las obras sociales de los sindicatos. También trabajó para que en la CGT se reconociera la problemática femenina. En 1942, una delegada al Segundo Congreso Ordinario de la central obrera, Dora Genkin, había protestado: " Como militante obrera que represento a muchos millones de mujeres que realizamos una asamblea con casi seis mil mujeres, me dará verguenza decirles que este congreso no se ocupó de los problemas femeninos a pesar de las proposiciones claras y fundadas que hemos presentado." Por fin, en 1949 se creó una Comisión Auxiliar Femenina, presidida por Irma Tedeschi de López. Y en diciembre de ese año, Evita se dirigió a las mujeres trabajadoras, en un acto organizado por esa Comisión.

Eva Perón unió sindicalismo, feminismo y justicialismo y con esa mezcla explosiva, formada por ella y por la gente con la cual trabajaba, rebalsó cualquier estructura, desmoronó todo intento de burocratización. En los relatos de Delia Maldonado y en los textos del periodista Rodolfo Jorge Walsh apreciamos de modo paradigmático sus características revolucionarias: la manera y el producto. El contacto personal posibilitó una intercomunicación entre la masa individualizada y la cabeza del poder. No había papeles, no había ventanillas, no había trámites. Acción directa: Necesitado, Evita, Soluciones. Todos los empleados y colaboradores no eran más que herramientas para el buen funcionamiento de esta acción directa.

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De Víctor Santa María, sindicalista, escritor, secretario general de FATERyH ( Federación Argentina de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal, e integrante del Consejo Directivo de la CGT, y María Seoane, docente, periodista y premiada escritora, ambos son autores de " Evita, esa mujer ", producción profusamente ilustrada de Caras y Caretas, editada por la Fundación Octubre, Buenos Aires, Argentina:

El vía crucis de Evita comenzó el mismo 16 de setiembre de 1955, con el golpe militar dirigido por los generales Eduardo Lonardi, Pedro Eugenio Aramburu, y el contralmirante Isaac Francisco Rojas.

La autodenominada Revolución Libertadora se inició con la promesa de Lonardi: " No habrá vencedores ni vencidos ". Pero hubo vencedores y vencidos. En medio de la angustia de su familia por el destino del cuerpo, y del propio doctor Pedro Ara que debía mantener el cuidado del cadáver, en un salón del segundo piso de la CGT descansaba Evita. El edificio había quedado bajo la administración de la Marina, el arma que más había personalizado contra Evita la lucha por el poder. Ya durante las primeras semanas del golpe, el gobierno militar discutía qué hacer con el cuerpo embalsamado de Evita. La fe religiosa convenció a Lonardi de enterrar ese cadáver al que los obreros peronistas mantenían vivo en el corazón. El entierro fue la opción del Ejército, mientras la Marina abogaba por la destrucción total, ya fuera fondeándola en el río, o mediante el fuego. El Ejército se impuso dar tratamiento de mortal a aquella que era materialmente inmortal: la tumba es el reino de la corrupción. Sin embargo Lonardi era cauteloso: de espíritu nacionalista, buscaba negociar una tregua con la CGT. El 16 de setiembre de 1955, Lonardi había designado al coronel Héctor Cabanillas jefe del Servicio de Informaciones del Ejército ( SIE ). Pero en noviembre el coronel fue operado por un problema en la columna. A raíz de su convalecencia entró en acción y en su reemplazo el nuevo jefe de la SIE, el entonces teniente coronel Carlos Eugenio Moori Koenig, cuyo apellido significa " rey de la ciénaga ". Moori Koenig, que ascendió a coronel al reemplazar a Cabanillas, se integró a las tareas de inteligencia militar en 1941. Era evidente que sentía por Evita una misoginia cargada de oscuros deseos eróticos: su participación en el bando de los antiperonistas furiosos y su mayor gloria fue bombardear con dos cañonazos la base del monumento a Eva Perón, frente a la actual plaza Rubén Darío. Era su desquite por su congelamiento profesional en la Dirección de Administración del Ejército durante el gobierno peronista. Así que en funciones en el SIE, visitó a mediados de octubre de 1955 a Juana Ibarguren. La obligaron, bajo el chantaje de protejer a su familia, a firmar el consentimiento para que el gobierno sepultara a Evita. Pero eso nunca ocurrió. La enfermedad de Lonardi y los crecientes síntomas de resistencia peronista provocaron un recambio en el poder.

