DOCUMENTOS SOBRE EVA DUARTE DE PERON 


Eva Ibarguren EVA IBARGUREN EVA DUARTE EVA PERON EVA PERON EVA PERON EVA PERON

María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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HISTORIAS, ANECDOTAS y TESTIMONIOS 

Evita en el Hogar de Tránsito Nº 2, hoy Museo Evita, Lafinur 2988, Buenos Aires

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De Hernán Otero, doctor en Demografía y Ciencias Sociales, investigador, docente y escritor:

La llegada al poder del peronismo en 1946 constituyó un cambio decisivo en la evolución política, social y económica de la Argentina. El nuevo gobierno, expresión de una nueva alianza formada por la clase obrera y los pequeños y medianos industriales, apoyados por sectores nacionalistas de las Fuerzas Armadas, impulsará una política económica en muchos puntos diferente de las precedentes, caracterizada por un decidido proyecto de desarrollo industrial - al menos en su primera fase de gobierno hasta 1950 - y por una estrategia distribucionista de desarrollo económico. La industria, y ya no el modelo agroexportador, pasó a constituir uno de los objetivos centrales del grupo dirigente encabezado por Perón, mediante un proyecto de industrialización sustitutiva de importaciones basado en el apoyo a las pequeñas y medianas industrias y en el incremento de la demanda de bienes de consumo masivo en el mercado interno que hacía imprescindible el aumento de salarios reales y la implementación de medidas redistributivas del ingreso.

La política económica del peronismo ampliará el papel del Estado en la economía, de por sí importante desde 1930, a través de la expropiación parcial de la renta agraria y su transferencia hacia el financiamiento de la industria, mediante la nacionalización del comercio exterior de productos agropecuarios y la creación de instituciones como el IAPI. El efecto más evidente de la nueva orientación económica sobre la estructura social fue el altísimo nivel de creación de empleo urbano, proceso en el que la industria - principalmente la de la construcción - ejercerá, por única vez en la historia del período que aquí se trata, el papel de liderazgo. Esta superior capacidad en la creación de empleo industrial, el rasgo más notorio del peronismo según la prestigiosa demógrafa y socióloga Susana Torrado, fue acompañada por un crecimiento moderado del sector terciario que, gracias al surgimiento de puestos en la administración pública y en los transportes, favoreció la creación de empleos asalariados, tanto en los sectores medios como en los obreros.

Si bien los cambios estructurales más importantes atribuibles al peronismo se sitúan sobre todo en el ámbito urbano, también producen variaciones significativas en la estructura social agraria, particularmente en la región pampeana. Así, sobre el telón de fondo del estancamiento del campo en las tres décadas que siguen a la crisis del treinta, las políticas del peronismo produjeron la reducción del número de arrendatarios y el aumento significativo del número de propietarios, que pasan del 34 % al 53 % entre 1947 y 1960. Aunque las medidas sociales y económicas del peronismo para el ámbito rural, iniciadas algunas desde 1943, tales como la rebaja de los cánones de arrendamientos y aparcerías, la prórroga de contratos, la sanción del Estatuto del Peón, el mayor acceso al crédito oficial y la baja de los precios de la tierra, permitieron consolidar un estrato de pequeños propietarios en proceso de capitalización creciente, esta situación no implicó cambios significativos en la estructura de la propiedad y en el grado de concentración de la tierra. Según Torrado, el balance global hacia fines del gobierno peronista supuso un moderado incremento de la clase media, que pasó del 40,6 % en 1947, al 42,7 % en 1960, y un moderado descenso de la clase obrera que baja en esos mismos años del 58,9 % al 56,7 %. Si bien este resultado fue el producto del más rápido crecimiento de la clase media con respecto al de la clase obrera, debe destacarse que la distancia entre los ritmos de crecimiento de ambos grupos fue la menor de toda la historia argentina contemporánea. Se produjo, asimismo, un rápido crecimiento del sector asalariado en todas las clases, sector que para 1945 alcanzaba al 72 % del empleo urbano, nivel asimilable al de los países desarrollados.

El resultado general de la experiencia peronista fue el de un impresionante aumento del empleo obrero asalariado, gracias sobre todo a la industria manufacturera, la construcción y el transporte público, siendo éste el único momento del siglo XX en que los obreros asalariados de la industria mantienen su peso relativo y aumentan su peso absoluto. El aumento del cuentapropismo, fenómeno que alcanzará grandes proporciones en etapas posteriores, afectó sobre todo a la clase media ( el caso paradigmático es aquí el comercio ), siendo de escasa incidencia en la clase obrera. Según Torrado, esta evolución no tradujo la existencia del empleo precario o marginal, difícil de concebir, por otra parte, en el marco de una economía de pleno empleo como la del período peronista.

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De Viviana Plotnik, doctora en Literatura Latinoamericana, profesora en la Oglethorpe University, Atlanta, Georgia, United States, escritora, en el libro Políticas del sentimiento - El peronismo y la construcción de la Argentina moderna, editorial Prometeo Libros, Buenos Aires, 288 páginas, año 2010:

La literatura antiperonista de los años cincuenta y sesenta se caracteriza por representar la sensación de invasión que experimenta la clase media ante la irrupción obrera en el espacio social.

Son obligadas las referencias a los relatos " Casa tomada " ( 1947 ) de Julio Cortázar y " Cabecita negra " ( 1962 ) de Germán Rozenmacher como ejemplos paradigmáticos.

Este tópico de invasión se complementa con la asignación a los peronistas de características negativas, como barbarie, irracionalidad y violencia. Muchos de los relatos de esa época enfocados, por ejemplo, en la muerte de Eva Perón, eligen la fila de admiradores que espera despedirse del cuerpo de Eva Perón, para destacar tanto la suciedad y el mal olor como el exhibicionismo y la promiscuidad de los peronistas.

Uno de los cuentos más estudiados ha sido " La Señora muerta " ( 1963 ) de David Viñas, que describe una fila de gente humilde que reza y orina. La religiosidad, así como la falta de pudor, caracterizan la irracionalidad y el exceso del pueblo peronista. Por otra parte, ese mismo velorio de Eva Perón es el lugar elegido por el protagonista para seducir a una mujer. Sin embargo, cuando su antiperonismo se manifiesta la mujer lo rechaza y frustra la consumación de la relación sexual.

Durante la década del sesenta, la relación clase media/antiperonismo es reconsiderada. Surge lo que el investigador y escritor Carlos Altamirano llama una " literatura de automortificación " de una clase media que reevalúa la percepción que tiene la izquierda respecto del peronismo. La clase media se declara culpable y en deuda con el pueblo, y llama a sus miembros a convertirse en aliados del peronismo. Este proceso culmina con la radicalización de la juventud universitaria y la creación o expansión de movimientos peronistas revolucionarios que encuentran eco en los jóvenes de clase media. Este fenómeno ha dejado su marca en la literatura de ficción, especialmente en textos relativamente recientes como el cuento " La cola " ( 1982 ) del escritor Rodolfo Enrique Fogwill, y las novelas " La vida por Perón " del periodista y escritor Daniel Guebel y " La aventura de los bustos de Eva " ( 2004 ) de Carlos Gamerro. Estos textos dialogan con el cuerpo literario previo en referencia al peronismo e invierten varios de sus postulados, entre ellos la relación clase media/antiperonismo y la atribución de los roles invasores/invadidos.

