DOCUMENTOS SOBRE EVA DUARTE DE PERON 


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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HISTORIAS, ANECDOTAS y TESTIMONIOS 

Evita en el Hogar de Tránsito Nº 2, hoy Museo Evita, Lafinur 2988, Buenos Aires

De Juana Pintado, secretaria de Prensa de Radio Belgrano:

Conocí personalmente a Evita en el despacho de Don Jaime Yankelevich. La imagen de Eva Perón en aquella época era la negación de todo lo que una sociedad remilgada, hipócrita y soberbia consideraba ejemplar. En las mujeres de clase alta su irrupción en el escenario político del país causó desconcierto y asombro que engendraron un profundo odio. En el fondo se la envidiaba: su juventud, su belleza, su elegancia, su extraordinaria personalidad; el haber conquistado el amor de un hombre como Perón, y más tarde el amor de todo el pueblo, provocando una enconada reacción contra esa mujer que rompía todo el esquema tradicional de méritos. Al atacarla, se atacaba a esta, para ellos, burla a la honorabilidad, al apellido, la inteligencia, la cultura. Aceptar a Evita era casi aceptar todo lo prohibido por las buenas costumbres. Entre los intelectuales no fue tanto el odio a Eva Perón, sino el desprecio por el peronismo que nunca llegaron a comprender. Con honrosas excepciones, la mayor parte de estos intelectuales se consideraba una " elite ". Vivía aislada por su supuesta superioridad, indiferente y ajena al pueblo. Lo popular era mal visto, pues se consideraba de muy mal gusto. Los que sólo creían en el valor de la inteligencia, subestimando la grandeza del corazón, no podían, indudablemente, comprender a esa gran mujer que se llamó Eva Perón.

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De Juan José Sebreli, escritor:

" Soy nada más que una humilde mujer ", repetirá incansablemente Evita desde las mayores alturas del poder, es tal vez un único caso en la historia argentina, donde la mayoría de los próceres son vulgares rastacueros que ostentan dudosos títulos de nobleza, y hasta los más populares, como Sarmiento, tratan de demostrar que pertenecen a una familia " decente ", es decir de prosapia, y se dedican a rastrear un árbol genealógico donde figuran conquistadores y clérigos famosos. Eva Perón, sin antepasados conocidos, hija de una primera generación de inmigrantes que asciende a la clase media, es una bastarda social en un país cuya posesión legal pertenece a aquellos que están fuertemente enraizados a través de varias generaciones descendientes de patricios y herederos de supuestas virtudes ancestrales. No es de extrañar que el pueblo argentino, los hijos de inmigrantes pobres que no tienen nada que ver con el "criollismo" aristocrático de los patrones de estancia, se identificaran con Eva Perón, antes que con cualquier prócer del pasado argentino.

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De Armando Cabo, del secretariado general de la CGT:

He sido protagonista de un hecho, el de ir a hablar con Eva Perón para que acepte ser candidata a vicepresidente. En una reunión de secretarios generales se resuelve, a pedido de gente del interior, y a pedido de los gremios, que Eva Perón sea la vicepresidente. El general Perón no opuso ninguna resistencia, y pidió que habláramos directamente con ella. El le tenía una gran admiración, pero opinaba que para el movimiento tal vez sería mejor el trabajo que estaba haciendo. Tendría que comentar que cuando la fuimos a ver, la impresión que nos dio era que no iba a aceptar. Fue muy categórica, diciendo que su obra estaba ahí: que tenía su Fundación y que no la podía abandonar, que todo el asunto de presidir el Senado no era para ella. Pero, cuando comentamos esto a nuestros colegas, resolvieron insistir. Ella opinó que a lo mejor esa candidatura suya para la vicepresidencia era una cosa nuestra, de los secretarios generales, por eso es que se convocó a un gran acto, que se hizo a todo trapo, toda la clase trabajadora, frente al Ministerio de Obras Públicas. Es increíble lo que fue ese acto. Lo puedo decir yo que he estado en todos los actos, en gente, no sé ... pero en emotividad no ha habido otro igual, como el día del renunciamiento. A mí me ha quedado grabado algo irrepetible por lo emotivo: el diálogo que se estableció entre la multitud y Evita ... Si hoy escucho el disco, me hace estremecer. De la multitud venían respuestas a lo que manifestaba Evita. Parecía que hubiera habido un libreto. Por el " que no, que no, que no nos vamos ", se nos creó un problema, porque, junto con el general, no sabíamos cómo íbamos a poder controlar ese acto. Finalmente, conversando con ella, logramos hacer un cuarto intermedio. Los últimos tiempos, poco antes de su muerte, recuerdo un día en que tomándome la mano me dice: " No tengo espejos en esta habitación, no me quieren poner espejos, mire cómo estoy ...".

Los miembros del secretariado íbamos a verla casi todos los días, porque el general nos había pedido que no dejáramos de comentarle lo que ocurría en los sindicatos. Cuando nos enteramos que estaba enferma, la visitábamos, y al irnos bajábamos las escaleras con lágrimas en los ojos de ver cómo se iba consumiendo. Ella tenía total conciencia de su enfermedad, y siempre nos rogaba que cuidáramos a la columna vertebral del movimiento, que eran los trabajadores, que no abandonáramos a Perón, que cuidáramos el entorno de posibles obsecuentes y de aquellos que trabajaban en contra del movimiento. La noche de su muerte - porque nos rotábamos para cuidarla de día y sobre todo de noche - me tocó estar. Baja el general de la salita donde estaba ella y veo lagrimear por primera vez a mi jefe; sus palabras fueron: " Todo ha terminado. Evita ha muerto ". Una hora después, estaba la explanada cubierta de miles de personas. Con la muerte de Eva Perón se forma un entorno alrededor del general, liderado por Méndez San Martín. Esto, visto a la distancia, crea un cambio casi total en el movimiento obrero, y sobre todo, en las mujeres, que pierden, al morir Evita, el protagonismo que tenían.

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De Manuel Ferradás Campos, periodista y letrista:

En 1937, cuando preparaba Oro Blanco, con la Compañía Remembranzas, para Radio Belgrano, pedí una damita joven y el representante apareció con Evita Duarte, quien de este modo trabajó en esa obra mía de radioteatro. Sobre su llegada a Buenos Aires han corrido muchas historias, entre ellas la que habla de la intervención de Magaldi. Yo era muy amigo de él y nunca me habló del asunto para nada. Fui dirigente radical de la décima. Ella no lo ignoraba. Pero hay gente que es más papista que el Papa y así ocurrió que, ya triunfante Perón, algunos se pasaban de vereda para no cruzarse conmigo. Las cosas se agravaron hasta el punto de que me fui quedando sin trabajo, y un fin de año me quedaban solamente 300 pesos. Eva se enteró por algún amigo común de que me hallaba en esa situación y se ocupó personalmente de hablar con don Jaime Yankelevich para que me diera trabajo. Este me llevó a la radio y me dio un cargo. Conmigo Eva se portó correctamente, aunque yo nunca le pedí nada.