El 13 de noviembre de 1955, el autogolpe del teniente general Aramburu puso en marcha la represión activa del peronismo, su tarea de " desperonizar " la Argentina. Las medidas de esa restauración conservadora fueron profundamente antipopulares. Desde el Estado, se prohibió la actividad política y gremial, se intervinieron todos los sindicatos y la CGT, y se prohibió el derecho de huelga. Se anuló la Constitución de 1949, se prohibió el uso de símbolos del peronismo y hasta nombrarlo: " Se considerará especialmente violatorio de esta disposición la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, las expresiones peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, tercera posición, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales alusivas ... ". Comenzaba así la proscripción política más larga de la historia argentina moderna, y con ella a definirse un modo de la política: la conspiración y la clandestinidad, el descreimiento en la legalidad jurídica y el lento proceso de maceración de una idea trágica: el recurso de la violencia como método de la acción política, no sólo desde el Estado sino también de la sociedad civil, despojada de sus derechos políticos y sociales. Paralelamente a la represión política que encarceló a miles de peronistas, especialmente a los dirigentes obreros, Aramburu anunció su plan económico elaborado por Raúl Prebisch. Las medidas del plan Prebisch apuntaron, como siempre ocurría en toda restauración conservadora, a estimular la producción agropecuaria con el objetivo de equilibrar el déficit de la balanza de pagos. Esto significaba una regresión a los modelos del pasado y hacer tabla rasa con los cambios económicos y sociales de las décadas peronistas. Devaluación, reducción del salario real, despidos masivos, retracción del Estado en su rol social y apertura irrestricta al capital extranjero. Las consecuencias fueron un deterioro notable de la participación de los trabajadores en el ingreso nacional. En política exterior, la Argentina comenzó a acercarse a los lineamientos que los Estados Unidos habían diseñado para América latina en el marco de la Guerra Fría. La Argentina ratificó la carta de la OEA y el Tratado de Bretton Woods: adhirió al FMI y al BID, organismos de los cuales el gobierno peronista se había mantenido apartado. Aramburu, además, aceptó el funcionamiento permanente en la Argentina de una misión militar norteamericana y una oficina de la CIA.

La violencia de esa restauración conservadora hizo recrudecer la resistencia civil y militar contra el régimen de Aramburu. El cuerpo de Evita cobró entonces el valor de bandera. El Ejército impuso su plan: ese poder ilegítimo temió que la presencia de Evita fuera fuente de una resistencia sobrenatural, proporcional al amor que le profesaban millones de argentinos condenados a silenciar su pertenencia política y a perder sus conquistas. Mediante una circular secreta, Aramburu ordenó a Moori Koenig secuestrar de la CGT, en el máximo secreto, el cadáver de Evita. En la noche del 22 de noviembre de 1955, el capitán de navío Alberto Patrón Laplacette como interventor de la CGT, le franqueó el ingreso a Moori Koenig, junto con un reducido grupo de oficiales, y se llevó el cuerpo de allí en una furgoneta militar con rumbo desconocido. El doctor Ara estaba presente. Se le pidió a cuatro trabajadores que movieran el cuerpo desde el catafalco al ataúd. Moori Koenig retuvo el rosario de oro que Evita apretaba en sus manos, regalo del Papa Pío XII durante su viaje a Roma en 1947. Por miedo a que fuera recuperado por la incipiente resistencia peronista, el féretro entró en una espiral. La camioneta militar quedó esa noche del secuestro estacionada en el Regimiento I de Infantería de Marina , pero en la mañana del 23 de diciembre salió de paseo por la ciudad. Era preciso que Moori Koenig no la perdiera de vista hasta tanto se le encontrara una tumba, de modo que la estacionó muy cerca de su despacho, en la esquina de Viamonte y Rodríguez Peña, a una cuadra del edificio del SIE. Como argumento del secuestro, algunos sectores militares aducían que el ex secretario de la CGT, José Espejo, planeaba sacarlo por el interior en caravana. La orden del presidente Aramburu a Moori Koenig fue que debía darle " cristiana sepultura "; el teniente coronel había incumplido. Entre noviembre de 1955 y junio de 1956, Moori Koenig fue el rey de la ciénaga en la que hundió los restos de Evita. El atáud circuló en furgones; estuvo en la casa del mayor de inteligencia Eduardo Arandía, que mató a su mujer embarazada por error porque la confundió con un supuesto enemigo que venía por el cadáver, detrás de la pantalla del cine Rialto, en el edificio de Obras Sanitarias, y otros lugares que la mente calenturienta de los espías consideraban agujeros secretos. Pero el lugar en el que más tiempo la tuvo Moori Koenig fue en las oficinas del SIE( posteriormente sede del temible Batallón de Inteligencia 601 ) en Viamonte y Callao. La historia señala que Moori Koenig tuvo una desenfrenada pasión necrofílica por Evita. En esas oficinas el coronel se la habría mostrado como un trofeo a la cineasta María Luisa Bemberg. Su familia había militado fervientemente en el antiperonismo; expropiados por Perón y exiliados en Europa, los Bemberg fueron activos propagandistas contra Evita durante su gira en París. La mujer se aterró con esa imagen. El entonces jefe de la Casa Militar de Aramburu, el capitán de navío Francisco Manrique, fue informado de esa situación, que transmitió al gobierno de la Libertadora.