El relato de Fogwill, " La cola ", tiene lugar el día del fallecimiento de Juan Domingo Perón; su título hace referencia a la fila de gente que espera ver el cuerpo del presidente. Fogwill establece un diálogo con " La Señora muerta " del escritor David Viñas y revierte este cuento creando una nueva versión de la fila. La narración de Viñas destaca una fila de gente humilde que produce inmundicias y mal olor, reza y orina. En contraste, lo que el narrador del relato de Fogwill resalta de la fila de 1974 es que no se ve gente rezando y que abundan jóvenes universitarios y profesionales, muchos de ellos militantes de izquierda. Precisamente, las anécdotas del cuento constituyen pretextos para registrar esta transformación de los hijos de una clase media " gorila " en peronistas. Por eso el narrador intenta comparar la cola por la muerte del General Perón con la cola por la muerte de Evita; pero se da cuenta que sus recuerdos son vagos ya que cuando Evita murió él sólo tenía diez años y no había estado presente en aquella fila. Realiza, entonces, una comparación mediatizada por fotogramas de documentales que " se confunden con las imágenes de un cuento que publicó David Viñas en tiempos de Aramburu ". Con esta referencia explícita al relato de Viñas se establece que la memoria del personaje ha mezclado la experiencia de la historia mediatizada a través de imágenes y la elaborada por la literatura.

El narrador de " La cola " insiste en lo absurdo de quedarse haciendo la fila ya que todos sus cálculos lo llevan a incluir que, dada la longitud de la misma, será imposible ver el cuerpo de Perón. Sin embargo, se queda en la fila ( y no es peronista ). ¿ Qué representa la fila sino la metáfora que condensa por dónde pasaba la historia nacional en ese momento ? Mantenerse en la fila, entonces, implica ser testigo, o incluso agente activo, del movimiento de la historia. El relato enfatiza precisamente la inclusión de nuevos agentes históricos en el peronismo.

Separada por más de veinte años de la publicación del cuento de Fogwill, la novela de Guebel, " La vida por Perón ", también elige el día de la muerte de Perón como eje de la trama y evoca textos previos para revertirlos. La novela se hace eco de los relatos " Casa tomada " de Cortázar y " Cabecita negra " de Rozenmacher pero invierte los roles invasor/invadido y ahora son jóvenes revolucionarios de clase media los que invaden la casa de una familia obrera. Esta familia sufre una muerte el mismo día que muere Perón y la farsa necrofílica que se pone en marcha evoca la novela del escritor Mario Szichman, " A las 20.25, la Señora entró en la inmortalidad " ( 1981 ), donde la familia protagonista sufre una muerte el mismo día que Evita. Sin embargo, ya no se trata de un gobierno peronista que obstaculiza el entierro de la muerta de una familia de clase media como ocurre en la novela de Szichman, sino de militantes del peronismo revolucionario que asesinan a un obrero para apropiarse de su cadáver y sustituirlo por el de Perón. En otras palabras, sacrifican a un obrero peronista para evitar el éxito de un operativo militar similar al que resulta en el ocultamiento del cuerpo de Evita.

Los tópicos de puesta en escena e invasión que marcan la novela de Guebel están presentes desde la escena inicial. El mismo día que muere Perón, el joven Alfredo Alvarez, hijo de " peronistas de toda la vida " y militante en una Unidad Básica, participa como apuntador en una obra de teatro sobre Juan Moreira. Norma, su jefa en la Unidad Básica e integrante de la célula que realiza el operativo, interrumpe un ensayo y se lleva a Alfredo, no sin antes criticar la obra por " reaccionaria " y condenar a sus participantes. Lo que sigue es una farsa perpetrada por esta célula, sin que Alfredo se entere hasta el final de que sus propios compañeros han asesinado a su padre para que su cadáver sustituya al de Perón. El grupo de jóvenes revolucionarios invade la casa de la familia Alvarez con el pretexto de hacerse cargo del velatorio y se produce entonces un choque entre dos códigos culturales: el de una familia sencilla y humilde de obreros peronistas de la " Resistencia ", que manifiestan una devoción cuasi - religiosa por Evita y Perón, y el de un grupo de jóvenes autoritarios, dogmáticos y maniqueístas, cuyas bases intelectuales son " Marx, Cooke, Fanon, y las últimas encíclicas del Vaticano ".

La novela destaca el dogmatismo de los jóvenes invasores y parodia sus explicaciones, que atribuyen la falta de apoyo de Perón a " la burocracia sindical y los gorilas que lo entornaron y lo forzaron a llevar adelante una línea política con la que Perón en el fondo no coincidía ". Precisamente, una parte del operativo consiste en que un locutor con una voz similar a la de Perón grabe un mensaje para el pueblo. En este mensaje el falso presidente de la Nación anuncia antes de morir que sus herederos políticos son la juventud peronista y sus formaciones especiales para que hagan realidad la " patria justa, libre y soberana: la patria peronista que es la patria socialista ". Cuando uno de los jóvenes expresa preocupación respecto a la credibilidad que pueda tener el mensaje ante la opinión pública, el líder del grupo responde: " Es lo que Perón siempre quiso decir y no pudo. Por culpa del entorno ". Algo similar ocurre con unos comentarios de Perón sobre un programa cómico de televisión, que el ex presidente le hace al jefe del grupo cuando lo visita en su exilio madrileño. Estos comentarios se interpretan como un mensaje en código a través del cual el ex presidente alienta a la juventud peronista a organizar milicias populares.

Esta novela construida con diálogos que recuerdan la retórica política de la época constituye una crítica a los militantes de los setenta. El maniqueísmo de los personajes se revela en frases como: " O estás con nosotros o estás con los otros. De una vereda los reaccionarios, de otra vereda los revolucionarios ". Su autoritarismo se pone de manifiesto en numerosass oportunidades, especialmente cuando Alfredo se opone a que el cadáver de su padre sea expuesto al riesgo de un secuestro y uno de los jefes del operativo le dice: " Es una decisión y usted no tiene que pensar nada, ni decir nada, ni oponerse a nada. Usted tiene que escuchar lo que le dicen, callarse la boca y obedecer órdenes ".