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De Victorio Bisso, empleado:

Yo era el encargado general del turno mañana de la sede de la Secretaría de Trabajo y Previsión, desde el comienzo de la gestión del coronel Perón. Cuando el terremoto de San Juan, el llamó a una colecta en favor de las víctimas y todos los artistas cooperaron. Perón salió con Evita - que se vino a ofrecer como muchos otros artistas - del Concejo Deliberante; los artistas y actrices con sus alcancías. El salió el último de todos, vestido de militar, dio la vuelta por Bolívar y llegó hasta Florida, por Diagonal, y de allí caminó hasta Perú y Avenida de Mayo. A mitad de cuadra se les acercó a Perón y Evita un chico, Secundino Vázquez, y les entregó una libreta de ahorro postal. Les cayó en gracia la actitud del chiquilín, quien era hijo de un vendedor de diarios que tenía su puesto frente a la tienda La Piedad. Momentos después, Perón se vino a la Secretaría y Evita siguió con la alcancía, con el resto de los artistas. Por la noche, el resultado de la colecta se recibía en el tercer piso, donde era controlado por los contadores. Así fue como surgió el noviazgo de Evita y Perón. Yo soy de cuna radical y se lo dije a Evita. Pero después hice la campaña por el coronel Perón, sin dejar de ser nunca radical. Fui amenazado de cesantía más de una vez por Mercante, pero Evita no permitió que me echara. Hay un dicho que dice que todo niño que nace viene con un pan debajo del brazo, y yo digo siempre: Todo el que tuvo el honor de haber hablado con Evita, salió con el pan o un paquete debajo del brazo. Evita atendía a las delegaciones gremiales en el recinto del Concejo, no en su despacho. Todos los gremialistas le planteaban los problemas a ella, generalmente mejoras. Honestamente, ellos no querían hablar con el ministro de Trabajo, sino con ella. Durante la jornada, ella no tomaba practicamente nada: muy pocas veces algo de café. Hay un detalle que pocos conocen, o recuerdan. En una salita ubicada en la planta baja, cercana a la presidencia del Concejo, siempre estaban preparadas unas 40 ó 50 mamaderas, a cargo de Roque Lisanti. Cuando llegaba la hora en que los chiquitos comenzaban a llorar, Lisanti entregaba las mamaderas a las madres para que se las dieran. Evita llegaba a las 10.30 u 11 y empezaba a atender. No almorzaba. Todos los años me regalaba una foto. Las primeras estaban firmadas por María Eva Duarte de Perón, pero en los últimos tiempos firmaba solamente Evita. Con nosotros tenía muy buen trato y trabajábamos muy a gusto. ¿ Si era linda ? Era una muñeca.

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De la Dra. Alicia Justo, hija de Alicia Moreau de Justo:

El contacto con el pueblo incidió en mi evolución hacia las ideas justicialistas. En mi trabajo personal en el campo entro en contacto directo con los trabajadores. Partí de un prejuicio social y llegué a descubrir la riqueza humana , y por lo tanto, la necesidad de redención de una cantidad de hombres que , para mí, quizá sólo significaban un mero instrumento. Y además, una película sobre la muerte de Eva Perón, en donde me impresiona ver al pueblo haciendo las famosas colas para ver el cadáver. La gente expresaba dolor. Era como si la madre tierra se conmoviera ante esa muerte. El pueblo que aparecía allí, me hizo comprender muchas cosas quizá difíciles de explicar. Lo curioso es que, cuando murió Eva, ví lo mismo. Lo ví en la realidad, pero por mi orientación intelectual, mi actitud era crítica, no comprensiva.

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De Nidia Torres de Delagosto, maestra de escuela:

Yo ejercía en la escuela que quedaba en Los Toldos, en la calle Mitre, casi esquina Alem, edificio que ya no existe. Creo que fue en 1928 cuando tuve por alumna a Eva Perón, que por aquel entonces se llamaba Eva Ibarguren y tenía 9 años. Pero no me acuerdo mucho de ella. Era una chica común, una alumna más. Era buena en labores y canto, pero era muy faltadora. Repitió segundo grado. Todo eso consta en los registros escolares. Nadie podía haber imaginado que iba a ser una política y que la gente iba a seguirla y a quererla tanto.

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De Palmira Repetti, maestra en la escuela Nº 1 de Junín:

Una jovencita de 14 años, inquieta, resuelta, inteligente, que tuve por alumna allá por 1933. No le gustaba la matemática. Pero no había nadie mejor que ella cuando se trataba de intervenir en las fiestas del colegio. Tenía fama de ser excelente compañera. Era una gran soñadora. Tenía intuición artística. Cuando terminó la escuela vino a contarme sus proyectos. Me dijo que quería ser actriz y que tendría que irse de Junín. En esa época no era muy común que una muchachita provinciana decidiera ir a conquistar la capital. Sin embargo yo la tomé muy en serio, pensando que le iría bien. Mi seguridad era, sin ninguna duda, contagio de su entusiasmo. Comprendí con los años que la seguridad de Eva era natural. Emanaba de cada uno de sus actos. Recuerdo que ella se inclinaba por la literatura y la declamación. Se me escapaba de clase cuantas veces podía para recitar delante de los alumnos de otros grados. Con sus lindos modos se compraba a las maestras y obtenía permiso para actuar frente a otros chicos. Yo la apoyé siempre ...

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De Delfina Ruiz de Gentile, profesora de música:

Ibamos a la misma escuela, en Junín. Yo estaba en sexto grado y ella en cuarto. Estaba un poco atrasada, pero no por su culpa. Jugábamos en los recreos, y en la esquina de Roque Vázquez y Saavedra que era donde yo vivía. Era una chica amorosa, de gran bondad, pero tenía una fuerte personalidad. Siempre quería mandar. Su familia era muy unida y su mamá era una linda mujer. A pesar de lo que dicen las malas lenguas yo sólo recuerdo a doña Juana como una madre cariñosa. A Eva le gustaba recitar, a mí cantar. En aquel entonces, don Primo Arini tenía una casa de música y, como no había radio en el pueblo, colocaba un parlante en la puerta frente a su negocio. Una vez por semana, de 19 a 20 horas, invitaba a desfilar a los valores locales para animar el programa " La hora selecta ". Eva recitaba poemas ...

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De Eva Franco, actriz:

Evita era una chica llena de ilusiones, común a todas las que llegan al teatro. Era muy delgadita, morena, de muy fina piel. Solía declamar en los camarines de sus compañeros Enrique Serrano y Agustín Magaldi, como quien quiere demostrar sus condiciones. En la obra Madame Sans Gêne, Eva tuvo a su cargo el papel de Julia en el primer acto, y el de Madame Basano en el segundo. Usó un traje que después le sentaría tan bien con el tiempo. Era un traje de persona acomodada, propio de quien tiene marido, influencia, mando. Cuando se estrenó esa obra pasó algo curioso que ahora quiero aclarar. Alguien dijo en el programa " Odol pregunta " que había un problema de celos entre Eva y yo. Pero no fue así. El día del estreno llegaron flores a nombre de Eva y las llevaron a mi camarín. Cuando terminó la función abrí las tarjetas y vi que no eran para Eva Franco sino para Eva Duarte. Entonces se las pasé a ella. Pero para nada fue un trámite enojoso. Una confusión, una cosa graciosa y nada más.

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Del Dr. Abel Canónico, médico:

A fines de agosto de 1951 la señora de Perón tuvo pérdidas sanguíneas vaginales que trajeron preocupación a su ambiente íntimo. El Dr. Raúl Mendé, médico y ministro de Asuntos Técnicos en ese entonces, muy allegado, por otra parte, a la familia Perón, sugirió de inmediato un prolijo examen ginecológico por su maestro, el profesor de ginecología de Córdoba, doctor Humberto Dionisi, quien comprobó una lesión ulcerada en el cuello uterino, razón por la cual efectuó la biopsia correspondiente. El patólogo, doctor Julio Lascano González, dio el resultado: carcinoma endofítico. Ante este diagnóstico de tumor maligno en el útero, se decidió como primera etapa del tratamiento la destrucción de la zona enferma por medio de radium intercavitario, que fue colocado en septiembre por un distinguido ginecólogo de nuestro medio, el doctor Jorge Albertelli, en la misma residencia presidencial situada en ese entonces en la calle Agüero.

