DOCUMENTOS SOBRE EVA DUARTE DE PERON 


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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HISTORIAS, ANECDOTAS y TESTIMONIOS 

Evita en el Hogar de Tránsito Nº 2, hoy Museo Evita, Lafinur 2988, Buenos Aires

De Valentín Thiebaut, periodista :

Días antes de la partida de Eva Perón a Europa me avisaron que debía viajar a España, para cubrir el viaje. Yo era redactor de Democracia desde antes de que el diario fuera adquirido por Evita para el Movimiento, con el aporte monetario de don Miguel Miranda, algo más de 30.000 pesos, según mi información. Por eso viajé antes que la Primera Dama, desde Montevideo, en una máquina de la compañía holandesa KLM.

La recepción en España fue triunfal, de gran fervor popular. Me tocó estar en el balcón, sobre la Plaza de Oriente, muy cerca de ella y de Franco, el día que recibió la Gran Cruz de Isabel la Católica. Los diarios españoles, en general de cuatro páginas por el racionamiento del papel, le dedicaron sus primeras planas. Recuerdo un detalle relacionado con la condecoración que le otorgó Franco: en una recepción posterior, a la que los invitados concurrieron todos de gala, uniforme y condecoraciones, Evita, al llegar, advirtió que había cometido una gaffe, ya que no llevaba la Gran Cruz, pormenor que el caudillo advirtió de una mirada.

Ella no se amilanó y se lo confesó jovialmente. Franco sonrió. Y salvó pronto la situación mandándola buscar. En Italia, las cosas no anduvieron bien como en España. Hubo hostilidad, de entrada, por parte del Partido Comunista. La atacaron porque venía de la España franquista. Eso hizo que el programa preparado no se pudiese cumplir en su totalidad, ya que, con la visita a Milán, la programación se interrumpió. El gobierno le comunicó que no podía ofrecerle garantías en adelante. Eso hizo que Eva Perón permaneciese en Roma más de lo previsto, sin hacer nada, porque no podía adelantar el viaje a Francia, por encima de las exigencias de la seguridad. Por eso no visitó Venecia, ni Florencia, como estaba programado; y a Génova fue pero no en la fecha prevista. Me trasladé a París antes que lo hiciese ella, después de habérselo avisado. Durante su estadía en Francia, le organizaron un desfile de modas, sin consultarla. Ella habló con el padre Hernán Benítez y siguió al pie de la letra su consejo: no asistir. Conozco también otro episodio que revela el tino con que se movió en el viaje.

Una noche, en el trayecto de regreso al hotel, el magnate naviero Alberto Dodero detuvo el coche frente a un local muy iluminado y la invitó a bajar. Evita preguntó de qué se trataba. Es un cabaret muy famoso, fue la respuesta. Ella dijo no, y como Dodero le insistiera con la invitación, señalándole que en París los cabarets no tenían mala fama, ella ratificó su rotundo no. Cuando nos encontrábamos ya en Río de Janeiro, le hice una entrevista final para Democracia. ¿ Cuál es su mejor recuerdo de todo el viaje ? Y en el acto me dijo: " La entrevista con el Papa ".

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De Monseñor Angelo Roncalli, Nuncio Apostólico en París, Francia, luego Su Santidad, el Papa Juan XXIII, en Notre Dame, julio de 1947:

Señora Eva Perón, siga en su lucha por los pobres, pero no se olvide que esa lucha, cuando se emprende de veras, termina en la cruz.

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Del Diario La Marina, de Cuba:

A Eva Perón podrán discutirla cuanto quieran los enemigos políticos y económicos de la Argentina, pero nada de ello debilita ni afecta al problema planteado por la postura de Eva Perón. Pudo, con el poder ya en las manos de su esposo, aspirar a un sitio en la aristocracia de su país, convirtiéndose, por obra del poder y del dinero, en ornato de los salones exclusivos.

En todos los países, la alta sociedad tiene muy sutiles maneras de aceptar lo que le pareció inaceptable. Eva Perón escogió otro camino: se fue a las capas populares del pueblo, buscó la amistad de los desamparados y peleó contra los poderosos.

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De Eleanor Roosevelt, Primera Dama de los Estados Unidos de América:

Eva Perón se proyecta como una de las figuras femeninas de mayor brillo, exponente de la cultura y la capacidad realizadora de la mujer en América Latina.

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De Beatriz Sarlo, profesora de Literatura Argentina de la Universidad de Buenos Aires:

Más allá de su historia real y de su personalidad, Evita se convirtió, luego de muerta, en un mito o, mejor dicho, en varios mitos: la providente, la mediadora entre Perón y su pueblo y la combativa y militante, alejada de las maniobras tácticas del líder. Con la caída de Perón, el cadáver de Evita padeció las ofensas sintetizadas por Rodolfo Walsh en su cuento Esa mujer, y que relató extendidamente Tomás Eloy Martínez en Santa Evita. Frente a Perón que, como estratega, debía calcular sus posiciones en función de una relación de fuerzas, Evita simbolizaba el rechazo a la negociación y al tacticismo. Con la figura de Evita, el peronismo encontraba un absoluto. Ella no podía traicionar, ni negociar, ni escuchar a los traidores, ni engañarse, ni engañar. Evita garantizaba la auténtica naturaleza popular y revolucionaria del peronismo. Evita cristalizó un núcleo original y ofreció su pasión, su enfermedad, su renunciamiento a la vicepresidencia, su muerte, como talismán de fidelidad. Evita simboliza la verdad del peronismo.

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Del periódico Images, publicación de Francia:

Pocas mujeres han tenido un destino tan privilegiado como el de Eva Perón. La historia la ubicará junto a las más grandes figuras: la de ella es discutida pero sumamente conmovedora. Un gran amor la convirtió en esposa de un estadista, en ídolo de un pueblo, sin que empero, jamás dejara de ser una mujer sumamente sencilla. Fue recibida como una auténtica soberana en los países adonde la condujeron las necesidades de la política. En todas partes dejó el recuerdo encantador de su belleza, de su gracia y de una elegancia que tornaba aceptable el lujo. Fue una Cenicienta.

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De Alberto Muinelo, empleado de la Secretaría de Trabajo y Previsión:

Sí, trabajé en la Secretaría, junto a Evita. Fueron los mejores años de mi vida. Evita llegaba alrededor de las 8 de la mañana y entraba por la puerta de Hipólito Yrigoyen. Ella empezaba a atender a las tres de la tarde y seguía, a veces, hasta las cinco de la mañana. Venía mucha gente a verla, nunca menos de doscientas las personas que esperaban. Evita tenía una libreta de trabajo para resolver necesidades y un carpetón color azul donde guardaba el dinero para ayudar en el momento a quien lo solicitara. Cuando se le acababan esos fondos, pedía al funcionario que tuviera a tiro que sacara su billetera y la vaciara en el carpetón. Inicialmente trabajaba yo con Perón. Un día me vió Evita y me dijo: " ¿ Querés trabajar conmigo ? ". Le respondí que estaba trabajando con el general. " Entonces trabajá para los dos " fue su respuesta.