El exceso, la violencia y la irracionalidad que la literatura de los setenta atribuye a las clases bajas peronistas se desplaza en la ficción reciente a los militantes setentistas de clase media. En el texto de Guebel esos aspectos negativos se concentran en un acentuado culto a la muerte que se atribuye a los invasores. El enfatizado compromiso de " dar la vida por Perón " con el que insisten los militantes, y que le presta el título de la novela, adquiere características siniestras en la escena de seducción en el baño. Allí Norma le dice a Alfredo, cuyo padre está muerto en la casa: " ¿ A vos te excita la muerte ? A mí me calienta, me calienta muchísimo. A mí me calienta la Revolución ". La fusión de deseo político y deseo sexual que Viñas deposita en su cuento de los sesenta, " La Señora muerta ", en la mujer de la fila que es seducida durante el velorio de Evita, se desplaza en la novela de Guebel a una militante seductora y manipuladora. Sus frases, precisamente, ejemplifican lo que el texto presenta como problemático de la militancia setentista y que se podría reducir a la condensación de revolución y muerte que allana el camino para el trágico desenlace. Este, además, está determinado por las prioridades de los militantes, ya que, como afirman repetidas veces, " Primero está la patria, después el movimiento, y por último están tu mamá y mi mamá ". Sin embargo, como para Alfredo su familia es más importante que los objetivos políticos de sus compañeros, se rebela poniendo en peligro el operativo. Por eso el jefe de la célula lo ejecuta obligándolo a decir, antes de recibir el tiro de gracia, " Perón o muerte ".

Como la novela de Guebel, la del ensayista Carlos Gamerro, " La aventura de los bustos de Eva " ( 2004 ), también satiriza la militancia revolucionaria de los setenta. Narrada desde un presente menemista, su protagonista, Ernesto Marroné, es un gerente de finanzas de un gran conglomerado de empresas de construción y negocios inmobiliarios, con oficinas en Puerto Madero y su domicilio particular en un country. Sin embargo, durante la década de los setenta, Marroné " se había declarado alguna vez enemigo de la misma sociedad que ahora lo cobijaba, había no sólo levantado la voz sino empuñado las armas contra supuestas injusticias ". El pasado militante de Marroné se revela luego de ver en la habitación de su hijo un póster del Che Guevara " con los nítidos contornos en blanco y negro ( nunca un gris, nunca un matiz ) ". Marroné decide que es el momento de confesarle su pasado para evitar que una nueva generación sea inmolada " en el altar de dudosos ídolos ". Además, considera que su historia es emblemática de toda " una generación abocada hoy a borrar las huellas de un vergonzante pasado con el mismo ahínco que antes se había dedicado a la construcción de un utópico futuro ". Por lo tanto, desde el presente del texto, pleno auge del menemismo y del supuesto " fin de las utopías ", la militancia setentista es vista como una aberración " vergonzante ".

Educado en un colegio inglés y con un posgrado en Marketing de la Universidad de Stanford, en 1975 Marroné es el jefe de compras de una gran compañía. Montoneros secuestran al presidente de la empresa y piden a cambio que se coloquen noventa y dos bustos de Eva Perón en sus oficinas. A Marroné le encomiendan la tarea de conseguirlos, y al intentar lograrlo se ve involucrado en la toma de la fábrica de yeso y su violento desenlace. Durante el transcurso de estos eventos se mimetiza exitosamente tanto con los obreros como con los montoneros infiltrados que lo toman por un dirigente de otro movimiento revolucionario. A pesar de su " acento educado y cierto empaque burgués en la postura del cuerpo, le servía de suficiente coartada y cobertura la gran proporción de jóvenes de clase media que para proletarizarse habían sido enviados a las fábricas y se habían incorporado al universo de la clase obrera ". Esta proletarización voluntaria constituye uno de los objetos primordiales de la sátira de la novela. Un ejemplo evidente lo da el personaje de Paddy Donovan. Ex compañero de Marroné en el colegio inglés, Donovan ha abandonado su vida de empresario para " proletarizarse " después de transformarse en un militante montonero. Sin embargo, se encuentra mortificado porque, afirma, " mi vida ahora es intachablemente proletaria pero de noche sigo teniendo sueños burgueses ".

Si bien la proletarización de los jóvenes de clase media aparece representada como una aspiración imposible e ingenua, también - como en la novela de Guebel - se plasma como invasión y farsa. El propio protagonista de la novela es un " invasor " que se hace pasar por obrero fingiendo un acento y lenguaje que no son los suyos. Como emblema irónico de su situación farsesca, Marroné salva su vida durante la batalla final entre los huelguistas y la Triple A cubriendo su cuerpo con yeso y aparentando ser una escultura del descamisado.

Los militantes infiltrados en la toma de la fábrica invaden el espacio físico e ideológico de los obreros, lo que se evidencia en asambleas que marcan una clara distinción entre los dos grupos.

La pedantería de los militantes de clase media no es el único objeto de la crítica presente en el texto. Como en Guebel, aquí también hay una crítica al autoritarismo y dogmatismo, así como a los métodos violentos. Sin embargo, también hay un reconocimiento, si bien condescendiente e irónico, del sacrificio, las renuncias y las autoexigencias de los idealistas militantes como Paddy o la montonera que se hace llamar María Eva. Había sido actriz ésta, pero renunció a su vocación porque se dio cuenta de que " estaba actuando para los burgueses ". Luego hizo teatro en las villas pero sentía que lo que hacía no le llegaba a la gente porque su actuación " seguía siendo burguesa ". Ahora que es militante responde a la presión de abandonar sus gustos y hábitos " burgueses " leyendo en secreto un libro del escritor francés Marcel Proust que esconde bajo la cubierta de " Los condenados de la tierra " del escritor Frantz Fanon. Cuando Marroné la descubre, ella le dice: " Por favor, no le cuente a mi responsable. La otra vez que me agarró leyendo a Proust me hizo escribir mi autocrítica. Si se entera que reincidí ... ". Sin embargo, María Eva justifica el código ideológico que la limita: " Me dicen que no lea a Proust porque es burgués, porque es europeo, porque el pueblo no lo entiende. Supongo que en esta etapa hay que renunciar a Proust para recuperarlo después de la Revolución, cuando podamos leerlo en serio, y todos, no un grupito selecto ".

Al mismo tiempo que " La aventura de los bustos de Eva " satiriza y critica aspectos de la militancia revolucionaria de los setenta, también desliza cierta nostalgia por esa época de firmes ideales que contrastan con el individualismo y el materialismo acentuados durante el menemismo. Esta ambivalencia está condensada en el propio protagonista. Por un lado, intenta mantener la lealtad a su jefe y a su carrera empresarial, persistiendo en sus esfuerzos por conseguir los bustos de Eva Perón a toda costa; pero por otro lado, se siente seducido por su nuevo rol de obrero y militante, y comienza a considerar cambiar drásticamente de vida. No descarta la posibilidad de hacer permanente la proletarización a través de la cual experimenta el redescubrimiento de sus raíces humildes. Por eso, se pregunta si a pesar de la educación burguesa y refinada brindada por sus padres adoptivos, la " sangre plebeya " que corre por sus venas no tendrá prevalencia.