Los posteriores estudios clínicos, radiológico y de laboratorio no revelaron diseminación a la distancia. En mi carácter de Director del actualmente denominado Instituto de Oncología Angel H. Roffo, el doctor Mendé me expuso el planteo del caso. El próximo paso debía ser una intervención quirúrgica para la más amplia erradicación del proceso tumoral, pues todo hacía sospechar una propagación regional. De aceptarle la idea quirúrgica, el general Perón desea que la intervención fuera efectuada por un renombrado cirujano oncólogo, sobre todo del extranjero. De inmediato le sugerí el nombre del doctor Georges T. Pack, eminente especialista del Memorial Cancer Hospital de Nueva York, de quien en varias oportunidades pude admirar su condición científica y humana. Convenida esta idea, me solicitaron que hiciera los contactos respectivos para que el doctor Pack aceptara trasladarse a nuestro país. Así lo cumplimos y en la segunda quincena de octubre viajamos con el doctor Pack desde Nueva York, ya que éste me solicitó que lo acompañara para informarlo durante el viaje de todo el proceso patológico.

Por expreso deseo del Presidente nos alojamos con el doctor Pack en la residencia oficial de Olivos, mientras se planificaba el programa terapéutico. A todo esto, la señora Eva Perón, quien cumplió su ciclo del tratamiento con el radium, ignoraba la presencia del doctor Pack y que él fuera su futuro cirujano. Fue una estricta preocupación de la familia Perón el no dejar entrever la existencia de una lesión tumoral maligna, de ahí que nuestra colaboración se limitara solamente a la de asesoría, sin entrevistar nunca a la enferma. ¿ Por qué esta reserva frente al diagnóstico ? En primer lugar, en aquellos años, la mención de un proceso oncológico se asociaba irremisiblemente a sufrimientos y a fatalidad. En segundo lugar, dado el temperamento vigoroso y superactivo de la paciente, la certificación de un proceso canceroso hubiera determinado una gran frustración para su espíritu de alta sensibilidad.

El doctor Pack, con elevado sentido de colaboración, aceptó examinar a la señora Eva Perón solamente cuando ésta se hallaba bajo los efectos de una anestesia general. El doctor Mendé era permanentemente el hombre de enlace frente al general Perón, para transmitirle los dictámenes médicos. Se estuvo de acuerdo en realizar una operación radical ( anexo histerectomía total ) y se le encomendó al doctor Ricardo Finochietto la tarea organizativa de la internación y el ambiente quirúrgico en el Policlínico de Avellaneda.

Evita fue intervenida quirúrgicamente por el doctor Georges T. Pack, a quien secundaron los doctores Mónaco y Albertelli. El doctor Roberto Goyenechea fue el anestesista, y junto con el doctor Finochietto presenciamos la operación. La extirpación total del útero y los anexos dejó entrever que el proceso tumoral se extendía fuera del cuello uterino, y el éxamen histopatológico de la pieza operatoria, efectuada por el doctor Grayo Bur, confirmó que el carcinoma invadía el parametrio izquierdo. La evolución posoperatoria no ofreció inconvenientes.

El doctor Pack regresó a su país tres días más tarde sin examinar directamente a la paciente, para no quebrar el compromiso adquirido de no hacer visible su participación. El doctor Pack tuvo el gesto de no aceptar honorarios. La señora de Perón se mantuvo en la creencia de que había sido intervenida por sus médicos de cabecera, pero se procuró, asimismo, no difundir detalles del procedimiento quirúrgico para no transmitir la imagen de que había sido sometida a un vaciamiento ginecológico. Una vez recuperada de la operación y teniendo en cuenta el grado moderadamente avanzado de la enfermedad, se completó el tratamiento con radioterapia regional bajo la responsabilidad del doctor Joaquín Carrascosa, mediante un equipo especial que se instaló en la residencia de la calle Agüero. En esa época no era aún practicable la cobaltoterapia ni el acelerador lineal. Durante poco tiempo, la señora Eva Perón tuvo buena rehabilitación clínica y pudo desarrollar sus tareas habituales. En los primeros meses de 1952 comenzó a tener síntomas de la reactivación de su enfermedad en la zona operatoria pelviana y manifestaciones broncopulmonares. Para ese entonces, la radiografía del tórax puso en evidencia imágenes nodulares que mostraban la diseminación tumoral en ambos pulmones. En aquel entonces la medicina no contaba con recursos complementarios para enfrentar esa complicación. De acuerdo con el doctor Mendé hicimos una consulta telefónica con el doctor Pack, quien sugirió, como única tentativa, ensayar un nuevo compuesto químico, derivado de la mostaza hidrogenada, el cual después de auspiciosas investigaciones en el laboratorio comenzaba a emplearse en la clínica del Memorial Cancer Hospital. Tuvo la cortesía de enviarnos varias dosis de la droga, que de inmediato se le suministraron a la paciente por vía endovenosa. Quizá sea el primer caso de terapia química antitumoral en nuestro país. El doctor Mendé, con varios distinguidos colegas, cumplieron la laboriosa y difícil tarea de custodia permanente del control clínico y de laboratorio.

La señora Eva Perón tuvo una transitoria reacción favorable, pero el proceso tumoral siguió luego su curso irreversible. Indudablemente la enferma padeció mucho el desgaste y el dolor que le produjo la enfermedad, con progresivo debilitamiento de su estado general y acentuado adelgazamiento; es decir, con los signos y síntomas propios de una patología avanzada. Pero, pese a ello, tuvo entereza y fuerza física, sostenida por una activa medicación paliativa, que le permitieron aparecer en actos públicos como el del 1º de Mayo de ese año en la Casa de Gobierno, junto a su esposo, y hablar con energía frente a todos los trabajadores.

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De la baronesa Maud Sacquard de Belleroche, escritora:

En 1942, en plena guerra, durante la ocupación alemana, volví a casarme, esta vez con un diplomático. Partimos un año a Italia porque él fue nombrado ministro plenipotenciario del mariscal Pétain ante Mussolini. Sí, conocí a Mussolini en una recepción oficial. Me tocó estar a su lado junto con la esposa del embajador de Alemania, que tendría unos cincuenta años. Yo tenía veinte, y una cierta extravagancia que siempre me gustó acentuar. De pronto Mussolini me sonrió, diciéndome casi al oído: "Madame, si hubiera sabido que un día Francia me enviaría una embajadora tan joven y adorable, nunca le habría declarado la guerra". Esta fue mi efímera relación con Mussolini. Más tarde, al terminar la guerra, mi marido, ex diplomático de Pétain, tuvo que exiliarse, y partimos a España. Allí me convertí en la secretaria del académico Abel Bonard, que escribía un libro sobre Napoleón, tema y época que me apasionaban.

Por fin se agotaron nuestras reservas y ni la venta de mis alhajas pudo salvarnos. Entonces fuimos a la Argentina, en 1946. Mi marido, que apenas tenía treinta años, era ya un experto economista y pensó que en aquel país en pleno desarrollo podría encontrar una salida. No se equivocó, porque al poco tiempo fue introducido en el círculo íntimo de Perón y se convirtió en uno de sus consejeros económicos. Como tecnócrata y economista creó la electrocontabilidad en los bancos. Su tiempo fue devorado por el trabajo, mientras que yo, activa, inquieta, no sabía qué hacer. Había vivido hasta entonces, ya en esos breves años, grandes experiencias en medio del reino de los hombres, la guerra, la diplomacia, los estudios, la maternidad, dos casamientos, el exilio, y me preocupaba mucho el papel de la mujer en este mundo convulsionado. Era una mezcla de burguesa y rebelde y por eso, al llegar a la Argentina, me sentí inmediatamente fascinada por Eva Perón. Pero esta fascinación fue pronto mal vista por la alta sociedad, dejaron de invitarme. Yo había llegado como hija de una familia francesa de la alta burguesía y como mujer de un ex diplomático. Era joven, elegante y con un lado rebelde. Hablaba un español aprendido en España, que con mi acento francés parece que me agregaba aun " du charme ". Llevaba modelos de Maggy Rouff y fumaba en boquilla. En una palabra " una francesa ", y durante un mes causé sensación. Muy pronto, al empezar mi marido su colaboración con Perón y yo a decir públicamente que Eva Perón me fascinaba, se espaciaron las invitaciones hasta que no las hubo más. La política no era ni es mi fuerte, pero siendo estudiante había empezado, quizá con gran pretensión, un ensayo sobre la voluntad de poder de la mujer a través de las edades. Yo era, ante todo, feminista y me encontré con que Eva Perón correspondía, con su personalidad, su origen, su ambición, al ideal que yo sentía de la mujer. Mi trabajo literario, " Eva Perón, la reine des sanschemises " empieza con las emperatrices bizantinas, sigue con otras mujeres importantes de la historia y finaliza con Eva Perón. Al llegar a Buenos Aires e interesarme en Evita, sentí que con ella debía terminar mi ensayo, porque me parecía la encarnación misma de una cierta idea de la mujer, del coraje femenino, de su voluntad de poder.