Aramburu ordenó destituir a Moori Koenig, enviándolo castigado a Comodoro Rivadavia en junio de 1956 no sólo por esa locura. El 9 de junio, un grupo de militares peronistas encabezados por el general Juan José Valle y Raúl Tanco con apoyo de algunos dirigentes gremiales encabezó una rebelión que fue derrotada. Aramburu fusiló, clandestinamente, sin acusación ni juicio, a los cabecillas de la rebelión y también a civiles indefensos en los basurales de José León Suárez, historia que se conocerá luego, por la pluma magistral del periodista Rodolfo Walsh, como Operación Masacre. Era la primera vez que en el siglo XX el Estado decretaba la pena de muerte clandestina para los opositores. Los revolucionarios exigían el regreso de Perón, el respeto por la Constitución, el fin de la proscripción política, la libertad de los presos y la vigencia de los derechos laborales. Para Aramburu, entonces, el cuerpo de Evita era una brasa caliente que debía salir del territorio argentino: ella no se corrompía, pero corrompía al régimen.

La decisión de Manrique por avalar al teniente coronel Gustavo Adolfo Ortiz, a la sazón subjefe del SIE   -  oficial de artillería  -, al frente del espionaje militar no prosperó. Aramburu se decidió por el coronel de inteligencia Héctor Eduardo Cabanillas  -  del arma de Infantería  - un cuadro de probada fidelidad antiperonista. Parecía el adecuado para hacer desaparecer a la muerta más temida, acto que se transformaría en el mayor secreto de Estado de la historia del siglo XX, sólo superado, muchos años después, por el destino de los desaparecidos. Aramburu decidió a instancias de su jefe de Granaderos, el entonces coronel Alejandro Agustín Lanusse  -  un antiperonista rabioso  -  realizar ante el sacerdote Francisco " Paco " Rotger  -  un capellán que pertenecía a la Compañía de San Pablo, de la orden del Cardenal Ferrari  -  los contactos con el Vaticano. " Paco " Rotger era delgado y alto, simpático pero de pocas pulgas. Tenía esa influencia sinuosa, clásica de los sacerdotes, en los más altos círculos del gobierno golpista. Oficiaba informalmente como capellán de Granaderos. Era amigo personal de Eugenio Pacelli, Pío XII, con quien estrechó vínculos durante la visita de éste como delegado papal en el Congreso Eucarístico de 1934. Rotger era íntimo amigo y confesor de Lanusse, lo casará con Illeana Bell. Desde la jefatura de Granaderos, Rotger asistió a Aramburu y fundó, bajo su orden, el Vicariato castrense. Se cree que el Vicariato nació, precisamente como un pago de favores del gobierno de Aramburu al Vaticano por permitir que el cadáver de Evita fuera ocultado por ellos. Porque según la versión que dará años más tarde Gustavo Adolfo Ortiz  -  su testimonio fue incluído en el libro Evita, de Carlos De Nápoli  -, aconsejado por él y por Manrique, Aramburu decidió pedirle ayuda al Vaticano para " dar cristiana sepultura " al cadáver. Según Ortiz, el primer contacto fue realizado con monseñor Fermín Laffite, representante del Vaticano en Buenos Aires. Pero no hubo respuesta, por lo que hizo su aparición definitiva el sacerdote " Paco " Rotger. ¿ Qué prelados sabían adónde iría a parar Evita, además de Rotger ? El padre Giovanni Battista Penco, por entonces máxima autoridad de la Compañía de San Pablo en Milán. Penco había