De esta manera, a diferencia de Paddy o María Eva, la " proletarización " de Marroné no parece ridícula o forzada, sino que se presenta como un auténtico regreso a las raíces. Esto queda confirmado cuando la toma de la yesería se torna violenta y, al quedar identificado como uno de los líderes, debe esconderse de la Triple A y la policía que lo buscan para matarlo. En estas circunstancias, Marroné busca refugio en una villa miseria cercana a la fábrica. Allí experimenta un momento epifánico al toparse con un bebé que se encuentra en una cuna improvisada con una caja de cartón al lado de una estampa de Eva Perón. Marroné se identifica con ese niño porque lo considera un espejo de su pasado posible si no hubiese sido adoptado por una familia pudiente. Imagina con nostalgia " lo que pudo haber sido su infancia peronista bajo el permanente cuidado de Eva ". Se da cuenta, entonces, de que debe recuperar su verdadera identidad: " Porque él había sido educado como burgués, pero estaba lejos de ser un burgués de alma. Había llegado el momento de asumir su verdadera identidad, de que el gorila se depilara ". Entonces concluye que todo lo que le había sucedido fue para comprender que su misión es, como la de Eva, transformarse en un puente entre dos mundos, y " llevar el espíritu de Eva - hecho carne en sus bustos - hasta el corazón mismo de la empresa ". Inspirado por ella, Marroné reconcilia las contradiciones de su identidad que lo atormentaban y regresa a su vida de ejecutivo.

Volver a su vida burguesa no se le hace díficil ya que a diferencia de Paddy o María Eva, Marroné nunca abandona su ideología capitalista. Por eso, cuando lee un fotograma montonero sobre la vida de Eva Perón, superpone dos lecturas de la biografía: la versión revolucionaria inscrita en el texto y su propia interpretación mediatizada por lecturas sobre marketing y liderazgo empresarial. Desde esta última perspectiva, Marroné admira a Eva Perón por ser una empresaria en potencia y " una triunfadora nata, una self - made woman creadora de un producto - ella misma - que habían comprado y consumido millones, en la Argentina y en el mundo entero ". La Fundación Eva Perón había sido " uno de los servicios de atención al cliente más innovadores y verdaderamente revolucionarios de la historia " y " Evita sabía fomentar el consumo, pues a todos los que acudían a ella en lugar de retacearles los azuzaba: ¡ Pidan más ! ¡ Lo mejor, lo más lujoso ! ".

A pesar de todas sus cualidades, Eva Perón había sido incomprendida y subestimada, y por eso Marroné se identifica con ella. Cuando lee en " La razón de mi vida " que " Los hombres comunes son los eternos enemigos de toda cosa nueva, de toda cosa extraordinaria y por lo tanto de toda revolución ", piensa que lo mismo le había pasado a él. " Con todas las ideas innovadoras que había traído de Estados Unidos ", también a él los " hombres comunes " lo habían criticado. Es evidente que el sentido que el término " revolución " toma en la interpretación de Marroné es incompatible con la que habrían hecho los militantes peronistas de izquierda. De esta forma, la novela plasma dos códigos antitéticos: el del peronismo revolucionario de los setenta y el del presente menemista desde el cual Marroné recuerda su pasado. El contraste entre estas dos cosmovisiones superpuestas contribuye a la mirada irónica que se echa desde el presente extratextual - la novela se publica en el 2004 - sobre ambas eras. El texto también revela una nostalgia por el Estado benefactor del primer y segundo peronismo, explicable a partir de la crisis del 2001 que hizo evidente el fracaso y las consecuencias nefastas de las políticas neoliberales de los años noventa.

¿ Por qué surge en años recientes una reevaluación de la militancia de la década de los setenta ? ¿ Es un aspecto más del complejo proceso del duelo por los treinta mil muertos o es parte de una desmitificación del idealismo y el compromiso político en la supuesta era posmoderna ? ¿ Cómo se reconcilian los textos discutidos con otros que toman un camino interpretativo diferente, como por ejemplo " La voluntad " de los escritores Eduardo Anguita y Martín Caparrós, cuya perspectiva celebratoria de la militancia setentista revela una versión épica del pasado ? El debate posible sobre esta cuestión está de alguna forma presente en el relato " Digamos boludeces " ( 2000 ) del ensayista y filósofo José Pablo Feinmann. Allí un grupo de ex compañeros de universidad que no se ven desde 1970 organizan un reencuentro en un restaurante veinticinco años más tarde. Después de la sorpresa inicial al descubrir vivos a varios que se temía que hubiesen sido asesinados por la dictadura, los comensales, algo embriagados, comienzan a burlarse de la retórica política de la izquierda revolucionaria de los setenta. Estas bromas provocan la reacción negativa de uno de los ex compañeros, el que había estado " muy metido " y cuya supervivencia a la dictadura había provocado gran sorpresa. Este personaje cancela la atmósfera celebratoria al afirmar con indignación antes de abandonar enojado la reunión: " Hay cosas con las que no se jode ".

Este cuento de Feinmann opera como una doble ironía: una ironía textual que expresan los personajes que se burlan de la militancia y de la retórica ideológica de los setenta, y una metaironía sobre estos burladores que celebran " la era del posdeber ", de los " imperativos livianos " y " del vacío ". Lo que revela el cuento es que las heridas de los setenta no están cicatrizadas y que ciertos enfoques de la ficción son debatibles y controvertidos. ¿ Son aceptables la parodia y la sátira o, citando al personaje de Feinmann, " hay cosas con las que no se jode " ? Sin duda esta problemática no está resuelta, y la sociedad y la literatura siguen intentando elucidarla.

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De Patricia Narváez, periodista, asesora literaria, cronista, redactora, escritora, autora del libro ¡ Niní está viva !, editorial Sudamericana S.A., Buenos Aires, 320 páginas, profusamente ilustrado, año 2003:

Bajo el título " Una inesperada noticia ", la actriz y cantante Libertad Lamarque comenta en su Autobiografía, editorial Javier Vergara, Buenos Aires, 400 páginas, año 1986:

" Me recuerdo en nuestro departamento de La Latinoamericana en México D.F., en julio de 1952. Alfredito Malerba llegó alarmado de la calle, con unos cuantos periódicos. Mirá, " Natita ", mirá, me dijo. Todos los periódicos, a grandes titulares, traían la misma noticia: Eva Perón ha muerto.

Nos quedamos en silencio, como no creyendo lo que leíamos ... ¡ Y pensábamos que era mentira que estaba enferma !

Llamamos a Niní Marshall y con ella fuimos a las Termas de San José de Purúa, un rincón solitario y hermoso, casi oculto entre altos cerros, donde nos quedamos unos días ".

La actriz Niní Marshall ( Marina Esther Traveso ), escribe sobre la muerte de Eva Perón en su libro Mis Memorias, editorial Moreno, Buenos Aires, 317 páginas, año 1985:

" Recibí un llamado telefónico de una amiga exiliada como yo. Sólo me dijo: " Se murió ". Sentí pena ... no lloré pero me dolió la muerte de una mujer tan vital y joven. Por encima de las ideas políticas y de lo que, se supuso, me había hecho ".

Nota:

Para leer más sobre la relación Niní Marshall con el peronismo, clickear, por favor, aquí

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De la Unión de Trabajadores Gastronómicos de la República Argentina:

El 17 de noviembre de 1974 quedará registrado para siempre en el corazón de todos los argentinos.

Ese día, los trabajadores, el pueblo todo, recupera los restos mortales de nuestra Abanderada, Eva Perón.

El regreso a la Patria del cuerpo de Evita constituye una reconciliación histórica. Por eso los Trabajadores Gastronómicos, hermanados con todos los compañeros de las organizaciones sindicales.