En una palabra, me atrajo el personaje de Evita psicológicamente. Esto no fue comprendido por la sociedad que me invitaba. De la parisiense elegante con una cierta cultura, mujer de un ex ministro francés, pasé simplemente a ser para la alta sociedad argentina una " peronista ". Si la mundanidad me gustaba y me divertía, no lamenté la " pérdida de mi reinado " porque tenía otras reservas y otras ambiciones. No me importó nada. Me importaría perder una posición conquistada por mí, pero no aquel brillo mundano que había recibido caído del cielo y que era muy superficial. En todo caso, si me sentí un poco herida socialmente, me sirvió para apasionarme aún más por Eva Perón y comprender su lucha. Ella también había sufrido desaires, mucho más graves, ya que, se lo aceptara o no, era la esposa del presidente.

Mi primer encuentro con Eva Perón fue una noche de gala en el Teatro Colón. Me encontré, por fin, delante de la mujer que sólo conocía por fotografías. Estaba vestida con un traje de Dior, llevaba alhajas deslumbrantes, pero no fue naturalmente esto lo que me impresionó, sino ella misma. Eva Perón, hermosa, altiva y simple a la vez. Los ornamentos no hacían más que subrayar el mito. Comprendí, al verla, que fascinara a las multitudes. Y tuve tal inhibición que no entendí las palabras amables que me dedicó. A través de los años creo que he guardado el recuerdo de su voz, que también formó parte del mito el que he querido relatar en mi libro, visto o sentido por alguien de afuera que había no sólo estudiado la vida de otras mujeres brillantes sino que había conocido a varias de la actualidad. Y bien, fue Eva Perón quien me interesó, por el hecho de que siendo una mujer del pueblo, una hija natural, lo que significa un insulto en ciertos ambientes, logró imponerse y tomar una revancha ante la sociedad argentina que trató de ignorarla. Su interés por el pueblo le dio la oportunidad de esa revancha. La segunda vez que ví a Evita, y volviendo a su voz, fue un 17 de octubre dirigiéndose al pueblo. Sin duda, como actriz que había encarnado en la radio a grandes heroínas, tenía una cierta experiencia, pero su voz de por sí, exaltaba ante el pueblo, era épica. Su voz correspondía a ese país de montañas y pampas. Sin sofisticación, una voz de pueblo cuyo equivalente en Francia podría ser Edith Piaf. Por su voz y personalidad, Evita tenía la aristocracia del corazón, la única que cuenta para mí. Volví a encontrarla a Eva Perón en recepciones oficiales o semioficiales, ya que mi marido era sólo un consejero extranjero y no formaba parte realmente del gobierno de Perón. Pero la ví muchas veces en las fiestas de la embajada de España, porque eramos muy amigos del embajador. Muy español, hombre de gran humor, me contó sabrosas anécdotas como cuando tuvo que hacer una hora y media de antesala en la Fundación para ser recibido por Evita, quien dio prioridad a una delegación de panaderos.

Evita barría con protocolos y convencionalismos, y mi juventud, mi lado rebelde, no podían menos que aprobar esa actitud irreverente que le fue reprochada por ciertos sectores. Admito que se discutan algunas actitudes, pero para mí no fueron más que el reflejo de algo mucho más profundo y valedero, que es justamente el origen de mi interés por ella: esa voluntad de poder en la mujer. Mi idea de escribir sobre ella nació quizá luego de una conversación con el duque de Brissac, que me impresionó mucho. Cuando Evita vino a París en 1947 quiso ser recibida por el " tout París ", ya que el " tout Buenos Aires " había simulado ignorarla. Recuerdo que el presidente del Círculo de la América Latina, el conde de Billy, me llamó para invitarme a la recepción que se le ofrecería y para pedirme que lo ayudara a reunir el mayor número de personalidades del mundo aristocrático de París, lo que era difícil en el mes de julio, pleno verano con las grandes damas de vacaciones. Si bien hubo algunas mujeres, predominó el mundo masculino.

Lejos de ser una desventaja, esto dió más brillo a la presencia de Evita, que fascinó a los aristócratas. Al día siguiente me llamó el duque de Brissac diciéndome gravemente: " Maud, Eva Perón me pareció deslumbrante por su belleza y su elegancia, pero al serme presentada vi en su rostro la imagen de la muerte. El marfil de su piel es la belleza y la muerte ". Conociendo la aguda sensibilidad del duque de Brissac sentí que sus palabras eran premonitorias, y durante los años en que Evita vivió aún, seguí sus pasos desde lejos con un interés mezclado de inquietud. Luego de su muerte vinieron algunos años de silencio, por lo menos para nosotros, a tanta distancia. Fue cuando me dediqué realmente a la literatura y luego de publicar varios libros me sentí capaz de abordar éste, que dormía en mí desde el viaje a la Argentina. Mi libro es, en cierto modo, la antecámara del soñado ensayo sobre la voluntad de poder de la mujer que concluye con Eva Perón. Evita, fuera del mundo de las " vedettes ", cuyo último mito fue Marilyn Monroe, en su género fue y es única.

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De Mauricio Rubinstein, ex redactor de Sintonía:

Conocí a Eva Duarte cuando ella tenía 16 años. Viajó desde Junín acompañada por Agustín Magaldi. Era una chica bonita, fina de cara, que evidenciaba grandes ambiciones artísticas. Se alojó en un hotel de la calle Callao, entre Sarmiento y Corrientes. El dinero para alojarse allí se lo di yo a Agustín Magaldi. El lugar, que era demasiado malo, no la contó mucho tiempo en su lista. A los tres días de estar allí se fue. Años más tarde se la recomendé a Yola Greta, para que le diera trabajo como extra en una obra en la que Yola actuaba en el teatro Politeama. La gente de la revista Sintonía ( Emilio Karstulovic, su director; Gustavo Duval, Rodolfo M. Taboada, Monti Torres, Jorge Luque Lobos, Federico Dupuy de Lome y yo ) la guiábamos para que pudiera ir entrando en el mundo artístico. Recuerdo que en una oportunidad Karstulovic y yo le aconsejamos que se hiciera la cirugía estética, ya que tenía un pómulo más saliente que el otro. Concertada la operación con los doctores Gigante y Castellanos, de la calle Sarmiento, ella no se presentó porque tenía miedo. Sufría algunos problemas de salud, un principio de anemia. Eva Duarte no amaba la vida nocturna. Cuando Eva comenzó su carrera artística que, por otra parte, jamás fue destacada supo reconocer el calor de la amistad. Era buena amiga y mala enemiga, y tenía gran facilidad para amigarse de la gente importante. Inteligente pero sin preparación. " Solamente mis enemigos tienen defectos - me dijo en una oportunidad - ; a mis amigos jamás los reviso ".