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De Nelly Prince, actriz de cine, radio y teatro:

Tengo un imborrable recuerdo. Trabajé con ella en Radio Belgrano. Jaime Yankelevich era el director de la radio y Samuel Yankelevich el director artístico. Yo hacía el papel de hija de un personaje de Evita en uno de sus programas. Resulta que un día me llama el director artístico y me dice que, debido a que había que bajar los gastos, mi sueldo se iba a reducir. Fue un golpe duro para mí, me puse a llorar. Mi papá estaba muy enfermo, necesitaba ese dinero para ayudar en casa. Evita me vió llorando y me preguntó qué me sucedía. Entonces le conté. Ella me tomó de la mano y me llevó hasta la oficina de Yankelevich. Como yo estaba un poco asustada decidí quedarme en el pasillo. Eva entró y encaró a viva voz al director. Al ratito sale ella del despacho de Yankelevich y me dice: " Quedáte tranquila. No te han bajado el sueldo, a partir de ahora te lo han aumentado ". Jamás olvidaré este gesto de Evita.

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De Dalmiro Sáenz, escritor:

La ideología de Evita es el amor. Lo que más me acercó al peronismo fue su enorme amor. Su amor al pueblo, a sus ideas, a su país. Era un ser totalmente capacitado para amar. Por eso tenía esa fuerza. Era coherente. Pensaba, a pesar de estar a veces descolocada en la historia, en lados equivocados. Su persona era totalmente coherente con lo que vendría más tarde. Yo no sé como se dio ese proceso en Evita. Se sabe muy poco de cómo fue llegando a eso. Creo que, como en toda mujer, era más fuerte su sabiduría que su inteligencia. Hay un instinto que en ella es muy importante. Realmente es un símbolo, que tiene su luz propia. Es un símbolo nacional. Cuando murió Perón yo pensé que había muerto el político más joven que tenía la Argentina en ese momento; para mí fue muy joven la vejez de Perón. Creo que en Evita fue lo contrario, fue como si estuviera consciente de lo corta que fue su vida y fue terriblemente adulta; tuvo una vida personal muy adulta. Es muy lindo, muy audaz que un país como la Argentina, tan machista, tenga un símbolo tan femenino como es Evita. Yo era totalmente antiperonista mientras Evita vivía y me hice totalmente peronista después de su muerte. No estaba preparado para Evita. Como no hubiéramos estado preparados para entender a los caudillos, por ejemplo. Eramos hijos del despotismo ilustrado. Creíamos en la erudición, no en la cultura. No sabíamos que la cultura era la memoria de los pueblos y que toda cultura que no es popular no es cultura.

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De Noemí Castiñeiras, licenciada en Historia, directora del área de investigación en el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón, autora del interesante libro " El ajedrez de la gloria ":

Existen evidencias que dan por tierra las tan mentadas versiones que involucran a Agustín Magaldi en la venida de Eva Duarte a Buenos Aires y que, según sea el caso, lo presentan intercediendo ante la madre, a pedido de aquella, para que consintiera en la partida, o bien limitándose a facilitarle algunas cartas de recomendación que le abrieran las puertas del mundo artístico, o bien viajándo él mismo con la jovencita a la capital. Algunos, como suavizando el asunto, incorporan a la esposa en la trama. En todos los casos, el conocimiento se habría dado en Junín, en ocasión de una gira del " Gardel del Interior ". Los diarios juninenses Democracia, La Verdad, El amigo del pueblo y Orientación no registran la presencia de Magaldi en Junín en los años 1934 y 1935. ¿ Omitirían justamente esta presencia cuando sus páginas nos hacen saber de la de todo artista llegado de la capital para actuar en el Teatro Italiano, en el Crystal Palace o en los clubes sociales juninenses ? Ciertamente no. Según Roberto Dimarco, el cantor estuvo allí en tres oportunidades: abril de 1929, diciembre de 1936 y marzo de 1938. En esos años Eva no estaba en Junín. Sí es en cambio probable que se hayan conocido en la gran ciudad. Ambos trabajaron en la radio en 1935 y numerosos testimonios de época aluden a ello. También son sólo testimoniales, y por ende difíciles de precisar, las evidencias del alojamiento de Evita, recién llegada a Buenos Aires. Según algunos habría sido en pensiones céntricas, según la familia, en casa de los Bustamante, amigos de la familia. Evita estaba frente a su nueva realidad; el paso había sido dado y no habría retorno.

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De Humberto Alemán, diplomático:

Yo era cónsul adjunto en Ginebra, ciudad a la que llegó Eva Perón desde París, por tren. Entonces, al cónsul general, don Juan Antonio Giráldez, y a mí, nos designaron en la comitiva; aún más, fuimos los encargados de recibirla, puesto que ella viajaba con el jefe de la delegación argentina ante el gobierno suizo, Benito Llambí. Cuando llegó fue muy bien recibida, al extremo de que ella, hablando por teléfono con Juan Perón, le dijo: " Magnífica recepción ", palabras que dijo delante mío. Hubo un pequeño incidente, donde le pegaron un tomatazo al ministro Petitpierre, a quien en verdad se lo habían tirado, desde un grupo de izquierda que era muy jorobón. Pero todo, como en Suiza, con mucha tranquilidad. Nosotros la acompañamos hasta Berna, en tren, y allí, al ser informada por Llambí y Giráldez de que yo hablaba francés, me designó para que fuese su " adelantado " en el resto de sus desplazamientos. Por ejemplo, ella iba a visitar a la ciudad " capital del reloj ", La Chaux-de-Fonds, donde estaba la industria relojera; yo viajé un día antes y le traje el programa preparado. Así fue como me hizo el honor de hacerme su traductor; y rompía con el protocolo, porque en las mesas que se disponían me hacía colocar enfrente de ella.

Se decía que su viaje a Suiza iba a tener una recepción fría y poco generosa. Sin embargo, le prepararon excursiones fantásticas y la agasajaron con todo. La recepción que dio ella, además, en Berna, para agradecer las atenciones de las autoridades, mereció un parrafo aparte: se hizo en el hotel de más alta categoría y renombre, y hubo 1.400 invitados, de frac y condecoraciones. En el momento en que ella descendió por la escalera, hacia el salón, se hizo un silencio impresionante. Parecía realmente una reina. En verdad, Llambí vio que podía ser un éxito la visita a la Confederación Helvética y se jugó en algo en que casi nadie creía. Fue posible este viaje al descartarse la visita a Londres, de la que mucho se había hablado.

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De Vera Pichel, periodista y escritora, autora del singular libro "Evita Intima":

A comienzos del siglo XX, Juan Duarte, oriundo de Chivilcoy, casado con Estela Grisolía y con hijos en su pueblo natal, compró a la familia de Furst Zapiola alrededor de una legua de campo en Los Toldos, en la zona denominada " La Tribu ", porque lindaba con las tierras del cacique Coliqueo. Duarte no construyó allí una nueva casa, dado que la tenía en Chivilcoy, donde residía, sino que dejó en el lugar una humilde vivienda.  Allí conoció a Juana Ibarguren. Era hija de un carrero y de una puestera, y tenía una belleza algo rústica pero atrayente. Ella, por su parte, deslumbrada por el hombre apuesto que intentaba distinguirla, cedió al amor.  La relación entre Juan y Juana comenzó en 1908, y terminó abrupta y trágicamente en 1926. Juan Duarte, a quienes algunos historiadores dan como descendiente de franceses de Bayona, apellidados Douart o Duart, " el vasco " para los vecinos, compartió durante esos años sus dos hogares. El legal, constituído en Chivilcoy, y el asimilado de Los Toldos. De este último nacieron cinco hijos: Elisa, Blanca, Juan, Erminda y Eva María. Las leguas que separaban una casa de la otra eran recorridas por Juan Duarte con una asiduidad que nada cambiaba. En el pueblo, por supuesto, todos lo sabían pero nadie hacía remilgos. 