En 1972 el pueblo argentino recibió con alborozo el retorno de un Líder, después de 18 años del más injusto exilio.

Evita y Perón, unidos en esta tierra, son nuestra guía, para fortalezer la paz y la unidad que necesitamos para concretar la Argentina justa, libre y soberana que ellos nos legaron.

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De Claudia Rucci, diputada nacional, hija del dirigente sindical, secretario de la CGT e impulsor del retorno al país de Juan Domingo Perón, José Ignacio Rucci, asesinado en un atentado el 25 de septiembre de 1973:

Soy orgullosamente peronista, de Perón y de Evita. Evita fue, es y será la más grande de todas las mujeres, irremplazable, única, incomparable ...

Evita trascendió la historia y este es el orgullo máximo que tenemos los peronistas.

Una gran mujer que tuvo la Argentina, por sus grandes sueños de una patria libre, justa y soberana.

Mi padre fue como un hijo dilecto del general Perón. Lo asesinaron los que hablaban desde el fusil, y no desde las palabras.

Y lo terrible es que a mi padre lo asesinaron porque pensaba distinto. Y esto ocurrió en democracia. Lo subrayo porque pienso que es gravísimo para un país que quiere vivir en libertad de pensamiento. Todos los ciudadanos debemos ser libres de pensamiento, repito, y de acción. Estas son cosas fundamentales que hay que explicarles a los jóvenes de hoy. En democracia las diferencias se dirimen de otra manera. Se dirimen hablando, haciendo política, tratando de convencer al otro del pensamiento de cada uno pero sin extremismos desde ningún lado. Después del asesinato de Rucci, hubo miles de muertos y estoy convencida de que algunos extremaron las contradicciones y de algún modo, les abrieron las puertas a los militares para que en nuestro país ocurriera lo que pasó.

El crimen de mi padre ya prescribió. A mí, realmente me importa muy poco que el autor o quienes sean autores del crimen terminen tras las rejas, aunque creo que sería lo justo. Pero lo que sí quiero y voy a pelear por esto hasta el último día de mi vida es que los argentinos sepamos toda la verdad y sepamos oficialmente quién mató a Rucci. La causa prescribe pero la noción del bien y del mal, no.

Sigo pensando lo mismo que siempre: creo que al asesinar a mi padre creyeron debilitar al general Perón. Los que lo hicieron querían tomar espacios de poder que el general Perón no estaba dispuesto a darles tal vez porque, con su experiencia, ya detectaba en ellos esta actitud de " hablar desde el fusil " y no desde la palabra. Ellos creyeron que el responsable de esta postura del general Perón era José Ignacio Rucci, mi padre. Decidieron entonces no discutir en un espacio democrático sino pegarle 25 balazos y sacarlo del medio. También creo que esto fue un antes y un después en la historia de los argentinos.

Por supuesto que nunca olvidaré aquella mañana. Volvía de Haedo, de la escuela, con mi hermano, y había mucha gente alrededor de nuestra casa. Me llamaba la atención que el televisor de la cocina estaba siempre apagado mientras que, en el living, estaba encendido pero con la puerta cerrada. Los amigos de mi padre iban todo el tiempo al living, y en un momento, con el pretexto de ir al baño yo me asomé y vi en pantalla la placa que anunciaba el asesinato de mi padre. Tenía solamente 9 años de edad.

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De Carlos Páez de la Torre ( h ), abogado, historiador y periodista, Premio Konex 1997, académico de número de la Academia Nacional de la Historia, escritor:

En 1976 vuelve a quebrarse la legalidad constitucional; las Fuerzas Armadas derrocan el gobierno de María Estela Martínez de Perón, iniciando lo que denominarán " Proceso de Reorganización Nacional ", y que habrá de deparar a la Argentina muchas muertes y mucha sangre.

El mismo día del golpe ( 24 de marzo ), el comunicado 19 de la Junta Militar advierte que reprimirá con reclusión por tiempo indeterminado, a quien " por cualquier medio divulgare, difundiere o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo ". Con reclusión por 10 años penaba al que " por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales ".

Poco días después, ante los corresponsales extranjeros, el presidente militar Jorge Rafael Videla aseguraba que " la libertad de prensa será respetada y asegurada, confiando en que se sabrá interpretar la vocación del gobierno militar de restituir y asegurar la vigencia de los principios fundamentales acordes con nuestra forma de vida ".

En junio, el gobierno disuelve 48 agrupaciones políticas y sindicales, advirtiendo que los medios de comunicación que difundan hechos o imágenes relativas a las organizaciones clausuradas pueden purgar hasta 2 años de cárcel. Se impartieron, asimismo, instrucciones prohibiendo toda información sobre hechos relacionados con la subversión, de cualquier índole, que no constaran en partes oficiales. Ello obligó a los jefes de redacción a un tratamiento en extremo cuidadoso de todo material de esa índole: el que no estaba producido directamente por las autoridades, no aparecía. En algunas redacciones, se implantó un sello especial para autorizar tales originales. Es decir, la autocensura se generalizó, como condición para la supervivencia del medio.

El Proceso aplicó mano dura sobre la prensa. Era un terreno que no querían descuidar. Caduco el Congreso de la Nación y modificada la Corte Suprema, el periodismo se convertía, sea como fuere, " en el segundo poder; o por lo menos, debiera serlo ", como lo hacía notar el periodista Heriberto Kahn. Ya no era sólo el riesgo de que la publicación fuera clausurada, o unas semanas de cárcel para algún periodista, como en tiempos del peronismo o de los gobiernos militares de los sesenta. Ahora corrían riesgo cierto la integridad física y la vida de los redactores.

No solamente se cierran publicaciones ( Mayoría, Cuestionario, Crisis, por ejemplo ) sino que empiezan las muertes y " desapariciones " de periodistas, varios de ellos de gran renombre. Se ha señalado que estas muertes o desapariciones no se debieron tanto a la publicación de sus ideas - publicación que era prácticamente imposible - sino su vinculación, real o supuesta, " con organizaciones partidarias, de derechos humanos o político - militares.

La autocensura fue el criterio en que debió alinearse, prudentemente, la gran mayoría del periodismo. En opinión del escritor y político Rodolfo Terragno, al día siguiente del golpe de 1976, " los diarios entraron en cadena ". Kahn comenta que los diarios " se agrisaron y su venta cayó vertiginosamente, mucho más allá de lo que explicaba la recesión ". El sociólogo Ricardo Sidicaro hace notar que el hecho de que el Proceso " usara la violencia represiva contra opositores muy moderados, o aun para arreglar cuentas entre tendencias internas ", constituyó " una novedad que debió amedrentar al conjunto de los medios de comunicación ", y " la autocensura fue la regla ".