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De Pierina Dealessi, actriz y empresaria teatral:

Conocí a Eva Duarte en 1937. Ella se presentó tímidamente: quería dedicarse al teatro. Vi una cosita tan delicadita que le dije a José Gómez, representante de la compañía donde yo era empresaria, que le diera ubicación en el elenco. Era una cosita tan etérea, que le pregunté: ¿ Damita joven, verdad ? Su respuesta afirmativa sonó muy baja, tímidamente. Estábamos haciendo la obra Una boîte rusa; la probé y me pareció buena. En sus primeras actuaciones decía pequeños parlamentos, pera jamás hizo " bolos ". En la escena, que representaba una boîte, Eva tenía que aparecer con otras chicas, bien vestida. Su figura era monísima. La chica se llevaba bien con todos. Tomaba mate con sus compañeras. Lo preparaba en mi camarín. Ella vivía en pensiones, era muy pobre, muy humilde. Venía temprano al teatro, charlaba con todos, reía, compraba bizcochitos. Yo la veía tan delgadita, tan débil que le decía: ¡ Tenés que cuidarte, comer mucho, tomá mucho mate que eso te hace muy bien ! Y yo le ponía leche al mate. La quería mucho.

Eva trabajó conmigo hasta 1938. Recuerdo que fuimos premiados por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires por la obra Si los viejos levantaran la cabeza, de Malfatti y de las Llanderas. El premio lo compartimos con Luisita Vehil y Maruja Gil Quesada. El mismísimo intendente municipal nos lo dio en la mano. Eva Duarte era una chica extraordinaria. Débil, enfermiza, una cosita frágil, tímida. Cuando pasaron los años, cuando vi ese progreso tan inmenso que ella había alcanzado en su vida privada, en su matrimonio, en la política, yo me preguntaba: ¿ Pero de dónde ? Y pensaba para mí, en esta casa llena de recuerdos: ¿ Dónde aprendió esta muchacha todo eso ? Admiraba en Eva Duarte eso tan enorme. Me preguntaba y me pregunto aún ahora: ¿ Cómo habrá hecho para tener esa desenvoltura, esa facilidad de palabra ? De damita joven a ser lo que después fue hay un abismo. Una total transformación. Ella era muy delgadita y en una obra tenía que salir a escena muy bien vestida, pero tenía muy poco busto. En aquellos tiempos no se veían los bustos de ahora. Entonces Eva se colocaba una media de mujer para rellenar su corpiño. Lo sé porque una vez, buscando la que me faltaba para completar el par, le pregunto a ella si la había visto. Y me contestó: " Mirá, Pierina, perdoname: la tengo guardada aquí ". Y se señaló el busto. Antes era difícil conseguir trabajo. Las temporadas, que duraban mucho menos que ahora, obligaban a saber más teatro. En radio, por supuesto, era muchísimo más difícil llegar. Yo le enseñé algo del oficio a Evita, marcando los pasos, la dicción. A la salida de las funciones o de los ensayos, siempre estaba Juancito Duarte esperándola. Se cuidaban mutuamente.

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De Liliana De Riz, politóloga :

"A las 20 y 25 la señora Eva Perón entró en la inmortalidad ": el comunicado de radio inundó mi casa de pesadumbre. Intuí que algo terminaba cuando mi padre anunció que vendrían tiempos difíciles. Un improvisado altar, con fotos de la "abanderada de los humildes", convirtió la calle de mi casa en lugar de peregrinaje de los vecinos. Muchos, llorando con la emoción que ella había sabido despertar en sus corazones. Una hoguera atenuaba el frío y nos reunía a los chicos como en la fiesta de San Juan. Por cierto, otros vecinos no se asomaban. El barrio de Flores no era territorio peronista. Para ellos, Eva había sido una intrusa en el poder. Un poder que ella había manejado a su antojo, repartiendo premios y castigos, al ritmo de sus pasiones. Sin embargo, aquel 26 de julio Eva logró ser una y muchas en la memoria de todos. Mientras la sociedad argentina se agite en la superficie sin cambiar las aguas profundas de la política, Eva Perón resistirá el paso del tiempo convertida en todas las caras de un mismo mito.

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De Osvaldo Pepe, periodista del Diario Clarín :

Buenos Aires presagiaba el luto desolado de las muertes grandes y los llantos homéricos. Era el 26 de julio de 1952. Un cuerpo joven y enfermo, bello aun en las vecindades de la muerte, postrado precozmente por un cáncer devastador, simbolizaba más que nunca amores y odios irresueltos de los argentinos, era el de María Eva Duarte de Perón, la jefa espiritual de la Nación, como la había bautizado el aparato de propaganda del gobierno peronista. Simplemente Evita, como había pedido ella que la llamaran y como en verdad la nombraban millones y millones de argentinos que habían aprendido a pronunciar la palabra dignidad a través de su discurso fulminante y de las urgencias de sus reivindicaciones vitales.

También era " esa mujer ", sequedad anónima con la cual la despreciarían en silencio sus enemigos más encarnizados no bien ella consumiera las energías finales. Fueron odios inútiles: pasarían décadas de desencuentros y rencores agravados hasta demostrarse que ella había tenido razón en muchos temas. El rigor del invierno, con su melancolía de fríos y cielos plomizos, ganaba espacio en la ciudad, mientras que en sus arrabales y en cada rincón desvalido de todo el país la lloraban desde hacía varios días en altares de infinita pobreza. García Márquez hubiera podido escribir ya entonces su " Crónica de una muerte anunciada ", que ese día tan temido empezó a cobrar forma a las 17 horas, cuando la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación daba cuentas de que " el estado de salud de la señora Eva Perón ha declinado sensiblemente". Partes posteriores de las 18.10 y las 19 fueron devorando las plegarias. A las 21.40, finalmente el locutor Carlos D´Agostino, la voz oficial a través de la cual el peronismo difundió sus obras en " Sucesos Argentinos ", dijo aquello que las multitudes no querían oir: " La Subsecretaría de Informaciones cumple con el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 ha fallecido la señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación".

Apenas ocho años antes, ella se había sentado junto al coronel Juan Perón en un festival artístico en el Luna Park, a beneficio de las víctimas del terremoto de San Juan. Con el vigor de una poderosa fuerza geológica de ahí en más se convirtió en un sismo político imparable. Con ella, la Argentina asomó a una nueva era. La pasión se metió en las entrañas de la racionalidad del poder, hasta entonces un ejercicio burocrático de élites civiles y militares, tierra vedada a las mujeres y hostil a las demandas de las mayorías sumergidas.

Aquella actriz de reparto, dueña de talentos escasos para la escena, apenas una pueblerina anónima dispuesta a ganarse un lugar en la vida a los codazos, empezaría a consumar la mejor de sus representaciones como compañera de gesta de quien se transformaría en su esposo y plesbiscitario jefe político de vastos sectores sociales emergentes. Juntos dieron lugar a la épica entonces innovadora que pasaría a llamarse peronismo. Evita llegó a la política con rencores a flor de piel, acaso con el alma y la memoria marcada por su condición de hija ilegítima de un viajante de comercio. Y se transformó en la gran impugnadora moral de la pobreza. Con ella y desde ella la asistencia social dejó de ser un menester dadivoso de las damas de caridad para adquirir categoría política y demandar, en consecuencia, la reparadora acción directa del Estado, que cambiaría para siempre la sociedad argentina. 