En cuanto a la familia de Juana, integrada de algún modo al pueblo, poco y nada se sabía de ella. La vecindad con la tribu aledaña hacía que tanto la madre como los hijos se volcaran más a ellos. La comadrona india que asistió los partos de sus hijos, Juana Rawson de Guayquil, era una prueba de ello. Ninguno de los cinco hijos de Juana había sido reconocido por el padre. En el caso de Eva María, su madre la anotó casi un mes después, dándole su propio apellido. Pasados unos meses la pequeña fue bautizada en la única iglesia entonces existente en Los Toldos.  El acta de bautismo:  " En el libro 14 de bautismos, a folio 495, el veintiuno del mes de noviembre de mil novecientos diez y nueve, el presbítero Carlos Micone bautizó a Eva María, que nació el siete de mayo del año mil novecientos diez y nueve, hija natural de D. Juan Duarte, natural de este país, y de Da. Juana Ibarguren, natural de este país, domiciliados en este partido, siendo sus padrinos D. Antonio Ochotorena y Da. Paz Michotarena. Firma el presbítero Micone ".

Durante esos años, evidentemente, y a medida que iban naciendo los hijos, la vida de Juan Duarte no era demasiado sencilla. Las constantes presiones de su suegro, el viejo y muy influyente caudillo conservador a la vez que fuerte hacendado de Chivilcoy, Juan Grisolía, se hacían sentir cada vez con más fuerza. La prolífica familia de Los Toldos era un problema que trascendía ya los límites de un matrimonio para convertirse en drama para todos los Grisolía. Juan Duarte comenzó a espaciar sus visitas a Los Toldos. A un punto tal que se dice que, a diferencia de sus hermanos, la pequeña Eva María no tuvo mucho trato con su padre. Un trágico e automovilístico, producido el 6 de enero de 1926, terminó con la vida de Juan Duarte. Nueve años más tarde, en enero de 1935, llegaba por segunda vez a Buenos Aires la soñadora jovencita que quería ser actriz, Eva Duarte Ibarguren . Ya había estado en Buenos Aires un año antes, en 1934, rindió una prueba en la radio, no pasó nada y regresó a Junín. 

En la década del ´30, los actores y las actrices secundarias ganaban entre 60 y 100 pesos por mes. Un vestido de mujer, apenas ponible, costaba 50 pesos, con lo cual el remanente no alcanzaba siquiera para malvivir. Nunca se podían pagar las deudas que quedaban como saldo de meses sin trabajo. Las actrices debían comprarse su propio vestuario, que no les proporcionaban en las obras que intervenían. Había que pedir algo prestado a una amiga, o recorrer tiendas de saldos. Nadie cobraba durante los ensayos y si la compañía finalizaba antes del tiempo previsto, actores y actrices quedaban en la calle. Cada uno tenía que oficiar de ser su propio promotor y representante. Las actrices tenían que estar en todo momento bien vestidas y arregladas, y debían soportar además la persecución y hasta el chantaje que sobre ellas ejercían empresarios, directores y primeros actores, que eran quienes arreglaban y disponían la inclusión de nombres en los elencos. En cuanto a la publicidad, también estaban a merced de cronistas teatrales y directores de revistas, y a que ellos determinaran quiénes debían aparecer o no en fotos o crónicas. A veces a los actores de radioteatro se les pagaba en especies, acorde con lo que la emisora radial recibía en pago de espacios vendidos. En el mes de marzo, en 1935, Eva tendría su primera oportunidad, en la obra " La señora de Pérez ",  en la Compañía Argentina de Comedias encabezada por José Franco. Así empezó.

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De Leonardo Favio, actor, cantante, cineasta, realizador del megadocumental de seis horas de duración " Sinfonía del sentimiento ", sobre Perón y Evita:

Nací en 1938. Escuché sus discursos en mi pueblo natal, en Luján de Cuyo, Mendoza. Evita era un ser especial. Mi abuela y mis tíos, como todo el mundo, tenían una foto de ella junto a la de los santitos. Para los humildes era un milagro el hecho de que le escribieran una carta y que a la semana les llegara una máquina de coser. Esa máquina era para esa gente un medio de subsistencia. La recuerdo y me emociono. En los Campeonatos Evita, en una oportunidad, jugué al fútbol. Vuelven a mí los sonidos de la Marcha del Deporte que inundaba la cancha, y las imágenes de los camiones de la Municipalidad repartiendo juguetes por las calles de tierra y el tropel de niños felices, corriendo, junto a las madres acaparando bicicletas, pelotas, muñecas ... y de los hermosos barrios obreros, donde mi tío Arturo tiene su chalecito. No sé como transferirte todo lo que sentí, toda esa emoción. Y cuando murió Evita me acuerdo de mi abuelo, sentado en una silla, llorando sin consuelo, acongojado, con el diario Los Andes de Mendoza en la mano. Con desconsuelo, así la lloró el país.

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Del Dr. Horacio Sueldo, abogado y político :

La Fundación llevó alivio, consuelo y alegría a miles de hogares argentinos que, en los más diversos puntos del país, padecían alguna necesidad superior a los recursos propios y a los de las entidades actuantes hasta entonces. Hay quienes recibieron mucho; si además supieron aprovecharlo, alcanzaron definitivamente un nivel de vida decoroso. Otros, quizá la mayoría, sólo gozaron de una felicidad pasajera, que a veces resultó después una dificultad para readaptarse a su ambiente. Pero lo cierto es que, sin la presencia de la Fundación esos problemas no se habrían solucionado. Las discrepancias más conocidas se han referido a los métodos utilizados para allegar fondos que, en ciertos casos, fueron calificados injustamente compulsivos. Con todo, son más importantes otras disidencias, relativas al sentido y al resultado de aquella acción. La dádiva directa, por generosa y oportuna que sea, cuando es ella todo el sistema, no complementado por estímulos organizados hacia el desarrollo de la iniciativa personal y del esfuerzo comunitario, no contribuye al fin de cuentas a cambiar las cosas de raíz. Se parece más a la beneficencia tradicional que a una auténtica promoción humana y social.

Las alternativas planteadas no son enteramente excluyentes. Si se piensa que antes de ser la esposa del Presidente de la República, no hizo casi nada en materia social, se puede concluir que sólo supo aprovechar una coyuntura favorable. Pero ¿ podría una mujer común, una mujer cualquiera o vulgar ? Yo creo sinceramente que no. Debe reconocérsele alguna condición excepcional. Si no demostró talento, grado genial y creativo de la inteligencia, por lo menos exhibió capacidad para asimilar las lecciones de su tiempo, intuición para captar los datos principales del proceso, sensibilidad para jugarse en él a fondo, con más autenticidad que muchos que la rodearon. Si su figura tendrá o no proyección de futuro, es otro asunto. Siempre habrá un lugar para ella en el corazón de los pobres que la conocieron. Se puede transmitir de ella, en vez de la frecuente imagen gigantesca, abrumadora y efímera, otra más humana y por ende más limitada, pero al mismo tiempo más abierta y más perdurable: la de una mujer notable que, viviendo en la cúspide del poder y del lujo, supo ser fiel a la misión que se impuso de servir al bienestar de los más desposeídos.

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Del diario O Radical, de Brasil:

Eva Perón dispuso que todos sus bienes formaran un legado para las instituciones sociales argentinas. Aun muerta no dejó de hacer el bien. Por todo eso, el siglo XX podrá ser llamado por los historiadores del futuro el siglo de Eva Perón.