sido delegado paulino en la Argentina en los años 40 y sería factótum en la " Operación Traslado ". Lo sabía el padre Hércules Gallone, por entonces jefe de los paulinos en Buenos Aires, y quien lo reemplazaría en 1959, el padre Luis Salani. Y finalmente Giulio Madurini, quien no entró en escena sino hasta 1965, cuando reemplazó a Penco al frente de la orden. ¿ El Vaticano lo sabía ? No caben dudas: Pío XII no sólo había regalado un rosario de oro a Evita; también condecoró a Lanusse en 1956, cuando éste viajó al Vaticano por el cumpleaños pontificio. El capellán Rotger también viajó a Roma en 1956 para ultimar detalles del entierro del cadáver con su amigo Pío XII. Durante su papado, entre 1958 y 1965, Juan XXIII se mostró interesado por el destino de Evita a quien recordaba haberla guiado a través de las naves de Notre Dame en 1947, pero aseguraría personalmente a sus hermanas no saber nada del tema. Asimismo, en la fecha del entierro de Evita, oficiaba de arzobispo en Milán el cardenal Giovanni Montini, convertido más tarde en el Papa Paulo VI, que sucedió a Juan XXIII.

A fines de 1956, el coronel Cabanillas ordenó que el féretro de Evita estuviera oculto en una casa de la calle Sucre, que por entonces alquilaba el SIE, mientras se ultimaban los detalles del viaje a Italia. A comienzos de 1957, el padre Penco llegó a Buenos Aires a arreglar los detalles del entierro. Cabanillas ya había elegido como brazo derecho de la " Operación Traslado " al mayor Hamilton Alberto Díaz, del arma de Caballería, de puntaje sobresaliente ( "extremo", como se lo definía en el Ejército, con 100 de promedio absoluto ). Lo secundaba, entonces, el suboficial de inteligencia Manuel Sorolla. A Ortiz  -  subjefe del SIE  -  Cabanillas le reservó una tarea no menos importante: la diplomacia del traslado y de la desinformación. Según indica el legajo militar de Ortiz, viajó por avión hacia España, Italia, Bélgica, Alemania y Suiza entre el 1 de febrero y el 8 de marzo de 1957. Su misión habría sido no sólo desinformar a quienes podían espiar estos movimientos sino conectarse con el superior de la Orden del cardenal Ferrari, Penco. Simultáneamente, con la venia de Pío XII, pero con la decisión de que fuera una obra no vinculada directamente al Vaticano quien ayudara en este traslado, Rotger viajó a Italia a entrevistarse con Penco. En esa reunión se definió lo siguiente: el cadáver de Evita viajaría a Italia bajo el nombre de María Maggi de Magistris, nacida en Dalmine, Bérgamo, y muerta en la ciudad de Rosario en febrero de 1951 en un accidente de auto; que Penco sería el encargado de recibir " la encomienda en Génova " a nombre de la Orden con destino a Milán. A mediados de marzo de 1957, según Ortiz, Cabanillas le encargó que junto con el mayor Díaz prepararan los servicios de la funeraria y el transporte del cadáver. La funeraria elegida habría sido Spallarosa. Además del Papa Pío XII  -  y los sucesivos papas, Juan XXIII y Paulo VI  -  y Penco, sólo tres personas conocerían en la Argentina cuál era la morada final de Evita: Cabanillas, Rotger y Hamilton Díaz. Aunque Aramburu, Lanusse y el superior de los paulinos en Buenos Aires, el padre Hércules Gallone, sí sabrían que estaba " en algún lugar de Italia " y quién era el " dueño del secreto ": Cabanillas.