Eva Perón conocía las humillaciones de la pobreza como nadie: " Todo en la vida de los humildes es melodrama. Melodrama cursi, barato y ridículo para los hombres mediocres y egoístas. Porque los pobres no inventan el dolor, ellos lo aguantan ". dijo alguna vez para acallar a quienes denostaban su paso efímero por el mundo actoral con altanero desdén.   Fue un torbellino, pura transgresión y verbo político ardoroso. Evita era fanática hasta las fronteras sin retorno de la intolerancia. En medio de algunos nubarrones que se divisaban en el cielo peronista de los tiempos mejores, desde los balcones de la Casa de Gobierno, el 1º de mayo de 1952, cuando la muerte la tuteaba, llegó a prometer aquello de " no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista ". Supo transmitirle a una gran parte de las mujeres argentinas la impronta de su rebeldía, un espacio político conquistado por el voto femenino. 

Aquel 26 de julio de 1952 tal vez nadie se hubiera atrevido a imaginarlo. Pero José María Castiñeira de Dios lo haría décadas después en una bella poesía, en la que ella nos dice con don profético: " Aunque la muerte me tiene presa con sus cerrazones, yo volveré de la muerte. Volveré y seré millones ".

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De José María de Areilza y Martínez de Rodas, conde de Motrico, embajador de España: 

Las bromas intencionadas eran su fuerte. Un día organizamos un almuerzo en la Embajada para cumplir con mucha gente que nos había invitado y que pertenecían en su totalidad a la denostada oligarquía. Nuestras relaciones con ese importante sector social eran delicadas y había que arroparlas con gran disimulo y prudencia. Mi colaborador Alfonso Merry del Val y su incansable esposa, luego magníficos embajadores en puestos de gran responsabilidad, mantenían abierta esa línea de contactos con hábil eficacia. A la 13 horas era el almuerzo, y a las 12 me llamó Evita con urgencia para que fuera a Trabajo y Previsión. Quise excusarme dejándolo para la tarde pero insistió en la importancia y urgencia del caso. Llegué a su despacho y me encontré con el habitual espectáculo masivo y vocinglero, aquel día particularmente numeroso. 

Eva me saludó al verme llegar, indicando un sillón para que me sentara. " En seguidita me ocupo de usted ". El tiempo pasaba y pasaba y después de las 13 horas hice llamar a casa para que el almuerzo empezara sin mí.   A eso de las 14.30, Evita dió por terminada la audiencia general y dirigiéndose a mí me largó una tirada pintoresca y terrible contra las señoras de la oligarquía de Buenos Aires que, según ella, saboteaban su obra social. Luego, cambió de tono y me dijo: " Usted tiene hoy a comer unas cuantas de estas señoras en su casa. Yo quería que llegara tarde. Y ahora, nos vamos ". Y me llevó en su propio coche a la Embajada. " Dígales quién le ha traído en su coche para tomar el café ", fue su despedida entre grandes risas.

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De Emma Nicolini, hija de Oscar Nicolini:

Mi padre, que había hecho su carrera en Correos desde auxiliar, llegó, en 1943, a ser secretario privado del coronel Aníbal Imbert, amigo de Perón. Evita traba gran amistad con mi padre, a raíz de su presencia en Correos, motivada por sus trabajos en la radio. Por esa época, Eva Duarte vivía en La Plata, con una actriz amiga que se llamaba Lucía Barause, y llegó a Correos en procura de mejoras, que don Jaime Yankelevich no le daba en la radio. Mi padre lo conocía a Yankelevich desde mucho antes, porque era vecino nuestro, ya que vivía a pocas cuadras de casa. La realidad es que ella no ganaba mucho por esos días. Yo recuerdo que una de las primeras veces que vino a mi casa, le manifesté que a mí me gustaba también ser actriz; ella me observó que no me guiara por las apariencias, y me desalentó: " Mejor estudiá ", me dijo. Yo iba al colegio Euskal Echea, a la vuelta de casa, Sarandí 735, y ella tenía las audiciones en Radio Belgrano, que me quedaba a cuatro cuadras. Estaba terminando el sexto grado y yo me escapaba para verla, y a raíz de que tanto iba tuve disgustos con mi padre, por llegar tarde a casa, y él sin saber donde yo estaba. Un día Evita se presentó al colegio, a buscarme, para evitar esos disgustos. En esa época era mucho más gordita, más rellenita, de otra fisonomía, aunque muy elegante. 

Me acerqué a ella en 1944, a raíz de esa relación con mi padre que he mencionado, pero era una relación más bien social. Ella tenía un núcleo muy reducido de amigos por esos días: Lucía Barause, mi padre y mi madre. Nosotros vivimos luego un tiempo en Corrientes, pero a partir de octubre de 1945 volvimos a tener nuevamente relación muy estrecha con Evita y con Perón. En 1946 yo ya iba a la residencia, aunque sin ocupar función alguna. Luego ella comenzó su labor social en el cuarto piso de Correos, donde mi padre le facilitó un despacho.

Sobre el conocimiento de Perón y Evita, tengo una versión que me dio alguna vez mi padre. Según él el encuentro no fue como se decía. Que el coronel Perón llamó a Correos y preguntó " ¿ cómo se llama esa rubiecita que lleva una alcancía ? ", refiriéndose a Evita, y mi padre le dijo quién era. Por eso decía que " la presentación la había hecho él ".

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De María Concepción Leyes de Chaves, narradora, dramaturga y periodista de Paraguay:

Durante mi estadía en Buenos Aires, en 1949, conocí a Eva Perón y tuve oportunidad de conversar mucho con ella. En algún momento de nuestros diálogos, me comentó que iba a publicar un libro autobiográfico, al que titularía La pasión de mi vida. Cuando me lo dijo, me pareció prudente darle mi opinión sobre ese título, que me resultaba poco político e innecesariamente fuerte. Ella escuchó atentamente mis argumentos y cuando le sugerí otro, La razón de mi vida, y le dije el por qué, tuve la impresión de que la había convencido.

En otra ocasión, durante una reunión más privada en la que participaban otras damas, ella tomó una bandeja en la que había una cantidad de anillos que le habían obsequiado, y dirigiéndose a mi dijo: " Tome uno, el que más le guste ". Los había de diversa calidad y valor; yo tomé uno cualquiera, no precisamente el más codiciado por una mujer. Evita me expresó: " No ha tomado el que más le gustaba ". Era cierto, pero lo que a mí me importaba en ese momento era su recuerdo, que llevo conmigo.

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De Juan José Míguez, actor: 

Cuando se proyectó hacer la película La Pródiga, Eva Duarte decidió que yo fuera el galán de ese filme. Yo rechazé la idea: ¿ quién era ella para hacer pareja conmigo ?, ¿ qué antecedentes tenía ?. No quería trabajar con ella. Sin embargo, trabajé con ella al fin y su papel tuvo un lucido nivel de actuación.  El argumento de La Pródiga fue tomado de una novela del español Pedro Antonio de Alarcón, en la que se cuenta la historia de una mujer de pasado dudoso que vive recluida en una casona y en medio de una valle. La llaman " la pródiga " por su generosidad con la gente, pero las cosas se complican con la llegada de un ingeniero, que viene a construir una represa y, por ende, a terminar con el paraíso de ese valle. El ingeniero y " la pródiga " se enamoran pero el romance acaba mal. Curiosamente, en la película, se dan algunas premoniciones con relación a la futura Eva Perón: el pueblo la llama " la Señora ", ella atiende especialmente a los niños, el romance es resistido, y la mujer pone fin a su vida. También alguien del pueblo le dice: " Hermana de los pobres, hermana de los tristes, que el Cielo la bendiga". En 1946, el productor del filme, Miguel Machinandiarena llegó a un acuerdo con Evita y Perón, para no estrenarla. Se comprende la negativa del presidente electo: la Evita del filme termina suicidándose.