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Del diario Presencia, de Bolivia:

Cuando llegue la hora de los historiadores de decir lo que fue Eva Perón, despojados de toda pasión personal o política, entre las muchas verdades dirán la primera y más importante: Eva Perón fue una mujer que revolucionó el concepto liberal de la caridad. Ella no hizo de la caridad un acto filantrópico, destinado a llenar el vacío de una vida frívola, repartiendo desayuno a los pobres o cosiendo ropa para los niños. Eva Perón hizo caridad movida por un sentimiento de justicia social.

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De Marcos Zucker, actor de cine, radio y teatro:

Conocí a Eva Duarte en 1938, en el Teatro Liceo, mientras trabajábamos en la obra " La gruta de la Fortuna ". La compañía era de Pierina Dealessi y actuaban Gregorio Cicarelli, Ernesto Saracino y otros. Ella tenía la misma edad que yo. Era una muchacha con ganas de sobresalir, agradable, simpática y muy buena amiga de todos, especialmente mía, porque después, cuando tuvo oportunidad de hacer radioteatro en " Los jazmines del ochenta ", me llamó para trabajar con ella. Desde la época en que la conocía en el teatro y ahora que hacía radio se produjo en Eva una transformación. Ya se calmaban sus ansiedades artísticas, estaba más aplacada, con menos tensiones. En la radio era una damita joven, cabeza de compañía. Sus audiciones tenían mucha audiencia, andaban muy bien. Ya comenzaba a tener popularidad como actriz. A pesar de todo lo que se dice por allí, los galanes teníamos poco trato, dentro del teatro, con las chicas. Sin embargo, yo era muy amigo de ella y guardo muy buenos recuerdos de aquel período de nuestras vidas. Los dos estábamos en la misma porque recién empezábamos y necesitábamos sobresalir, abrirnos camino. Ella siempre hablaba bien de mí; decía que yo era " un buen muchacho, con condiciones para seguir adelante ".

En las novelas que escribía Blomberg, ella hacía papeles de heroína, casta y pura, algodonada, que le caían bien dado su carácter frágil. Poco después notamos que ella estaba relacionada con personalidades militares y políticas. Nos tomó de sorpresa a todos; no concebíamos que una compañera nuestra estuviera metida en ese núcleo de gente. Más tarde siguió sorprendiéndonos cuando fue la esposa de Perón y tuvo en todo ese proceso una gran importancia. ¡Pensar que ganábamos menos de doscientos pesos mientras que los actores principales y los empresarios ganaban tres mil pesos ... !

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De Pedro Quartucci, actor de teatro, cine y televisión:

Conocí a Eva Duarte durante la filmación de " Segundos afuera ", en 1937. Posteriormente trabajé con ella en " Una novia en apuros ", en 1941. La filmación de esa película duró setenta días, durante los cuales nadie tuvo en cuenta a Eva porque era una muchacha más bien tímida, callada y sumisa. No se metía con nadie y tampoco alternaba con el grupo de actores y actrices de cartel. Quizás el hecho de que trabajara en un papel secundario, de fugaces apariciones, hizo que no se destacara durante la filmación, aunque para el argumento el personaje que ella encarnara sí era importante, ya que hacía de segunda novia del protagonista de " Una novia en apuros ".

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Del Dr. Américo Cali, escritor:

Me alojé en el mismo hotel que Evita Duarte durante su paso por la ciudad de Mendoza, en su primera gira artística. Ella ocupaba una habitación barata. Distraía su tiempo libre, tejiendo una prenda color verde, que, al parecer, no terminaba nunca. Ella almorzó muchas veces conmigo y Lázaro Schellman, que entonces era profesor en Mendoza. Conservo de Eva Duarte un recuerdo purísimo: una foto dedicada por ella, con su letrita de niña aplicada que tiene dificultades con la pluma. Las primeras figuras de la compañía no aparecían por el Hotel Royal, donde vivía Eva, ellos se alojaban en el Hotel Plaza, por ese entonces el más lujoso de Mendoza. La quería mucho por su bondad y porque era linda y pobre. Mi amistad con Eva Duarte fue platónica. Cuando ella se fue le regalé El Romancero, de Leopoldo Lugones, un libro de poesía editado por la Editorial Glusberg. En su primera página anoté " ¡ Eva ! " . Fue el 26 de agosto de 1936.

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De Jorge Antonio, empresario:

Perón solía decir que la calumnia, la diatriba y el insulto pueden ser homenajes que se rinden a un mérito o a un valor, porque cuando los estúpidos destilan su veneno, no hacen otra cosa que añadir laureles a quienes lo han merecido. Recuerdo que un día hablábamos de alguna infamia que se había echado a correr sobre él, y me dijo: " Mire, Jorge, los que andamos en esto, estamos siempre expuestos a la diatriba y a la infamia, siempre es así. Quiero que sepa que, en lo que a mí respecta, ya los he perdonado. Y usted también debe hacer lo mismo. Pero esto que le digo, Jorge, no vale para Evita. No perdonemos jamás una infamia o un insulto dichos contra ella. Porque ella no era de aquí, era de otro mundo ".

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De Hernán Antonio Ordiales, escribano:

El día 22 de octubre de 1945, en Junín, después de las 19 horas, Evita y Perón contrajeron enlace ante mí, y procedí a labrar el acta Nº 182 del Registro Civil juninense. El texto: " En la ciudad de Junín de la provincia de Buenos Aires, a veintidós de octubre de mil novecientos cuarenta y cinco, ante mí Hernán Antonio Ordiales, jefe de la Sección Primera del Registro Civil, comparecen don Juan Domingo Perón, que firma Juan Perón, de cincuenta años, nacido en Lobos de esta provincia el 8 de octubre de 1895, domiciliado en la Capital Federal y de ex profeso en ésta, de profesión militar, estado civil soltero, hijo de don Mario Tomás Perón, fallecido en la Capital Federal el diez de noviembre de mil novecientos veintiocho, y de doña Juana Sosa, argentina, de profesión quehaceres domésticos, domiciliada en el territorio nacional del Chubut, y doña María Eva Duarte, de veintitrés años, nacida en esta ciudad el 7 de mayo de 1922, domiciliada en calle José Arias ciento setenta y uno, de profesión artista, soltera, hija de don Juan Duarte, fallecido en Chivilcoy de esta provincia el 8 de enero de 1926, y de doña Juana Ibarguren, argentina, de profesión quehaceres domésticos, domiciliada con la contrayente, quienes desean casarse e interrogados por mí uno a continuación del otro después de oír la lectura de los artículos pertinentes a la ley de Matrimonio, no habiendo oposición y siendo hábiles para el acto según manifestación de los testigos: Teniente Coronel don Domingo Alfredo Mercante, que firma D. A. Mercante, de cuarenta y siete años, argentino, casado, domiciliado en la calle Yerbal dos mil seiscientos veinte y uno de la Capital Federal y Juan Ramón Duarte, de treinta y un años, soltero, viajante, domiciliado en calle José Arias ciento setenta y uno, manifiestan que se quieren por esposos y se otorgan recíprocamente por marido y mujer, visto lo cual en nombre de la Ley los declaro unidos en legítimo matrimonio.