Dentro del panorama general de la prensa autocensurada ( que se cuidaba muy bien de irritar al gobierno militar y, por cierto, seguía fielmente sus pautas informativas en todo tema del interés de aquel ), los estudiosos señalan que La Opinión y Buenos Aires Herald eran los únicos diarios que " se atrevían a matizar prudentísimamente la relación de apoyo de los diarios a la dictadura ". Así es que sus colecciones, aun con las limitaciones del caso, conservan notable valor de fuente ( sometida a la debida crítica, claro está ), sobre esos años terribles. Cabe recordar que La Opinión apoyó el golpe, pero es innegable que fue capaz, muchas veces, de cuestionar la represión, y que el Buenos Aires Herald no trepidó en editorializar contra ella.

Contra el Buenos Aires Herald no hubo acciones directas, posiblemente porque se editaba en inglés y sus lectores se reclutaban comunmente en la colectividad británica. Pero no sería posible a La Opinión moverse como lo venía haciendo en las procelosas aguas de los setenta; menos aún, cuando resolvió incursionar en las " internas " militares. Al año siguiente del golpe, los militares identificaron al financista David Graiver, muerto en un accidente aéreo en 1976, como banquero de la organización Montoneros. Invocando la relación económica de Graiver con Jacobo Timerman, el periodista fue detenido ( abril de 1977 ) y torturado - según él mismo lo narró en detalle en su libro Preso sin nombre, celda sin número, Ediciones de La Flor, Buenos Aires, 189 páginas, año 2000 - hasta que la presión mundial obligó al gobierno a dejarlo en libertad y expulsarlo del país. La Opinión fue intervenida en mayo de 1977, y tres años más tarde se produjo su cierre definitivo y remate de las instalaciones.

En cuanto a los otros diarios nacionales de peso, ejercieron la autocensura y trataron de mantenerse, en sus editoriales, lejos de los temas urticantes vinculados con la libertad de prensa y la lucha entre Ejército y guerrilla. A cambio de esto, el gobierno toleraba a veces algunas críticas, como las que sobre todo La Prensa pudo asestar con singular independencia y sin consecuencias ulteriores.

Entretanto, otras publicaciones ingresan al mercado: la revista Somos ( que se editará hasta 1993 ), La Semana, ambas de opinión, y Expreso Imaginario. A fines de 1977 aparece un diario que adquirirá gran éxito por su particular tipo de información y de diseño gráfico: Ambito Financiero.

En 1978 aparecieron el diario Convicción, detrás del cual estaba la Armada, una de las tres fuerzas gobernantes; una revista cultural, Punto de Vista, y el semanario satírico Humor, que tendría larga y exitosa carrera. Se ha observado que parte del éxito inicial de esta última revista ( que cultivaba un humor notablemente más zafado que su antecesora Satiricón ) se basaba en las críticas contra la televisión y el pésimo cine nacional de su época, y su farsa sobre las publicaciones que se tildaban de frívolas o sensacionalistas. Posteriormente, desde los días finales del Proceso y por cierto desde la restauración democrática en adelante, Humor alternó la comicidad con gran cantidad de material político serio y de tono fuertemente crítico.

Por lo demás, 1978 es el año en que, con ocasión de la Copa Mundial de Fútbol, el presidente del gobierno militar recibe una nota que firmaban 2.337 periodistas, que consignaba " los nombres de 31 periodistas asesinados, 40 desaparecidos y 68 detenidos " en el país, hasta entonces.

En 1979 aparece Semanario, revista de corte sensacionalista. A fines de ese año, el visible crecimiento de Clarín fue estimado por la revista Medios y Comunicación. Afirmó que en su tiraje - nunca menor a 500.000 ejemplares, y que podía tocar los 900.000 los domingos - editaba " un promedio de 500.000 líneas " de avisos clasificados, que " en un solo domingo dejan al diario una cantidad estimada en un millón muy largo de dólares". Apreciaba también el hecho de que " los mejores análisis de la realidad pueden estar dados hoy por los dibujos de Landrú o de Sábat ", y que se percibían " más notas firmadas " y " más atrevimiento y audacia " en el comentario político.

En el transcurso de la década de 1980 que se inicia, se asistirá al crecimiento de la agencia Telam, que organiza " una enérgica expansión de sus servicios, que incluyó la apertura de agencias propias en distintos países de América Latina y en los Estados Unidos ". En 1981 cesa de aparecer como diario - que se editaba desde 1988 - y se convierte en semanario, el Argentinisches Tageblatt. Debuta El Porteño, enrolado en la contracultura: una " revista juvenil, con escritura frontal, agresiva y en ocasiones paródica " que informa cosas nuevas en materia de cultura, minorías y temas afines. Ese año se funda otra agencia noticiosa, Diarios y Noticias ( DyN ), " un desprendimiento de Noticias Argentinas ", sus accionistas son una veintena de empresas periodísticas de Capital Federal e Interior.

El año 1982, con la guerra de las Malvinas, significa mayores problemas para la prensa, dada la censura previa que se implanta para toda información referida al conflicto, la cual es cuidadosamente manipulada y maquillada por el Estado Mayor Conjunto. Información que, de acuerdo con la investigadora Lucrecia Escudero, ocupó " el 90 % del espacio en los semanarios de actualidad y entre el 57 y el 60 % de los diarios ". La agencia Noticias Argentinas fue clausurada durante la guerra. Hay consenso en apreciar el febril triunfalismo que desnaturalizó la información nacional sobre el conflicto. Por ello fue que la noticia de la rendición argentina sorprendió a una comunidad que, en su gran mayoría, creía sinceramente que la Argentina estaba ganando la partida a los británicos.

Ese año aparece un quincenario, Perfil, de novedoso estilo, con gran modernidad gráfica y excelentes notas de investigación y reportaje. También se asiste al alumbramiento de dos nuevos diarios. Uno es La Voz, que proporciona " información política y sindical, en especial la vinculada a las áreas más combativas de los sectores peronistas; derechos humanos y referencias a la represión ilegítima ". El otro es Tiempo Argentino, que se editará en los talleres de La Opinión. Como lo caracterizaba una gran cantidad de suplementos, vino a ser, en realidad, un pionero en expresar lo que luego sería tendencia mundial: " el arrevistamiento de los diarios ".

Finalmente, merece marcarse otro hecho significativo en la prensa de 1982, la instalación de una nueva planta productora de papel de diarios: Papel de Tucumán. Instalada en el interior de la provincia citada, elaborará su producción ( que se iniciará en 1983 ) a partir del bagazo de caña de azúcar y llegará a convertirse en un fuerte exportador del producto.

Las elecciones para la restauración de la democracia se efectúan en octubre de 1983, y en diciembre asume la presidencia Raúl Alfonsín, luego de casi 8 años de gobierno militar. De acuerdo con la apreciación del periodista e historiador Carlos Ulanovsky, así se sintetizan los problemas que rodeaban a la prensa en esos momentos: además de las desapariciones de periodistas y de publicaciones, y de las reducciones de tiraje, enfrentaban una seria crisis de venta, debida a la falta de credibilidad pública, sobre todo por la manipulación informativa durante la guerra de Malvinas. Y estaban, también, las " contradicciones y desvíos ideológicos " derivados de toda la azarosa etapa transcurrida, que afectaban a las empresas y a los periodistas por igual.