El martes 23 de abril de 1957 a las 16 horas zarpó de la Dársena Norte de Buenos Aires el Conte Biancamano, con destino final en Génova. Los Conte eran tres grandes barcos que hacían la ruta a Italia. En los años 50 existía una expresión corriente, " tomarse el Conte ", que significaba partir muy lejos. El cajón con los restos  -  la pequeña muerta, del tamaño de una púber, iba embalada en un ataúd lleno de piedras, de 200 kilos, a fin de que no se golpeara con la manipulación  -  iba acompañado por Hamilton Díaz, como el falso viudo Giorgio Magistris. Junto con él, y con su verdadera identidad, para " control " viajaba el suboficial Manuel Sorolla. La travesía fue tranquila, sólo que a la llegada a Génova efectivamente una fanfarria esperaba al transatlántico. Los espías pensaban que los habían descubierto. Sucedió que en la misma bodega viajaban las partituras de Arturo Toscanini. El maestro se había iniciado como chelista en la orquesta de Río de Janeiro. Muerto Toscanini en enero de 1957, el barco las había recogido en su escala en Santos. La discreta presencia del padre Penco en el muelle genovés alivió a los oficiales. Se encontraban allí también Giuseppina Airoldi, una laica paulina a quien llamaban " Tía Pina ", a cuya orden estaban los restos, según constaba en el certificado de embarque, y un puñado de monjitas, todas ellas ignorantes de su misión. Descargaron el ataúd de la bodega y en una furgoneta de golosinas  -  probablemente de la fábrica de chocolates Ferrero  -, la llevaron a Milán, al cementerio Maggiore  -  mayor o principal  -  en el barrio de Musocco: es la ciudad de los muertos plebeyos: fue abierto en 1897 y alberga a poco más de medio millón de almas. Según consta en sus archivos , el cuerpo de María Maggi de Magistris ingresó el 13 de mayo de 1957 a las 15.40 horas. Se encontraban presentes el padre Penco y Hamilton Díaz, el apenado viudo; Sorolla había quedado en un hotel de Milán. Tras permanecer dos días en la cámara mortuoria, donde Hamilton pasó las horas velando por su seguridad, el ataúd quedó en el tombino 41 del campo 86, un área abierta alrededor de una amplia avenida arbolada.

Para ver la tumba de " María Maggi " clickear aquí

María Maggi ingresó bajo el régimen de " trentenales ", es decir, el contrato hecho por Penco se prolongaba por treinta años. Poco después Giuseppina Airoldi se encargó de ponerle una lápida de mármol con su nombre. Penco le encargó que mantuviera la tumba de María Maggi de Magistris siempre con flores. Airoldi cumplió su promesa durante 14 años sin preguntar, aunque sobre el final sospechaba que " María Maggi non é María Maggi ". Fotografías posteriormente publicadas por el diario Corriere della Sera mostraron una estatua que en rigor no era de Evita sino la de una vecina de tumba. Evita fue enterrada como aquello que nunca fue jamás, una ama de casa italiana muerta en el extranjero, en Rosario, Santa Fe, Argentina, en febrero de 1951, a raíz de un accidente de tránsito.