Habiendo dado cumplimiento a lo dispuesto por artículo trece de la ley doce mil trescientos treinta y uno, con certificado expedido por el doctor Domingo Pugliese, médico interno de la Asistencia Pública de esta ciudad, con fecha veinte del corriente, que se archiva bajo número de esta acta. Leída el acta a los interesados, la firman de conformidad, junto con los testigos nombrados ". Con respecto a este documento ya han sido observados los datos erróneos y falsos: Perón no era soltero, sino viudo. Evita no nació en Junín, ni en 1922. En el casamiento civil se utilizó una partida de nacimiento falsa. Se trata del acta número 728, existente en el libro del Registro Civil de Junín, que fue incorporada en 1945 en el lugar de la partida de Juan José Uzqueda. En dicha acta falsificada, correspondiente al año 1922, se la declara nacida el siete de mayo del corriente año, y como habiendo recibido el nombre de María Eva, hija legítima de la declarante y de su esposo Juan Duarte; y aparecen como testigos Ricardo Romero y Prudencio Ibarguren. ¿ Cuáles son los motivos de esta falsificación ? En ocasión de su verdadero nacimiento sólo había sido reconocida por su madre por la muy sencilla razón de que su padre, Juan Duarte, era casado pero no con doña Juana Ibarguren. Era para nuestro Código Civil, pues, una hija adulterina. Tres años más tarde la mujer legítima de don Juan Duarte, doña Estela Grisolía, había fallecido. Con el fraude en la partida, Evita se convertía en hija natural. Un militar de carrera no podía casarse con una hija adulterina. La ceremonia civil fue austera y solemne. Perón y Evita estaban muy emocionados. El vestía un traje de gabardina grisácea. Ella, un tailleur color marfil, sobre el que contrastaban sus cabellos largos, rubios. También estaban emocionados los testigos, Mercante y Juan Duarte, el hermano de la novia. Terminada la ceremonia del civil, fuimos todos hasta la casa de la madre de Eva, doña Juana. La ceremonia religiosa, programada para el 29 de noviembre, no pudo realizarse en esa fecha. La misma se llevó a cabo en la noche de 10 de diciembre de 1945 en la iglesia y parroquia de San Francisco de la ciudad de La Plata.

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De Eva Giberti, psicóloga psicoanalista, licenciada en psicología, docente universitaria, asistente social, escritora:

Aunque esperada, la noticia de su muerte, emitida desde el poder oficial, produjo hondo estupor en su pueblo: " Eva Perón acaba de entrar en la inmortalidad ". Era un lenguaje que interponía la inmortalidad entre Evita y ellos. Los hombres y las mujeres a los que les hicieron el dolor y la miseria salieron a la calle para comprobar lo increíble: estaba en silencio la voz enardecida que los defendiera. Ese fue el trauma, verla así, callada, distinta de aquella Evita con quien intercambiaban dones y gratitudes. Lloraban delante del féretro inaugurando el duelo popular, diferente del duelo oficial que pretendía alejarla en la inmortalidad y que incrustó al país de lutos obligatorios. Su pueblo tenía necesidad de una Evita cercana y presente, que sostuviera la gesta que había iniciado junto a ellos; una Evita que los había fundado como grupo de desposeídos, olvidados y reclamantes. Una Evita gritando desde su propia historia de sometimiento como mujer, nacida para ser inferior al varón, según el mandato masculino al que se había opuesto desde una pasión que exigió y obtuvo los derechos cívicos para todas las mujeres.

Ese pueblo, que levantaba altares y encendía hogueras en las calles, impuso su pensamiento mítico y popular: el que se apoya en las anécdotas, en las decisiones del líder, el que articula realidad y leyenda produciendo un modo de conocimiento que enriquece a la historia. Fueron ellos quienes registraron la dimensión exacta de esa muerte, que no era la de un cuerpo vencido sino la de un hecho social. Silenciada la voz transgresora de Evita, los humildes volverían al balbuceo de los oprimidos.

Unidos en el dolor se hermanaban en la fidelidad hacia ella rescatándola de la muerte, y erigiéndola como bandera: de este modo ese pueblo comenzó a elaborar su duelo, encontrando un origen común en la figura que sintieron los representaba y a la que reforzaron como mito. Por su parte, los antiperonistas sólo pudieron incrementar su odio solitario, individual, y advertir que su nombre podría sobrevivir peligrosamente. Desde otra perspectiva, algunos de los que crecimos en el antiperonismo recalcitrante logramos, a través de la reflexión, quedar en paz con esta mujer sin necesidad de juzgarla; pudimos llevar a nuestros hijos a ver las películas que la rememoran, y observamos cómo muchos jóvenes lloran ante el dolor de aquella gente que la amó sin poder cuestionarla. Coincidencia entre quienes perdieron a Evita y estas generaciones que, sin haberla conocido, eligen respetarla, aunque no militen en su nombre ni porten sus banderas. Eva Perón ha muerto, pero ya no pertenece exclusivamente a ese pueblo en procesión que la lloraba. Ahora, rescatada por el mito y por la historia, desafía otra vez. El duelo ha terminado. Ha terminado porque quienes la amaron, la odiaron, la ignoraron, han debido incorporarla en sus recuerdos, es decir, convertirla en memoria.

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Del padre Juan de la Vega, sacerdote de la Orden de Ntra. Señora de la Merced:

La figura de Eva Perón ha sido muy discutida, y de allí que se realcen distintos rasgos de su personalidad, y la describan con profundo amor o con extrema adversidad, sus defectos y sus virtudes son rasgos de humanidad, propios de todos los hombres, pero esto significa que siempre será vista a través de fuertes connotaciones políticas y con poca objetividad. Esto sucede con todas las mujeres que aparecen en la vida política de la Historia de la Humanidad, su actuación en la vida pública las pone en la misma situación que a todas las personalidades políticas, criticadas o veneradas. Nadie puede negar a nadie que piense que Napoleón Bonaparte era un loco, tampoco, que era un gran político, un gran estratega y de grandes dotes personales. Con Eva Perón pasa lo mismo, algunos dicen que era autoritaria, altanera y ostentosa. Pero nadie puede negar su dedicación a los pobres y los humildes y que supo suscitar verdaderas manifestaciones por su popularidad y simpatía. Perón me habló muchas veces de ella realzando estos rasgos de su personalidad. Yo lo conocí, personalmente, en España, y supe que allí se guardaban testimonios de la gratitud con que se la recuerda a Evita.

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De Gonzalo Casas, pensador:

Me es difícil formular un concepto de Evita, pues yo tengo un amor existencial y social por su obra. Ella representó lo que venía del fondo de la Argentina oculta. Y por eso se la llamó la abanderada del pueblo, Eva amó a ese pueblo. Ella levantó una bandera que siempre tendrá brazos que la sostengan. Su presencia política significó el avance de lo popular. En alguna medida, ella fue partida y nacimiento de lo que se llama populismo, a la presencia física del pueblo, no solamente en el gobierno, sino también en el trabajo, en la cultura, en la sociedad. Su mensaje, es el símbolo hermenéutico del avance de la identidad de nuestro pueblo, y de su triunfo sobre el tiempo. Esto, es lo más alto que pueden anhelar las comunidades, perpetuarse como pueblo a través del tiempo.

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Otelo Borroni, periodista y escritor:

Muchos observadores políticos y ensayistas del período peronista insisten en señalar que el viaje de Eva Perón a Europa significó para ella una etapa de purificación e introducción en los exclusivos círculos políticos y sociales de resonancia mundial. De todas maneras, no existen hechos objetivos que justifiquen por sí solos el tan promocionado viaje.