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Del general Hernán Pujato, funcionario militar:

En oportunidad de la visita que el presidente de la República, general Perón, hizo a Bolivia, donde yo era agregado militar, tuve la oportunidad de conversar con él y con su señora, que lo acompañaba. El encuentro del primer magistrado argentino con el presidente boliviano, Enrique C. Hertzog, tuvo lugar en octubre de 1947. Recuerdo que durante una larga conversación, habida en el coche comedor del tren, en la que se hallaba el presidente argentino con su comitiva, en una pausa y un silencio que se produjeron, como sucede en toda reunión de este tipo, abordé el tema de mi proyecto de expedición a la Antártida. No bien me escuchó, Perón planteó sus dudas sobre la posibilidad de la empresa, pues le parecía realmente que no estábamos en condiciones y capacidades para llevarla a buen término. Fue entonces que intervino la señora de Perón, quien dijo, más o menos, estas palabras: " Creo que si Pujato lo dice es porque es posible. Hay que apoyarlo ". Llegó así el año 1949, en que volvía a Buenos Aires al término de mi misión en La Paz, y entonces me entregué a las tareas de los preparativos para la expedición.  En 1950, el presidente Perón me impartió el plan y, el 12 de febrero de 1951, salíamos en el vapor Santa Micaela, rumbo a la Bahía Margarita. En el puerto, para despedirnos, estuvo ese día la señora Eva Perón, acompañando al presidente.    La expedición a la Antártida fue exitosa.

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Del Dr. Esteban Rey, médico:

En 1956, durante una de nuestras conversaciones en la cárcel, el doctor Alejandro Leloir  - de quien yo había sido secretario en el período en que él estuvo al frente del Partido Peronista - , me relató un episodio nunca divulgado que tuvo como protagonistas a Eva Perón y a las Damas de la Sociedad de Beneficencia. Como es sabido, existía un conflicto que tomó estado público y que culminó con la intervención de la Sociedad por el gobierno peronista. El doctor Leloir, quien era pariente de la última presidenta de la Sociedad, se hizo eco de la preocupación de las Damas de la Sociedad en el sentido de no quedar manchadas para la posteridad, por todo lo que se decía de ellas. Así fue portador de una invitación para que Evita visitara, acompañada por él, a su parienta. El presidente de la Nación, consultado por Leloir sobre el particular, estuvo muy de acuerdo en que la entrevista se realizase.

Eva Perón, acompañada por él, concurrió a la cita. Estaban presentes las damas integrantes de la última comisión directiva de la Sociedad. La reunión fue muy tensa, al principio, pero la modalidad jovial y compradora de Evita ganó a las Damas de la Sociedad mientras se servía el té tradicional. Al rato, Leloir estaba más que satisfecho por el resultado y por lo bien que había andado su idea. Algo entusiasmadas por el entendimiento y su aparente reivindicación, algunas de las señoras hicieron un aparte y acordaron algo para transmitir a la Primera Dama. La presidenta, dirigiéndose a Evita, luego de manifestarle su satisfacción por lo que estaba sucediendo, le dijo: " Señora, hemos pensado apoyar a partir de ahora su trabajo y para empezar, acabamos de programar una partida de bridge en el Plaza Hotel ...".  No pudo terminar la frase. Cortante, Eva Perón se puso de pie y les dijo:  " ¡ Eso no !  Han de saber ustedes que en este país se ha terminado para siempre el tiempo en que el dolor de los pobres sirve de entretenimiento de los ricos.  ¡ Buenas tardes, señoras ! ".

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De Ricardo Rojo, abogado y escritor :

Eva Perón significó y aun lo es hoy la figura femenina más revolucionaria de nuestro quehacer nacional. A partir de su acción, se opera la concientización del papel esencial que juegan los trabajadores a través de sus organizaciones de clase. El voto femenino incorporó a la vida política un sector postergado: " descamisados " y mujeres de nuestra tierra, a pesar de todos los intentos regresivos, constituyen los pilares necesarios e insustituibles de todas las realizaciones populares. Las fuerzas conservadoras lo advirtieron primero que nadie, combatiéndola ferozmente, con el arsenal de la hipocresía legalista. Su imagen preside el hogar de los humildes, como una afirmación mísma de una lucha que continúa.

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De José Luis Romero, historiador, rector de la Universidad de Buenos Aires, decano de la Facultad de Filosofía y Letras, doctor en Historia:

Eva Perón introdujo en la política argentina un acento nuevo. A los hombres de mi generación les pareció intolerable, pero sólo los más obcecados negaron que trajera a la política argentina un acento nuevo. Era el acento de los viejos caudillos populares, pero impregnado de una sentimentalidad protectora que, sin duda, despertaba en las clases populares un eco que nosotros no sospechábamos. Eva Perón es un símbolo, el símbolo de una manera nueva en la Argentina de percibir lo popular en lo que se mezcla lo ideológico y lo sentimental. Durante varias décadas hemos sido incapaces de percibirlo. Quizás fuera necesaria una voz tan dulce y tan áspera al mismo tiempo como la de Eva Perón para que lo aprendiéramos.

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De Raimundo Ongaro, dirigente sindical y miembro de la Confederación General del Trabajo (C.G.T) :

He podido llegar a distintos lugares de la Patria. Estuve en muchas casas humildes y en todas ellas estaban presentes el retrato y el recuerdo de Eva Perón. He visto a hombres y mujeres, ancianos y niños gritar contra la injusticia mientras sostenían en sus manos la imagen de Evita. Hace años, y ahora con más insistencia, que una frase la he escuchado miles de veces: " Si estuviera Evita, no pasarían estas cosas ". Ella comprendió y sufrió la violencia de un sistema que oprime a los pobres. Y era como un fuego que comenzó a incendiar las corrompidas estructuras de una sociedad insensible a la explotación que deja millones de seres humanos sin escuela, sin trabajo, sin defensa ante las enfermedades, sin vivienda, sin justicia social, sin igualdad de posibilidades, en una tierra sometida a los caprichos de los oligarcas y el imperialismo del dinero. Eva Perón fue revolucionaria. Estaba siempre al lado de los que tienen hambre y sed de justicia. Los ricos la odiaban, los desheredados la amaban. Corrió con el látigo a los mercaderes del templo y cada día alumbró una nueva obra que significó sonrisas a los niños, tranquilidad a los ancianos, avances a los trabajadores, felicidad para el pueblo. Predicó la liberación social e irrumpió en aquella etapa de nuestra historia con la misma mística con que hoy la juventud, multitudinariamente, toma el mismo desafío y el mismo coraje con que Evita vino a construir una Argentina, una Latinoamérica, un mundo donde los primeros valores son la solidaridad y el vivir como hermanos. Eva Perón sembró una semilla de amor.

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De Blanca María Trono, escribana:

Yo era muy chica y mi padre, el Juez de Primera Instancia doctor Rodolfo Ernesto Trono, que por aquel entonces estaba a cargo del Juzgado de Trabajo Nº 7, solía contar el siguiente episodio: siendo él titular de dicho juzgado, falló en una cuestión laboral contra la Fundación Eva Perón, condenando a la misma al pago de una indemnización a favor de un operario. La señora de Perón, al tomar conocimiento del fallo, no apeló, felicitó a mi padre y le dio la seguridad de que efectuaría el depósito, cosa que hizo en forma inmediata. Este relato lo repetía frecuentemente mi padre en rueda de amigos, expresando su admiración por la señora de Perón, y yo quiero que este hecho que aquí relato sirva como homenaje a la lealtad con los principios de la señora de Perón y de todos los jueces imparciales que pusieron siempre la administración de la justicia por encima de todo.