Milán no era su hogar sino su exilio. Lo cierto es que la resistencia peronista nunca dejó de presionar para averiguar el destino de la tumba. Fue precisamente en 1961 cuando Walsh entrevistó a Moori Koenig. Fue una entrevista fallida  -  ya que él nada sabía del destino del cuerpo que lo había enloquecido  -, pero dio origen a uno de los cuentos más célebres de la literatura argentina: Esa mujer. La búsqueda  -  tal como también la registró en su novela Santa Evita, Tomás Eloy Martínez, el primero en entrevistar a Cabanillas  -  hizo que las redacciones siguieran una tras otra pistas falsas. Hasta el 29 de mayo de 1970, cuando Aramburu fue secuestrado por Montoneros como " venganza " por la represión del peronismo. El tercer punto del primer comunicado guerrillero informa que el cautivo no sería puesto en libertad hasta tanto no sean " restituidos los restos de nuestra querida compañera Eva Perón ". Mientras Aramburu permanecía secuestrado el coronel Cabanillas ofreció al gobierno enviar a los captores una copia de la papeleta rosa que registraba la ubicación del cadáver de Eva. Pero nada pudo salvar al rehén. De acuerdo con Roberto Perdía, quien más tarde integraría la cúpula de Montoneros pero no se lo acusó de haber participado en el secuestro, en el largo interrogatorio Aramburu respondió. " Evita está en Italia. Pero yo no sé dónde y si supiera no se los diría ". Antes de ser asesinado, dio a los captores el nombre de Cabanillas. ( Según Perdía, las cintas con ese largo interrogatorio son otro secreto militar. Durante años estuvieron en poder de Carlos Maguid, miembro de la jerarquía montonera, quien fue secuestrado en Lima el 12 de abril de 1977 mediante el Operativo Cóndor y muerto " en interrogatorio ". Al parecer, las cintas también fueron secuestradas con él ).

Pero la pista italiana bastó para encender la búsqueda no sólo en la izquierda peronista sino también en el sindicalismo peronista. El 27 de marzo de 1971 asumió la presidencia de facto el general Lanusse; de inmediato calculó el rédito de un gesto conciliatorio hacia Perón. De hecho, Lanusse debía apurarse para ganar de mano a Montoneros y a los hombres de la CGT, quienes rastrillaban los cementerios italianos. El dirigente sindical peronista José Ignacio Rucci en persona hizo dos viajes a Milán por esos meses. Madurini, ya al frente de la Compañía de San Pablo, denunció el intento de robo de documentación en su oficina y años más tarde contó al diario Clarín cómo fue el proceso de la entrega del cadáver a Perón. Relató que a fines de agosto de 1971 lo llamaron a Ruino, cerca de Milán, donde él se encontraba haciendo ejercicios espirituales: eran Cabanillas y Sorolla. Ese mes, Cabanillas convocó a Sorolla con una consigna prosaica: " Hay que hacer aparecer el fiambre de nuevo ". Bajo el nombre de Carlo Maggi, falso hermano de la difunta, Sorolla viajó en avión directo a Milán, mientras su superior, Cabanillas llegó vía Roma. Una vez en el cementerio Maggiore, el ataúd fue exumado: conservaba la vieja y sucia mortaja de la CGT. Según los archivos del cementerio, la exhumación se produjo el 1 de septiembre de 1971. Todos los testigos confirmaron más tarde que, al abrir el ataúd en el cementerio, al ver el cuerpo intacto de esa mujercita, los sepultureros rompieron en exclamaciones, " Miracolo !, Miracolo ! ", que sólo pudieron acallar las liras del alarmado Cabanillas. Sorolla cambió personalmente la mortaja por un sudario nuevo comprado en Milán. A través de una pequeña empresa de pompas fúnebres, la Fusati, de Milán, se habría arreglado el traslado a Madrid en una furgoneta. Cabanillas voló entonces a Madrid, mientras Carlo Maggi ( Sorolla ) iba solo con el chofer, un tal Roberto Germani, quien condujo hasta los Pirineos sin custodia. La orden era esperar una escolta a partir de Perpignan, la cual consistió en tres coches con cuatro hombres cada uno. En un reportaje a la revista italiana La Stampa, Germani recordó a los guardias civiles de Francisco Franco haciendo la venia al paso del furgón. En una calle de Puerta de Hierro, Sorolla le entregó la furgoneta con el féretro a Cabanillas, que se dirigió hacia la residencia 17 de Octubre en la calle Navalmanzano. Allí estaban junto a Juan Domingo Perón su esposa, María Estela Martínez de Perón ( " Isabelita " ), su delegado personal en la Argentina, Daniel Paladino, el secretario José López Rega, el doctor Pedro Ara, dos curas mercedarios que lo habían casado en segundas nupcias y el sacerdote Madurini, quien firmó el acta de entrega de los restos bajo el nombre fingido de Alessandro Angeli. Luego de abrir el ataúd no sin dificultades, finalmente vieron el cuerpo de la mujer más amada y odiada de la historia argentina, incorruptible como la había hecho Ara, con una magulladura en la nariz, con la oreja y el dedo rotos y el pelo húmedo, que " Isabelita " procedió a orear y peinar.