Ella misma, desde Madrid, a donde arribó el 8 de junio de 1947, en un mensaje radiofónico irradiado hacia su país, trató de justificarse: " Viajé para informar al continente europeo sobre la paz reinante en nuestro país, la estabilidad de los salarios y la protección al trabajador; informar sobre el agotador programa de trabajo de Perón, empeñado en dar nueva tónica al país; dar cuenta del optimismo del gobierno, que está integrado por auténticos trabajadores. Definirlos a ustedes, mis queridos descamisados, y dar detalles del gobierno popular y su maravilloso programa de ayuda social. " En todo el mundo, sin tener en cuenta ese papel de "informante", se tejían todo tipo de conjeturas acerca del real significado del periplo. Los más maliciosos llegaron a fantasear que su presencia en Europa, y especialmente en Suiza, no tenía otro fin más que el de depositar en cuentas secretas fondos del Tesoro público de la Argentina.

También se esgrimió el argumento de que ella era una embajadora informal que iba a desempeñar altos objetivos políticos, una especie de jaque al Plan Marshall, que dejaba al comercio exterior argentino desamparado ante el torrente de dólares que se volcaría en Europa. No dejó de sorprender a todos el inmenso fervor popular que fue recogiendo en cada uno de los trayectos de la gira. Autoridades, pueblo, funcionarios, prensa local y mundial, agasajos, condecoraciones y numerosos regalos personales dieron la pauta de que su estadía en Europa no fue ignorada. Por su parte, en la Argentina, el pueblo percibía en esta actividad de Eva Perón una verdadera presentación en sociedad. En el reconocimiento a ella, veía un reconocimiento a sus propias postergaciones, una especie de materialización del cuento de la Cenicienta. Y a su regreso, Evita Perón cimentaría definitivamente su rol, objetivos políticos y humanos. Pero quizá lo más importante, lo menos mensurable, es que Evita ocuparía en el pueblo un lugar sentimental totalmente imposible de desplazar. En lo estrictamente personal ella concretaba un viejo anhelo: " El viaje ha sido muy feliz, con muy buen tiempo, y al cruzar la línea del Ecuador hicimos a bordo una fiesta en la que descorchamos varias botellas de champaña ", declaró a los periodistas al arribar a las islas Canarias.

Otra anécdota resalta su condición de emergencia personal: ante el asombro del mismísimo caudillo de España, Francisco Franco, por la multitud que los aclamaba en la plaza mayor de Barcelona, Eva Perón le sugirió irónicamente: " ¿ Quiere un consejo ? Cuando necesite reunir una multitud como ésta, mándeme llamar. "

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De Jorge Eneas Spilimbergo, político:

Nada mejor que opinar de ella mostrándola, no en la estatua ni en la solemnidad del mito, sino en su trayectoria fulgurante e intrépida: " La mujer - dice en uno de sus mensajes - fue doblemente víctima de todas las injusticias. En el hogar sufría más que los suyos, porque toda la miseria, toda la desolación, todos los sacrificios los monopolizaba ella para evitárselos a sus hijos. Llevada a la fábrica, sufrió toda la prepotencia patronal. Atormentada por el sufrimiento, abatida por las necesidades, aturdida por las jornadas agotadoras y rendida en las escasas horas destinadas al reposo por los quehaceres del hogar, nuestras compañeras de entonces, no encontraron otra puerta en su vida que la resignación frente al acumular cada día más de los insensibles expoliadores capitalistas " . Palabras como estas, dichas hace décadas, tan implacablemente lúcidas, hacen de Eva, absolutamente, nuestra contemporánea.

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De Roberto Vacca, escritor y periodista, autor, junto con Otelo Borroni, del libro Eva Perón, de editorial CEAL:

La investigación deja bien en claro que Evita nació el 7 de mayo de 1919 en el campo La Unión, a veinte kilómetros de la localidad de General Viamonte ( Los Toldos ), en la provincia de Buenos Aires. La mamá de Eva era Juana Ibarguren, hija de la criolla Petrona Núñez y del carrero Joaquín Ibarguren, concubina de un ex concejal conservador llamado Juan Duarte. Este, a su vez, ya tenía su familia legal en la ciudad de Chivilcoy, Estela Grisolía y tres hijas. De la unión de hecho con Juana Ibarguren, además de Eva, nacieron Blanca, Elisa, Juan Ramón y Erminda Luján. Blanca nació en 1908, Elisa en 1910, Juan en 1914 y Erminda en 1916. A los dos días del nacimiento de Eva, doña Juana se trasladó a su casa de la calle Francia 1021, en las afueras de Los Toldos. Allí, luego de 24 días inscribió a la niña con su apellido materno.

Eva fue bautizada el día 21 de noviembre de 1919 en la única iglesia de Los Toldos. En enero de 1926 se produjo la muerte de Juan Duarte en un accidente automovilístico en Chivilcoy. De un momento a otro no hubo más padre ni sustento para vivir. Eva tenía 7 años. El dolor, el rechazo, la indiferencia y el hambre golpearon a doña Juana y a sus cinco hijos. Había que comer. Doña Juana recurrió a su máquina de coser y trabajó como costurera.

En 1927 Eva fue inscripta en la escuela primaria. A los 8 años cursó el primer grado. Aprobar el segundo grado le exigiría dos años. Afortunadamente, Elisa logró un trabajo en el correo de Los Toldos. El traslado de Elisa, del correo de Los Toldos hacia la sucursal de Junín, y las escasas perspectivas de progreso en un pueblito desangrado por la emigración hacia Buenos Aires, hicieron que toda la familia se radicara en esta ciudad. En un día de verano de 1931, doña Juana con sus hijos y sus bártulos en un vagón de segunda clase llegó a Junín. A partir de los primeros días del mes de febrero de 1931, ubicados en una precaria casa de la calle Roque Vázquez 86, doña Juana y sus hijos emprendieron un replanteo de la situación familiar y económica. La mamá continuó trabajando de costurera; Elisa era empleada del correo; Juan Ramón deambulaba de empleo en empleo. Estos eran los tres únicos ingresos del grupo. Erminda, con 14 años, cursaba el sexto grado. Evita, con 12 años, ingresó en el cuarto grado de la Escuela Común Urbana Nº 1.

En 1932, Juan Ramón, simpático y locuaz, obtuvo el primer empleo de envergadura, viajante de comercio para los productos de tocador Guereño. Este hecho hizo posible el cambio de domicilio a la calle Lavalle 219, con mayores comodidades. En 1933, Blanca obtuvo una suplencia de maestra en una escuela religiosa de Junín, vinculándose la familia a dos influyentes personas, los hermanos Justo y José Alvarez Rodríguez, abogados y docentes. Doña Juana abandonó su oficio de costurera y resolvió preparar almuerzos a docentes de Junín. Gracias a la mediación de los comensales, Eva pudo participar en una representación artística en una Escuela Normal. Sin ser alumna de ella, logró un pequeño papel en la comedia " Arriba, estudiantes ".

Otra actuación de Evita fue en la obrita " Cortocircuito ", a beneficio de una biblioteca escolar. En esta tarea de investigación, vecinos de Junín y allegados a la familia desmienten que doña Juana tuviera pensionados, como pretenden algunos autores. El domicilio de la calle Winter 90, el tercero, apenas si tenía comodidades para la familia. En esa casa de la calle Winter se inició la etapa de progreso de la familia. Blanca, comenzó un noviazgo con Justo Alvarez Rodríguez, profesor del Colegio Nacional; el mayor Alfredo Arrieta, destacado oficial del Distrito Militar Nº 17, ubicado a siete cuadras de la casa, requirió los servicios de doña Juana como cocinera. El mayor Arrieta se enamoró de Elisa. La nueva perspectiva alentó a otra mudanza, en noviembre de 1933 la familia se instaló en la calle José Arias 171, un emplazamiento céntrico, pero que no pudo contener por mucho tiempo la unión de la familia, Juan Ramón, próximo a incorporarse al servicio militar, a principios de 1934 viajó a Buenos Aires.