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De Margarita Macaya, embajadora de Costa Rica:

A mediados de la década del ´70, visité Buenos Aires como titular de la Comisión Interamericana de Mujeres. Reunida con un importante grupo de delegadas de instituciones intermedias de bien público, me tocó responderle a una importante cadena televisiva de los Estados Unidos que realizaba una encuesta para determinar " quién había sido la mujer más importante del siglo en las Américas ". No vacilé un solo instante para contestar. Eva Perón fue mi respuesta. Naturalmente es motivo de orgullo para las mujeres de las Américas esa presencia que fue en su tiempo Eva Perón. Y que perdura porque de entonces a hoy no hubo una sola que lograra emularla. Si no entienden a Eva Perón es que no entienden nada de su propio país y mucho menos de América.

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De Litto Nebbia, músico, poeta, realizador de la banda sonora del filme EVITA - Quien quiera oír, que oiga:

Evita ... Un poeta alemán dijo: Qué poco útil que soy, levanto el dedo y no dejo ni la más pequeña marca en el aire. Creo que esa es la cuestión, hay tan poca gente en la vida que deja una pequeña marca en el aire.

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De Miguel Brunetti, periodista y jubilado del Departamento de Policía:

Era mediados de la década del ´30. Yo paraba todas las noches en un bar ubicado en Maipú esquina Lavalle. Sentado a la mesa, frente a mí un vasito de ginebra, solo o con amigos, veía pasar la vida del Buenos Aires céntrico a través de los grandes ventanales. Una noche ví entrar a una muchachita flaca, esmirriada, que entró buscando algo sin detenerse frente a quienes le ofrecían una copa pensando en un posterior arrime. La calé al instante : ¿ Comiste algo, piba ? _ " No ", fue su respuesta. Le dije al mozo que llevara a la mesa un café con leche, un completo, luego de pedirle a la muchacha que se sentara. El completo fue devorado con ansiedad. ¿ Querés otro ? _ " Bueno ", contestó. Vení cuando quieras, le dije, yo estoy aquí todas las noches. _ " Gracias ", respondió ella y se fue. Venía todas las noches durante un tiempo y , luego, a veces, faltaba. Siempre encontraba su café con leche con medialunas, manteca y dulce. ¿ Conseguiste algún empleo, piba ? _ " Algo me prometieron ", dijo ella. Un día, de pronto, no la ví más. Extrañé esa compañía de mis horas en el bar. Pasaron meses y meses, y también años. Finalmente una noche ví detenerse un automóvil en la puerta del bar y descender de él a una hermosa mujer sobriamente vestida. Observé que la mujer daba una indicación al chofer y, decidida, entró al bar. No podía creerlo. Era ella. Hola, piba. Sentáte ... _ " Hola, Miguel. ¿ Cómo estás ? ¿ Qué te hace falta ? Vine para preguntarte si necesitás algo ... una casita ... un auto ... ¿ querés algo ? ¿ necesitás algo ? ". No, piba, gracias, no necesito nada. Gracias. _ " Si algún día necesitás algo, vení a verme ", respondió Eva Perón. " Vení a verme, no hace falta que te anuncies, yo estoy aquí, en esta dirección, y también junto a una mesa ". Ella se levantó, me dió un beso en la frente y se fue. Mis ojos empañados por la emoción siguieron mirándola mientras subía al automóvil que la estaba aguardando.

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Del Diario laborista Daily Herald de Inglaterra:

En ningún momento, desde la época de Tse Hui, la fabulosa emperatriz china, ninguna otra mujer tuvo tal influencia política como Eva Perón.

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Del Diario Frankfurter Allgemeine de Alemania:

Eva Perón tuvo una personalidad muy propia, distinta a la de cualquier otra mujer de la historia, y fue un prodigio de voluntad.

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De Jorge Abelardo Ramos, intelectual, historiador y escritor:

Había una Sociedad de Beneficencia integrada por las damas del viejo patriciado de Buenos Aires, que eran realmente las damas de beneficencia del Barrio Norte y que elegían como presidenta de la Sociedad a la señora del presidente que siempre era una dama. Pero apareció Evita. Evita no era una dama, era evidente, era una mujer. Y una mujer, resuelta, que iba a encarar por primera vez toda la angustia, toda la indignación contenida de millones de mujeres de generaciones anteriores.

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De Ovidio Cátulo Castillo, músico y poeta:

Aguardábamos recostados contra los muros de aquel espacioso salón de la Secretaría de Trabajo y Previsión, en un largo itinerario de cigarrillos que atemperaban un poco la prolongada espera bajo la alta noche de junio. El chiquillerío pobre, y casi miserable, jugueteaba sobre el suelo. Una señora obesa, adormeciendo al crío, miraba con ojos azorados y tristes hacia la puerta por donde debía aparecer " ella ", portadora de la última esperanza acariciada lejos. Algún médico, algún maestro, y un funcionario de Estado junto a un militar que también esperaba, en una democracia igualadora, la presencia de Eva Perón, para hallar el milagro de alguna solución a " su " problema. Tres ... cuatro ... cinco horas ... Acomodábamos la espera buscando posiciones contra aquella pared, que ahora estaba más tibia y menos dura. De pronto hubo un revuelvo de corazones remontados a lo alto. En una taquicardia emocional, miramos a la entrada que enmarcaba gallarda la silueta de aquella mujercita. En un susurro, el nombre. Y todas las miradas convergiendo, hechas llamas de luz, para verla mejor, tan pálida, tan delgadita estaba. Dos sílabas jugaban en los labios inquietos: Eva ... Eva ... Y cruzó, casi alada, la dimensión enorme de aquellos cuatro metros que la traían al centro de ese pequeño reino del amor, para mostrarla entera, inclinada, febriciente, atendiendo todos los petitorios, todas las esperanzas con todas las congojas que al fin le eran expuestas densa, atropelladamente. A un niño, una caricia. A una anciana, un beso en las mejillas. Y papeles y órdenes. Y el nervioso ajetreo de hallar una salida airosa para cada complicado planteo. En la noche de junio, la llovizna azotaba la calle, y el reloj desgranaba las cuatro campanadas que llevaban al alba. Por fin llegó a nosotros. Era una vaporosa criatura de cera, con los ojos oscuros y profundos, que pudo sonreírnos con la misma sonrisa de honda cordialidad que siempre habíamos visto en otras horas. _ " ¿ Qué tal, muchachos ? ... " _ Venimos, señora ... Y le expusimos, entrecortadamente, una larga teoría de palabras que ella escuchó paciente, mirándonos de frente. _ Nuestro problema es éste ... Y pensamos Evita que usted ... _ " No puede ser, muchachos ... se equivocan ... No debe gravitar sobre el pueblo trabajador un asunto que debe programarse de otro modo. La solución es ésta ... " Y expuso, con una meridiana claridad y una exacta comprensión de las cosas, una solución que apenas pudimos imaginar nosotros, profesionales todos, del derecho de autor. Quedamos asombrados. Aquella inteligencia simplista, directa, avasallante, acertaba el hallazgo sin esfuerzo ninguno. Recogimos la idea y la trasegamos, masticando palabra por palabra. ¿ Tendría ella razón ? Mirándola a los ojos primero, y buscando en el suelo la respuesta después. Y en el suelo, junto a nuestras miradas, dos pies desnudos, blancos, buscaban el alivio sobre el frío del piso. _ " Discúlpenme, muchachos ... tengo que descalzarme a veces ... llevo muchas horas de pié ... "

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Del periódico New York Times de los Estados Unidos de América:

Fue una de las mujeres más importantes del mundo y que jamás se la olvidará: Eva Perón.


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Textos cortesía de Carlos Vitola Palermo de Rosario, Santa Fe, República Argentina.


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Esta página está dedicada a mi esposa Dolors Cabrera Guillén, fallecida por cáncer el día 12 de marzo de 2007 a las 18.50 y por seguir su última voluntad, ya que conociéndome, antes de morir, me hizo prometerle que no abandonaría la realización de mis páginas web.

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