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De Ramón Gutiérrez, arquitecto, académico de número de la Academia Nacional de la Historia, docente, escritor e investigador:

El ascenso de Perón al poder marcó un cambio relevante en las políticas de vivienda del país. El funcionamiento de la Comisión Nacional de Casas Baratas había demostrado su ineficiencia para atender el problema, tanto por la escasa cantidad de obras realizadas cuanto por su concentración casi exclusiva en la Capital Federal.

Perón creó la Administración Nacional de Vivienda ( ley 11.157/45 ) y convirtió al antiguo Banco Hipotecario Nacional ( decreto 24.155/47 ) en el instrumento dinámico de su política de fomento de la vivienda. Esta nueva visión de la obra pública con contenido social fue acompañada por la gestión de los intendentes de los principales municipios del país que, de Córdoba a Corrientes, siguieron esta estrategia de atender a un sector clave de la población que había migrado a la ciudad. El Segundo Plan Quinquenal definía que la construcción de la vivienda " será auspiciada, estimulada, protegida y promovida por el Estado ", y que las inversiones privadas en el sector debían coordinarse " dentro de la planificación establecida por el Estado ", dejando la construcción de viviendas suntuarias a cargo de la iniciativa privada.

Los barrios encarados en esta época superaron el antiguo debate de la vivienda individual o la vivienda colectiva, apelando a la construcción de unidades en altura de una densidad aceptable y con espacios verdes proporcionados a la población que los habitaría. Aún hoy, conjuntos como Los Perales o el Simón Bolívar muestran calidades ambientales y tecnológicas. Junto a esta política de acción directa desde el Estado, el fomento de líneas crediticias de bajo interés posibilitó el acceso a la vivienda propia a millares de familias en todo el país. Muchos pequeños pueblos fueron consolidados por la vivienda individual realizada al amparo del " Plan Eva Perón ", inclusive utilizando las variables de diseño que el propio plan facilitaba a los interesados.

En este cuadro de situación, en los años 1951 - 1952 se realizó una inversión tal en vivienda que alcanzó al 5,9 % del PBI, cifra jamás igualada en nuestro país. La mano de obra ocupada en la construcción fue otro de los pilares de una economía urbana que todavía no acusaba las señales del receso de los años subsiguientes. Entre 1947 y 1969 aumentaron los propietarios de vivienda en el suburbio de Buenos Aires, del 43 % al 67 %, lo que señala la importancia de una política basada en el afincamiento de los migrantes. La extensión de la mancha urbana con limitados servicios y equipamientos, generada por la baja densidad de las casas de una planta, fue la contrapartida de esta política.

En la visión de los sectores de menores recursos que accedían a la vivienda individual, el chalet que era habitual para las clases medias en los balnearios o en la periferia calificada, se constituyó como el modelo emblemático. La casa de muros encalados y techo de reja con jardín frontal y lateral se convirtió en un paradigma que coincidió con la difusión del imaginario de la llamada " arquitectura californiana ". Alguno de los grandes conjuntos urbanos realizados en esta época, como " Ciudad Evita " ( General Belgrano ), Parque Saavedra e inclusive, en menor escala, como el Yapeyú en Corrientes o el Monseñor De Carlo en Resistencia, ayudaron a afianzar este modelo urbano en la población que aspiraba a una nueva referencia social.

Este lenguaje se emparentaba, además, con una de las corrientes dominantes de la arquitectura oficial, particularmente con aquella que valoraba los rasgos vernáculos y que propiciaba la confluencia del neocolonial con el pintoresquismo. Muchas de las obras públicas de carácter social, como los hogares escuelas o los hoteles de turismo, fueron realizados en una arquitectura que reiteraba estas premisas formales.

A la caída de Perón se generó una situación regresiva que afectó la participación de los sectores populares en la distribución del ingreso y, sobre todo, en el acceso a la vivienda, tanto por la restricción de los créditos cuanto por la convicción de que había existido una confusión con respecto a las políticas de entregar en propiedad las viviendas. Se estimaba entonces que era necesario hacer primero habitaciones de transición para luego entregar viviendas definitivas, de manera de educar a los destinatarios de la inversión. Para ello se construyeron barrios como el Rivadavia de Buenos Aires, con casas donde mesas y camas eran de cemento. Estos barrios provisionales devinieron en definitivos y en villas de emergencia..

De 1954 a 1958, la participación del sector vivienda en el PBI cayó del 3,49 % al 1,83 % y durante el gobierno de Arturo Frondizi cayó al 0,32 %, justamente cuando su ministro Alvaro Alsogaray impulsaba la fabricación de viviendas realizadas con chapas de fibrocemento en forma de bóvedas de cañón corrido.

En la década que va desde 1960 a 1970, la concentración del crédito por otros sectores sociales y el fomento de los sistemas de " ahorro y préstamo ", generó la densificación de áreas centrales urbanas por la expansión de la construcción en propiedad horizontal, mientras a la vez tendían a desaparecer los planes de vivienda de interés social. En 1967 se estimaba un déficit de más de 600.000 unidades en el Area Metropolitana. El censo de 1957 calculaba que el 2,5 % de la población del Gran Buenos Aires vivía en villas de emergencia, lo que tendía a incrementarse rápidamente. En la década desarrollista de los sesenta, la Argentina recibió líneas de apoyo externo para viviendas de interés social de organismos financieros como el BID ( Banco Interamericano de Desarrollo ) y en 1965 se puso en marcha el Plan Federal de Vivienda.

El nuevo Plan de Erradicación de villas de emergencia de 1967 preveía la construcción en Buenos Aires de 8.000 alojamientos transitorios sobre terrenos fiscales, para ir rotando luego a los habitantes y construyendo a la vez 8.000 unidades definitivas. En la Argentina, lo transitorio es casi siempre definitivo y a partir de allí se abrió la compuerta para el empobrecimiento de lo que el Estado entregaría en materia de vivienda, para llegar a la década de los setenta a hablar de " soluciones habitacionales " que podían ser suelo con servicios, techo y paredes o simplemente el núcleo húmedo de la vivienda.

Las sucesivas legislaciones de los planes de Viviendas Económicas Argentinas ( VEA 1969 ), el Plan de Acción Directa que articuló la política del Banco Hipotecario con inversiones de los sindicatos obreros y, finalmente, la Ley del Fondo Nacional de la Vivienda ( FONAVI 1972 ) indicaban el carácter errático de una política que terminó sustentándose más en el lucro de las empresas constructoras y de los intermediarios que en atender a fondo el problema de la vivienda social. A éstos les siguirían los planes PEVE para Villas de Emergencia ( 1973 ) y, durante los gobiernos militares, las operatorias de inversión que incluían provisión del terreno, financiamiento y construcción, articulando rentables soluciones al unir agentes inmobiliarios, empresas constructoras y bancos para el financiamiento.

El resultado de esta estrategia fue la creación de conjuntos de 1.000 a 5.000 unidades habitacionales, que ocuparon obviamente las tierras residuales y de baja calidad de los suburbios ( áreas anegadizas, suelos de baja consistencia y de dificultosa accesibilidad ). La mayoría de las ciudades capitales y las poblaciones intermedias de las provincias vieron surgir enormes conjuntos de viviendas sin adecuado equipamiento, que forman " ciudades dentro de las ciudades " y colapsan los sistemas de transportes y abastecimientos, obligando por ello a rápidas operaciones de construcción escolar y asistencial. Estos barrios marcaron el perfil suburbano de ciudades como Resistencia, Corrientes, Jujuy, Santa Fe o Rosario con arquitecturas carentes de imaginación y de efímera calidad.