En el mes de noviembre de ese año, Eva aprobó el sexto grado en mesa de aplazados, y decidió incorporarse a la corriente migratoria. La jovencita que aborrecía la matemática, la muchachita que soñaba con el mundo del espectáculo y el cine de las revistas Sintonía y El alma que canta, partió para Buenos Aires un día de enero de 1935.

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De Aurelio Peccei, industrial italiano, miembro del Club de Roma:

La personalidad más destacada que conocí durante mi gira latinoamericana ha sido una mujer: Eva Perón.

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Del periódico Al Yabal, de Siria:

La historia escribirá hermosas páginas sobre esta mujer inmortal y sobre el genio de esta grandiosa reformadora social.

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De David Viñas, escritor: 

Fui testigo presencial del voto de Eva Perón.  A fines de 1951, mi padre fue designado candidato a diputado nacional por el radicalismo. Era un momento en que, de acuerdo al nuevo plan político del peronismo clásico, se había decidido que el sistema electoral de la ciudad de Buenos Aires volviese al antiguo método por circunscripciones. De ahí es que Eva Perón apareciese inscripta como electora en el barrio de Belgrano, en virtud de su domicilio en la calle Cuba. El Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, teniendo en cuenta los términos de la ley electoral, denegó la autorización para que Eva Perón, que estaba internada en el Policlínico de Lanús, emitiese el voto fuera de su circunscripción. Pero mi padre, amparándose precisamente en el nuevo procedimiento electoral, sostuvo que sólo él podía decidir, en tanto candidato opositor en el barrio de Belgrano, si era legal o no una emisión del voto realizada fuera de ese circuito. El juez electoral le dió la razón. Pero, de inmediato, se planteó otro problema: ¿ quién asumiría ser fiscal opositor, apareciendo públicamente como tal, nada menos que en el sancta sanctorum del oficialismo ?

No era fácil en esa circunstancia histórica, por la muy sencilla razón de que la mayoría de los candidatos posibles a ser fiscales trabajaban en puestos públicos. Y esa fiscalía opositora los hubiera descolocado en sus empleos nacionales. Nada de extraño tiene, pues, que mi padre me ofreciera a mí, que apenas tenía veinte años esa inquietante tarea. Yo empezaba a hacer mis primeros borradores como novelista, y la idea de ver desde cerca a las figuras del oficialismo me tentaba. Y así fui fiscal opositor en representación de mi padre y de la UCR, teníamos que salir del palacio de los Tribunales a primera hora de ese domingo lluvioso. El encargado de llevarnos, a la presidenta de la mesa femenina, a la fiscal peronista, al vigilante a cargo de la urna y a mí, fue el doctor Mendé Brun, secretario de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, que funcionaba como fiscal general del oficialismo. Me acuerdo que al subir a su auto, y advertir que en la parte de atrás ostentaba un escudo del partido oficial, le requerí que lo retirara. Mendé Brun aceptó. Quería mostrarse tan escrupulosamente legalista como yo. Y arrancamos a toda velocidad rumbo al sur. Bajo una lluvia intensa, a lo largo de la avenida Mitre.

En el Policlínico de Lanús, me impresionaron dos cosas: en primer lugar, la presencia de los más altos funcionarios del oficialismo quienes, en antesalas, rodeaban al general Perón; hablaban en voz muy baja, cuchicheando, como en un friso de alguna película de Einsestein. En su habitación, Eva Perón estaba reclinada en una cama, apoyada en unas almohadas, muy blanca, exagüe, apenas con dos tenues redondeles de color en las mejillas.

Y fui depositando todas las boletas de los distintos partidos políticos encima de una de esas típicas mesas de hospital, que se corren sobre rueditas. Por un momento, apenas, nos quedamos solos en la habitación, Eva Perón, su marido y yo. Fui el último en salir, en mi condición de fiscal opositor. Recuerdo que, antes de dejar la habitación, el general Perón preguntó: " ¿ Te apago la luz, negrita ? "  Y Eva Perón respondió: " Sí, con la luz del velador es suficiente ".  Alguien cerró la puerta. Y los magnos capitostes del peronismo volvieron a rodear al general con sus cuchicheos y ese aire de personajes del cine ruso. El general quedó delante de mí. Nos miramos, él, inobjetable, con las manos cruzadas delante del pecho. Esperamos un momento, como si alguien hubiese pedido un minuto de silencio. Volvimos a entrar a la habitación.

Eva Perón ya tenía su sobre en la mano y lo agitaba como si tuviese que secar algo recién escrito con tinta. La presidente de la mesa le acercó la urna, ella depositó su voto y un fotógrafo se trepó a una silla. Estalló un flash. Eva Perón sonrió dolorosamente. Agradeció. Las besó a la presidente de la mesa y a la fiscal oficialista; a mí me dió la mano, una mano muy joven, en un saludo final que me hizo acordar a otra mano. Salimos y caminamos a lo largo de un interminable corredor. El vigilante que portaba la urna ostentaba un aire sacerdotal, como si llevase el Santísimo. 

Pero cuando llegamos a la puerta de entrada, descubrí la otra cosa que me impresionó: bajo la lluvia, a lo largo de los setenta metros que separaban la puerta del hospital de la reja de salida, estaban esas mujeres. Cientos de mujeres arrodilladas en el barro y que extendían los brazos para tocar la urna, mientras el vigilante avanzaba en una especie de travelling cinematográfico. Los fiscales íbamos detrás. Y esas mujeres ya no me hicieron pensar en un friso de Einsestein, sino en las campesinas rezando, en alguna vieja novela de Tolstoi.

*     *     *

Del Dr. Pedro Ara, médico, anatomista, miembro de la Real Academia de España, realizador del embalsamamiento del cadáver de Evita, autor del libro El caso Eva Perón, del editorial CVS Ediciones:

Había llegado ese histórico 26 de julio de 1952. A las cinco de la tarde llamó el doctor Abel Canónico, de parte del doctor Raúl Mendé, cardiólogo y poeta, ministro de Asuntos Técnicos, para prevenirme de que a las seis vendrían a buscarme. Vi claro que el asunto estaba decidido y me dispuse a hacerle frente. Aunque espinoso en alto grado, era un honor el que se me hacía y una prueba de confianza basada en mis anteriores trabajos. Pues no está de más el confesar que nunca empecé sin temor las tareas más importantes. Invariablemente, por ejemplo, antes de comenzar a explicar una lección de mi cátedra, por muy preparado que estuviera, me sentía como ante un toro bravo al que no acaba de tragárselo la tierra. Una vez metido en la faena, sin embargo, desparecían todos los fantasmas y sólo quedaba la decisión de hacer comprender fácilmente a los oyentes lo que trataba de enseñar.

Por primera vez en mi vida, contra mi costumbre de ser excesivamente confiado, lo que me ha traído muy importantes desiluciones, complicaciones y perjuicios, decidí actuar con orden y cautela; y me dispuse a pasar a un borrador el proyecto de condiciones que trataría de imponer. Por elemental cortesía política no iba entre ellas la referente a la financiación del trabajo. En esa tarea me sorprendieron el Dr. Canónico y sus acompañantes, que llegaron mucho después de la hora anunciada. Pocas palabras intercambiamos. Según mis visitantes, la señora de Perón agonizaba y seguramente habría fallecido cuando nosotros llegáramos a su residencia.