El cuerpo de Evita permaneció en la residencia 17 de octubre en Madrid desde el 3 de setiembre de 1971 hasta después del regreso de Perón a la Argentina en junio de 1973, poco antes de asumir su tercera y última presidencia. Evita no fue repatriada durante esos agitados meses. La muerte de Perón el 1 de julio de 1974 dejó un enorme vacío de poder. Estallaron las contradicciones internas del peronismo violentamente. El gobierno de " Isabelita " Perón nació sobre ese vacío. Su secretario privado y ex ministro de Bienestar Social, Jose López Rega, fue clave en el avance del proyecto que servirá a los sectores dominantes, expresados por la cúpula militar, para barrer con el último intento de Perón de consolidar un desarrollo capitalista autónomo en la Argentina. En ese marco, y como un ajedrez siniestro de eterno retorno, el 15 de octubre de 1974 Montoneros secuestró los restos de Aramburu para exigir al gobierno de Isabel Perón la repatriación del cadáver de Evita. El 17 de octubre, los restos de Evita llegaron en un avión desde Madrid y fueron trasladados a la cripta de la capilla de la Quinta de Olivos, donde ya moraban los restos del general Perón.

Para ver imágenes de la repatriación clickear aquí

Perón y Evita estuvieron juntos en esa capilla hasta que el 24 de marzo de 1976 se consumó el golpe de Estado más brutal y violento de toda la historia , liderado por el general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Massera y el brigadier Ramón Agosti. La muerte había unido a Evita con Perón en ese recodo de la historia, pero una nueva restauración conservadora los volvería a separar. La dictadura buscaba reformatear la Argentina industrial y de masas que había fundado el peronismo y sólo podía iniciar esa faena con una eliminación de opositores, cuyo destino sería similar al del cadáver de Evita: la desaparición. Su cadáver no escapó a la morbosidad del régimen y su destino fue objeto de violentas discusiones en el centro del poder militar. Aun muerta, los golpistas pensaron que seguía siendo un ícono de la resistencia. El destino de los cadáveres se discutió en una de las primeras reuniones de la Junta Militar, donde la propuesta del general Videla de mover los restos de Perón y Evita ( sostenido por su convicción de que nada sucedería ya que no existían fuerzas que pudieran oponérseles ) se impuso frente a las ideas del almirante Massera y del brigadier Agosti, más proclives a quemar los cadáveres o tirarlos al mar en un vuelo nocturno, como harían despues con los opositores vivos. La historia volvería a repetirse con la sinuosidad de una tragedia. Pocos supieron, entonces, que hubo un elemento doméstico que presionó para que el traslado de los cuerpos fuera rápido. La esposa de Videla, Alicia Raquel Hartridge, le juró que no se mudaría a la Quinta de Olivos mientras esos cuerpos estuvieran allí. El temor a Dios, el desprecio por dos líderes de un país que ellos venían a cambiar a sangre y fuego, se impuso a un final macabro. El 22 de julio de 1976, la dictadura ordenó el entierro de Evita en el cementerio de la Recoleta, el más antiguo y patricio de la ciudad. Videla no quería correr más riesgos: en octubre de ese año, en una operación secreta, el cuerpo fue entregado a sus hermanas Erminda y Blanca para ser depositado en la Recoleta bajo la custodia de una gruesa plancha de acero a seis metros de profundidad.

Para ver la tumba de Evita clickear aquí

Evita permanece allí, en la bóveda de la familia Duarte.

Para conocer la cripta de Evita clickear en este sitio:

El cadáver de Juan Domingo Perón fue conducido al cementerio popular de la Chacarita. Tampoco él se salvó del odio necrofílico: en 1987, su tumba fue profanada y le cortaron las manos.

Para ver imagen del hecho macabro clickear aquí

En octubre de 2006 trasladaron los restos de Perón al mausoleo construído en su memoria en la Quinta de San Vicente, el lugar donde él y Evita fueron felices.

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Textos cortesía de Carlos Vitola Palermo de Rosario, Santa Fe, República Argentina.


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