En la ciudad de Buenos Aires, las intervenciones barriales de Catalinas Sur ( 1962 - 1965 ), Constitución y luego los conjuntos del Parque Almirante Brown, particularmente el de Lugano con 10.000 unidades de vivienda, San Pedrito, Soldati y los cercanos de San Justo y Ciudadela, sirvieron de ejercicio para la aplicación de tecnologías de prefabricación y generaron episodios urbanos sin contactos con la ciudad real, que sufría definitivamente el impacto de estos conjuntos.

Un impacto que no era simplemente físico y de conflictuación de servicios, sino también social. Algunos de estos conjuntos han adquirido tal calidad de violencia cotidiana, como el de Ciudadela, luego rebautizado " Fuerte Apache ", que hacen casi imposible el control policial sobre un foco permanente de marginalidad. El divorcio entre los diseños y los usuarios agudizó esta falta de relación afectiva entre la vivienda y la familia que la habita. Los espacios públicos, que eran de todos, se convirtieron en ámbitos residuales, que son de nadie, y por ende se transformaron en sitios en rápida degradación.

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De Enrique Zuleta Alvarez, docente de Filosofía y Letras, profesor emérito en la Universidad Nacional de Cuyo ( UNCUYO ), Mendoza, escritor:

Con dos presidentes generales, José Félix Uriburu y Agustín Pedro Justo, con sus equipos de jefes y oficiales y el desplazamiento de las elites, los militares, lanzados al protagonismo político, después del 6 de septiembre de 1930 experimentaron un cambio notable en su concepción de la función que desempeñaban en la sociedad. El escritor Leopoldo Lugones había elaborado una teoría de las Fuerzas Armadas como una presencia excluyente y dominante en la vida republicana, como la única posibilidad de una autoridad que salvaguardara la nacionalidad de su naturalización y la revolución. Estas ideas, tajantes y absolutas, sorprendieron a los militares, agradaron a un sector que representaba el proceso de asimilación de los nuevos sectores sociales de la Argentina y todo se reforzó cuando, al reiniciarse la restauración conservadora, su opción por la ilegitimidad del fraude y la incapacidad o complicidad de los opositores, exhibió la debilidad de la elite dirigente para vivir la plenitud de la vida democrática.

Mientras los partidos políticos se encerraban y se alejaban de un pueblo que los veía con escepticismo e indiferencia, su desprestigio - nacional y mundial - daba paso a las nuevas concepciones autoritarias. A pesar de la difusión del fascismo y del nazismo, la extremosidad de sus ideas, sus regímenes políticos eran inimitables en la Argentina; pero su eficacia y el acento puesto en la autoridad y el orden los convertía en modelos para los hombres de armas. Como lo ha estudiado el historiador Robert Potash, un gran número de oficiales se instruyeron en Alemania; pero esta germanización no representó la nazificación del Ejército, sino que aumentó la conciencia de su eficacia como institución.

La fracasada militarización de los civiles - la Legión Cívica y otros intentos militares - y la exhibición del autoritarismo que oficiales como el general Francisco Fassola Castaño hicieron después de 1930, tuvieron pocos seguidores. El más importante de ellos fue el general Juan Bautista Molina, quien congregó a los civiles ansiosos de un régimen autoritario y que, bajo el rótulo de nacionalistas, reducían los problemas políticos a la instalación de un sistema antidemocrático. En realidad, el general Molina, como conspirador y amenaza del gobierno del general Justo, sólo fue un personaje inoperante e irresoluto, fácilmente controlado por el espionaje policial.

Los políticos que " golpeaban las puertas de los cuarteles ", para usar la conocida fórmula, no ejercían una práctica nueva, pues desde finales del siglo XIX y principios del XX, los radicales, y en particular Hipólito Yrigoyen y Marcelo Torcuato de Alvear, lo habían practicado, claro está que con unas Fuerzas Armadas ligadas a la sociedad de una manera diferente. En las décadas de 1930 y 1940, la irregularidad constitucional y la violación de la ley por parte de los políticos se completaban con los manejos de gobernantes y opositores, los cuales, en la conquista y la defensa de sus posiciones, no titubeaban en comprometer a los militares. El golpe de Estado, por lo tanto, había llegado a ser una de las formas tradicionales de la conquista del poder en la Argentina.

En ese vacío y ante la falta de una orientación clara de la república democrática, los miltares, hondamente penetrados por los grupos ideológicos de derecha, se consideraban los responsables del cambio. La idea de que otro golpe de Estado militar transformaría la Argentina se instaló, por lo tanto, en la conciencia de gran parte de las Fuerzas Armadas y les dio un protagonismo decisivo, ya que, ante la aceptación de la dependencia británica en la política y la economía, la defensa del patriotismo y la soberanía nacional, sólo parecía ser una divisa exclusiva de las instituciones. El nuevo intervencionismo militar se reforzó con el éxito de Francisco Franco en España y mostró que, en efecto y tal como se concebían a sí mismas y lejos del caudillismo militar sudamericano, las Fuerzas Armadas cobraban una conciencia teórica de su superioridad moral y patriótica como la única reserva de un país que naufragaba, según ellos, entre el fraude, la corrupción y el fracaso de los políticos democráticos.

En ese momento y como lo han estudiado, por ejemplo Potash y Enrique Díaz Araujo, se reactivaron las logias. Cuando se tramaba la sucesión presidencial, en 1940, la Logia General San Martín - liderada por Justo -, con el apoyo de radicales y del general Márquez, intentó restablecer el poder de Ortiz y formar un triunvirato con Alvear, Márquez y Mario Bravo. El proyecto fue abandonado por la oposición de Ortiz y Alvear. En 1942, cuando el ministro de Guerra, general Juan Tonazzi - justista -, fue reemplazado por el general Pedro Pablo Ramírez, surgió otra logia: el Grupo de Oficiales Unidos ( GOU ). Los radicales pensaron que un candidato que arruinaría las pretensiones del conservador Robustiano Patrón Costas podría ser Ramírez. En las Fuerzas Armadas se vivía un clima de conspiración franca y acelerada, pues frente a militares y marinos nacionalistas, entre los cuales descollaba el general Benjamín Menéndez, se movilizaban jefes y oficiales vinculados al radicalismo y al justismo, mientras fracasaba el profesionalismo, superado por el derrumbe de un sistema que había perdido su sentido político. Ante la actitud de Ramírez frente a Ramón Castillo, las Fuerzas Armadas - en las cuales comenzaba su carrera política Juan Domingo Perón - decidieron, bajo el mando del general Arturo Rawson, derrocar al gobierno. Fue el 4 de junio de 1943.

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Textos cortesía de Carlos Vitola Palermo de Rosario, Santa Fe, República Argentina.

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