Sin que la radio hubiera transmitido todavía la noticia, la policía tenía acordonados los alrededores y suspendido el tráfico. Una multitud silenciosa se iba acumulando, sin embargo, ante las verjas del palacete y en los jardines vecinos. En la noche invernal, muchas mujeres rezaban arrodilladas en el húmedo suelo portando en sus manos velas encendidas. Junto a ellas, cientos o miles de hombres en silentes grupos. Nadie nos conocía; mas al ver que los guardias nos abrían paso preguntaban: ¿ Es verdad, señor, que Evita ha muerto ?

Sin contestar seguíamos adelante fuertemente impresionados por la piedad y el sincero dolor de aquellas gentes. Penetramos en la residencia por la puerta de la calle Agüero y fuimos acompañados a un breve saloncito; el mismo al que tres años después había de volver en bien  diversas y adversas circunstancias. En seguida llegó a nosotros el ministro Dr. Mendé, que nos recibió con las siguientes palabras: A las ocho y veinticinco minutos la señora de Perón a pasado a la inmortalidad. El Presidente y todos sus colaboradores queremos que usted, Dr. Ara, prepare el cadáver para exponerlo al pueblo y ser luego depositado en la cripta monumental que hemos de construir.

De acuerdo a lo conversado con el Dr. Canónico, reiteré ante el Dr. Mendé mi opinión de que tal vez fuera más adecuado el encargar ese trabajo a los profesores del país. También el ministro, que al fin lo era de un régimen nacionalista, le afectó mi objeción y pasó a consultar el caso con el propio Presidente. A los pocos minutos estaba de regreso con la respuesta: El señor Presidente de la República dice que si usted, doctor, no desea hacer el trabajo preliminar de esta noche, llamaremos a algún especialista; pero que la conservación definitiva para el monumento ha de ser usted, Dr. Ara, quien la realice.

De lo que se haga esta noche, contesté yo, depende el resultado definitivo; de modo que vamos a empezar lo antes posible. Y le entregué al ministro el borrador de condiciones, rogándole que lo examinaran y propusieran las modificaciones que su estudio pudiera sugerirles. Unos quince minutos después, el Dr. Mendé volvió a nuestro saloncito: Al general Perón le parece muy bien todo; no tiene nada que objetar. Se hará tal cual usted propone y le agradece mucho su colaboración. Ni una palabra hablamos acerca de las condiciones económicas del trabajo. Aquel borrador a lápiz contenía las cláusulas que sobre seguridad, independencia, reserva, organización, etc., pasaron unos días después a constituir la base del convenio definitivo. Puesto que a la diez de la mañana siguiente el cuerpo de la señora había de ser conducido a la capilla ardiente, ya instalada en el Ministerio de Trabajo y Previsión, no se podía perder un minuto y salí inmediatamente de la residencia dispuesto a reunir los elementos necesarios. Aquella semana transcurrida en el silencio oficial me dejó tan convencido de que no sería llamado, que nada preparé. Ni sobre personal ayudante ni sobre materiales tenía tomada disposición alguna. Naturalmente, estaban a mi alcance mis instrumentos de siempre y algunos ingredientes esenciales. En una hora adquirí otros. El problema de la ayuda manual aparecía como de más difícil solución. No había tiempo para que viniera de Córdoba alguno de mis antiguos colaboradores compenetrados con mi modo de trabajar. Por suerte, me acordé de un compatriota mío, catalán, hombre sencillo, grande, fuerte y honrado, acostumbrado al rudo trabajo forense. Años atrás nos había ayudado a su jefe y a mí a preparar los restos del embajador de Italia y de su agregado naval para ser enviados a Roma. Me costó mucho dar con él; vivía en un barrio extremo, mal iluminado, por el que rodé con mi coche entre baches y charcos hasta acertar. No le dije lo que íbamos a hacer ni a dónde nos dirigíamos; pero sí le hice prometer que de lo que aquella noche viera u oyera no hablaría con nadie, ni siquiera con su familia. De camino adquirimos juntos algunas cosas más y pronto estábamos en la presidencial casa. Ahí fue el asombro y la emoción de mi amigo y ayudante. Vióse, de pronto, ante el Presidente de la República Argentina, que le tendía la mano cordialmente y le abrazaba diciéndole: " Siempre he estimado mucho a los catalanes." Mi amigo no acertó ni a dar las gracias, mas su ojos hablaban por él.

Luego, el general Perón tuvo conmigo un breve aparte: " Profesor, ésta es su casa. Usted dispone y manda sin que nada haya de ser consultado conmigo. Estoy muy de acuerdo con usted en que la operación no sirva de espectáculo a nadie. Ni los ministros médicos estarán presentes. Tiene usted, doctor, puestas por dentro las llaves de todas las puertas que comunican con el departamento de mi pobrecita mujer. No permita usted que entre nadie, ni aunque sea de la familia. Yo tampoco entraré, vamos a cerrar desde ya la comunicación con mi cuarto."

Entramos juntos a la cámara mortuoria. Sobre su lecho dormía para siempre el espectro de una rara, tranquila belleza, liberada, al fin, del cruel tormento de una materia hasta el límite corroída y de la tortura mental sostenida por la ciencia que, esperando el milagro, prolonga el suplicio. Uno de sus médicos, el famoso Dr. Ricardo Finochietto, había cerrado sus ojos y sostenía su cabeza en actitud de reposo. Al verme se dispuso a salir, no sin antes hacerme alguna inteligente recomendación. A los pies de la muerta el padre Benítez rezaba en voz alta rodeado por la familia y por los más íntimos de sus médicos y amigos. La madre de Eva fue la primera en levantarse. Juntó las manos, me miró en un gesto como de súplica y salió apoyándose en sus hijos. Pronto la siguieron todos los demás. El último, el padre Hernán Benítez, me dijo al pasar: ¡ Que Dios le ilumine !

¿ Consiguió el sacerdote cirineo guiar su espíritu hacia la eterna luz ? Como quiera que fuese, todo estaba ya definido.

Y quedamos solos en la estancia mi buen catalán y yo. Ante nosotros, yacente, consumida hasta el extremo de lo posible, se hallaba la mujer más admirada y temida, más amada y más odiada de su tiempo. Había luchado fieramente contra los grandes y ahora estaba ahí, vencida por lo infinitamente pequeño. ¿ Se preparó a morir desde los días rosados de su apogeo ? ¿ A quién creyó encontrar en la otra orilla ? Yo sólo sé que en la otra orilla está la Historia, a la que no cualquiera llega ...

Ante aquel pálido testimonio de poder y derrumbe surgieron espontáneamente del fondo de mi memoria los versos que hace tiempo vi esculpidos en la patética Fuente del Destino de Stuttgart, la hermosa ciudad alemana del Sur:

                        

De la oscura fuente del Destino
brota la mudable fortuna.
Hoy eres grande y poderoso,
  mañana estás a merced de las olas.


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Textos cortesía de Carlos Vitola Palermo de Rosario, Santa Fe, República Argentina.


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Esta página está dedicada a mi esposa Dolors Cabrera Guillén, fallecida por cáncer el día 12 de marzo de 2007 a las 18.50 y por seguir su última voluntad, ya que conociéndome, antes de morir, me hizo prometerle que no abandonaría la realización de mis páginas web.

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